Escribe Foucault en Microfísica del poder (“Curso del 14 de enero de 1976”): “No considerar el poder como un fenómeno de dominación masiva y homogénea de un individuo sobre los otros, de un grupo sobre los otros, de una clase sobre las otras; sino tener bien presente que el poder, si no se lo contempla desde demasiado lejos, no es algo dividido entre los que lo poseen, los que lo detentan exclusivamente y los que no lo tiene o lo soportan”. Si el lector o lectora arruga el gesto, y más en un día como hoy, Foucault prosigue, explicando cuál es para él la naturaleza del poder: “El poder tiene que ser analizado como algo que circula o, más bien, como algo que no funciona sino en cadena. No está nunca localizado aquí o allí, no está nunca en las manos de algunos, no es un atributo como la riqueza o un bien. El poder funciona, se ejercita a través de una organización reticular. Y en sus redes no sólo circulan los individuos, sino que además están siempre en situación de sufrir o ejercitar ese poder, no son nunca el blanco inerte o consintiente del poder ni son siempre los elementos de conexión. En otro términos, el poder transita transversalmente, no está quieto en los individuos”.