«Debemos asumir que las consecuencias de los errores cometidos por estados vecinos no conocen de límites, aduanas ni fronteras»
«¿Murió Jeffrey Epstein solo? Parece lo más probable, pues, realmente, ¿quién podría haberle matado? ¿Quién, sino los propios funcionarios u otros presos podría acceder a Epstein?»
Comienza a extenderse la sospecha de que el Gobierno podría indultar a los encausados del procés si finalmente el juicio se saldara con una sentencia condenatoria. Los rumores, sumados a las negativas del Presidente Sánchez a desmentirlo en sede parlamentaria, hacen crecer la indignación. Pero lo que debemos temer no es tanto la posibilidad de un futuro indulto formal, sino el proceso de indulto moral que comienza a advertirse.
Lo de La Manada es un no parar. Aún retumban el eco de la sentencia y de los excesos en las críticas y ahora la Audiencia de Navarra decreta, con un voto particular, la prórroga de la prisión eludible bajo fianza de 6.000 euros para los cinco integrantes del grupo salvaje, que fueron condenados a 9 años por abuso sexual con prevalimiento a una joven en los Sanfermines de 2016.
Entre finales de los noventa y principios de los diez tuve la oportunidad de conocer la cárcel Modelo de Barcelona. Mi primo estaba preso y solía ir a verlo cada quince días, casi siempre en compañía de mi abuela, que también era la suya, y su hermano menor.
Cuando la sociedad asume en cambio el deber de castigar a los agresores, se ha efectuado un gran paso adelante en la civilización. Cierto que se trata de una obligación, como casi todas, a veces molesta: ¿por qué debería importarme a mí castigar al que mató al padre de Íñigo Montoya, si quizá los Montoya ni siquiera me caen bien? Pero de ahí surgirá la ley, y el Derecho, y la Justicia.
A muchos la cárcel les ha hecho encontrar una fuerza que de otro modo no hubieran tenido, hombres como Nelson Mandela o José Mujica aprendieron a ser como han sido con la brutal experiencia carcelaria.
La eficiencia mecánica es la mayor enemiga de la libertad