Sexo conservador y puritanismo progresista
«El progresista —que se imagina un hippie— dicta cómo tienen que ser las relaciones sexuales, y pretende llegar al absurdo de rediseñarlas»
«El progresista —que se imagina un hippie— dicta cómo tienen que ser las relaciones sexuales, y pretende llegar al absurdo de rediseñarlas»
«Incluso cuando la vida física está en riesgo, debemos recordar que lo más importante no es vivir, sino cómo vivimos»
Uno de los temas cruciales de nuestro tiempo político es el del encaje entre liberalismo progresista y conservadurismo. Ambas tradiciones –si se las toma con algún rigor intelectual- son incompatibles a nivel de principios filosóficos, aunque pueden encontrar puntos de encuentro en la praxis política e institucional del liberalismo constitucionalista.
El análisis a grandes rasgos es ya un lugar común. Al margen de la oposición izquierda-derecha, el gran eje de nuestro debate político es el que viene marcado por la oposición entre partidos del sistema (reformistas, moderados, liberales, globalistas-europeístas) y los partidos contra el sistema (populistas, anti-élites, radicales, eurocríticos, identitarios). Dicho de otro modo: macronismo-bannonismo.
Si Kant levantara la cabeza y se paseara hoy por Barcelona (o por Madrid), nos propondría otra formulación de su imperativo categórico: “En política, actúa de tal manera que trates a tu Nación siempre solo como un medio, y nunca como un fin en sí misma”. De este imperativo se siguen algunas implicaciones.
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