Reconozco que me cae bien el papa Francisco. ¿Cómo podría no hacerlo un hombre tan dicharachero, tan paternal? En un mundo repleto de gritos, es reconfortante contar con un líder como él, tan bienhumorado (o, al menos, bienhumorado hasta que le mencionas el liberalismo, que parece ser de las pocas cosas que le excitan cierta agresividad). Me imagino perfectamente a Jorge Bergoglio como un buen cura de mi parroquia, alguien con quien sentarte a tomar pastas en torno a las faldillas de la camilla mientras el invierno castellano, fuera, arrecia, enciende un poco el brasero, Jorge, anda.
Aunque el mar ignora la tragedia y el mundo asiste sordo al exilio migratorio, el corazón más frio queda sobrecogido ante la desoladora imagen de la muerte de un niño besando sin aliento la espuma de las olas del mar
Se desconoce el secreto de la longevidad del padre Clemens, que lleva desde 1936 dando guerra o, mejor dicho, repartiendo paz, en las trincheras espirituales de los púlpitos de Bélgica.
Hace dos horas que he apagado el ordenador. Por el momento no ha sucedido nada, pero no desespero, hay que ser paciente, no va a funcionar esto al primer intento.