«Vivimos alegremente la era del eufemismo. La sociedad de hoy necesita que las palabras escondan, sugieran más que muestren»
Si a una personita de diez años, por ejemplo, que vive en un pueblo de la provincia de Cáceres o Badajoz se le pregunta hoy por Extremadura dirá seguramente que es una de las 17 comunidades autónomas (nacionalidades o regiones) en que se divide la Nación-Estado que es España, que cuenta además con dos ciudades […]
¿Existe un Murillo secreto? ¿Una cara desconocida del famoso pintor de ángeles e Inmaculadas? El artista que conforma la iconografía amable de la Contrarreforma, ¿tiene también un lado revolucionario y rompedor?
Y Sevilla. Dicen que en Sevilla hay que morir, que Dios descansó a las orillas del Padre Betis, que si te atropella un coche en Sevilla probablemente la culpa, la culpita, sea del chófer de un ‘diresto generá’ que dicen por ahí abajo de los gerifaltes de la Junta. En abril, Atocha es ya la previa de la caseta y el recuerdo de ese tiempo risueño del felipismo que te ponía un pabellón en la Expo 92 y te tapaba la «cal viva»: magia pura. Pero en Sevilla hay que morir, que Sevilla es Castilla frutalmente propagada. La ciudad de Juan Joya «Risitas» y de Machado. La ciudad de Jaime Moreno y de Murillo, la barroca y la de los chabolos. La de la Macarena y la Triana (topicazo que queda bien). La Sevilla dual que sesea o cecea según el barrio o los barros del Aljarafe. La de Joselito y Belmonte. La ciudad donde Javier Arenas nunca fue victorioso y donde todo tiene calor de ‘servesita’ y sueño perdido. En Sevilla hay que morir, si es posible en Feria y convidado por un capillita al que probablemente no vuelvas a ver. A Sevilla iba yo convocado por Griñán antes de que saliera su quilombo, y allí había compadreo entre los ERES y los plumillas, que la Justicia es lenta y la Feria corta. Y el gobierno autonómico del mismo color siempre, vestido de faralae en una imagen que nunca olvidaré.
Estoy en Sevilla. Por la primavera recién estrenada está despuntando abril y de nuevo el mundo de la vida cumple con el rito de sorprenderse ante la trivialidad de la sucesión de las estaciones. Somos hombres y, por lo tanto, naturaleza insurgente que hace de un brote nuevo una inspiración metafísica y de la carne transeúnte un alboroto del alma. He venido a incordiar. A los intelectuales nos pagan para hacer de bufones de la conciencia insatisfecha. Así que hablaré del deber moral de ser inteligente en la facultad de derecho.
El país sumido en una auténtica crisis económica, cientos de inmigrantes subidos a una valla esperando la oportunidad de una vida mejor, millones de españoles en paro.. pero cuando hay fútbol se aparcan los problemas y se enciende la televisión.