Confieso mi interés por Vox. No mi interés personal, que ese no lo confieso. Sino el del analista. Por tres razones. Primera, porque creo en la democracia representativa y considero una anomalía de nuestro sistema que el pensamiento liberal-conservador español, muy vivo en la sociedad civil, no tenga representación nítida. Nuestro arco parlamentario va de corrido desde la izquierda menos recatada y la socialdemocracia, pasando por el centro reformista, hasta… pararse en seco. Las Cortes están cojas. En segundo lugar, Vox es una oportunidad de que esa derecha sociológica, tan fragmentada en milimétricas variantes de inmenso interés intelectual (democristianos, liberales, conservadores, tradicionalistas, distributistas, reaccionarios, etc.) encuentre un útil denominador común. Lo es porque la trayectoria de sus fundadores, encabezada por el liderazgo moral de Ortega Lara, no viene marcada por ninguno de los grupos clásicos de la derecha histórica.