«Bien podría decirse que el camino a los hornos crematorios empezó a pavimentarse en las habitaciones de un hotel de lujo con vistas a las cimas nevadas de los Alpes»
Los enemigos de Mariano Rajoy, que no han sido siempre los de España, terminan cayendo uno tras de otro como los frailecillos de los documentales de La 2. Los enemigos de Rajoy fueron amigos en el PP antes de que el presidente se revelara inmortal. Todos caen menos Mariano.
Si en España se nos agrietara un pobre glaciar aparecerían, si es por el Aneto, una ristra de facturas impagadas de los ‘pujoles’. O quizá el cadáver momificado de un autónomo que fue a probar suerte como heladero vegano donde el cielo besa al picacho nevado. En España no quedan glaciares que merezcan la pena, sino una nieve sucia que queda pisada por el polvo sahariano en las zonas umbrías del Veleta cuando voy de senderismo con mi amigo Pulido en un ejercicio de tolerancia sufí y piedras.
En España la factura es a lo sumo un gesto incómodo. Y cuando vienen a arreglarle a uno la persiana de su casa le preguntan por delante si va a querer factura. Por el tema de Montoro y el veintiuno por ciento.
La organización Intermón Oxfam ha publicado un informe en el que asegura que ocho personas (“ocho hombres, en realidad”, precisan sus autores) poseen más riqueza que la mitad más pobre de la humanidad. Ese es el titular que han repetido todos los medios, a partir de un informe suficientemente largo como para que nadie, y menos que nadie los periodistas, se lo hayan leído. Consta de 46 páginas compuestas a partir de proclamas políticas. En ellas nada se dice sobre cómo han adquirido su riqueza los odiosos ocho. Son empresarios, y han creado más riqueza de la que poseen, porque una parte se la han llevado los impuestos y otra la han donado. Y, por supuesto, tienen todo el derecho a darle el destino que quieran, un derecho del que Oxfam carece por completo.
El mundo financiero no suele perdonar una traición y las venganzas se sirven en platos fríos. Suiza dice que tiene un buen ejército y aunque no es país belicoso, tras lo acontecido la semana pasada lo va a necesitar.
Sí, ese país con mala prensa, por ‘los gnomos de Zúrich’ y las fortunas escondidas por dictadores y narcotraficantes. Pero un país, en realidad, admirable y respetuoso de la dignidad de las personas. La verdadera Suiza es la de aquellos niños españoles de Ginebra y de Uzwil. Eso es Suiza.
Cañete luciéndose con repulsivas declaraciones propias del cansancio ha ofrecido algo de foco a una campaña gris y con escasa Europa de nuestros políticos inmovilistas: resistentes a probar nuevas fórmulas y satisfechos de mirarse el ombligo.
Uno se imagina las reacciones de indignación, de incomprensión, en nuestra izquierda ante una sociedad tan poco… social como la suiza. Pues habrá que explicar: no, no son masoquistas. Están mejor educados que nosotros y ceden menos a la demagogia.