El Parlamento de Tailandia invitó este martes a Maha Vajiralongkorn, hijo del difunto rey, a convertirse en el nuevo monarca, poniendo fin a varias semanas de incertidumbre, pero el sucesor al trono no estaba presente. Ni siquiera estaba en el país, porque vive en Alemania. Aunque la ceremonia de la coronación no se celebrará hasta antes de un año, tras la cremación del cuerpo del rey Bhumibol.
Los analistas evocan, amparándose en el anonimato por miedo a represalias, el nerviosismo que impera en el palacio y el gobierno militar a causa de la «imprevisibilidad» del príncipe, rasgo confirmado por su permanencia en Europa. «Le gusta su vida en el extranjero, sin responsabilidades. Va a reinar seguramente a distancia y dejará a sus hermanas inaugurar los crisantemos», estima una politóloga tailandesa en declaraciones a AFP. Además de heredar una de las monarquías más ricas, Vajiralongkorn se verá protegido por las más rigurosas leyes del planeta contra la difamación de personalidades reales, que amenaza con prisión a toda persona crítica de la familia real. La figura del rey en Tailandia no es meramente simbólica, el nuevo monarca también se convertirá en el jefe constitucional de un país polarizado, atrapado en un ciclo de golpes de Estado, protestas y violencia política. Durante muchos años, el príncipe fue poco escuchado en público, pero en el ocaso de su padre -y con Tailandia gobernada por los militares- asumió varias funciones oficiales. El año pasado lideró dos eventos ciclísticos masivos muy simbólicos que recibieron gran cobertura mediática, ubicándose así en el centro de la escena nacional.