Escribía Unamuno en su obra Del sentimiento trágico de la vida que “el ansia de no morir, el hambre de inmortalidad personal, el conato con el que tendemos a persistir indefinidamente en nuestro ser propio (…), es la base efectiva de todo conocer y el íntimo punto de partida personal de toda filosofía humana”. Y ciertamente ese deseo de trascender los límites de nuestra condición o experimentar la inmortalidad es algo que ha estado presente a lo largo de la historia de muy variadas maneras. Pero, ¿podremos realmente llegar a ser inmortales?