Verbenas

Las tradiciones más castizas de Madrid resisten en San Isidro

Las tradiciones más castizas de Madrid resisten en San Isidro

Este fin de semana la Pradera de San Isidro promete recordar a los madrileños su tradición, historia y costumbres más castizas. Chulapas y chulapos bailarán a ritmo de chotis, mientras que los trajes goyescos lucen sus bordados en la verbena y los madrileños disfrutan de las rosquillas y la limonada a la hora de la merienda. Sin embargo, aunque la fiesta del patrón de Madrid sea una de las citas más populares de la capital, son pocos los madrileños que se apunta a seguir con estas tradiciones. El olvido, el desinterés de las nuevas generaciones y la gran variedad de culturas de Madrid dejan a unas cuantas asociaciones al cuidado del recuerdo de nuestro folclore.

¿Por qué ya no nos vestimos de chulapas?

¿Por qué ya no nos vestimos de chulapas?

Blusa ceñida con mangas de farol, falda o vestido de lunares hasta los pies, pañuelo en la cabeza (y asomando dos claveles), pelo recogido con un moño y mantón de Manila que realza y hace más vistoso el atuendo de la chulapa. Para ellos (y por qué no, también para ellas): chaleco o chaquetilla corta estrecha con clavel en la solapa, pantalón oscuro y ajustado, gorra negra o con pequeños cuadros, botines y pañuelo blanco al cuello. El traje regional es imprescindible cuando hablamos de San Isidro, de la fiesta castiza en la pradera y de las raíces de Madrid. Sin embargo, cada vez son menos quienes lo lucen durante estos días y la tradición se va desdibujando entre la lluvia que habitualmente acompaña al 15 de mayo.

La verbena del pueblo

En unas horas de música, las orquestas de la verbenas hacen bailar a todas las generaciones de un pueblo que se echa a la plaza año tras año, unidos por la música, la comida, la bebida, la fiesta. Para muchos las verbenas de los pueblos resultan anacrónicas, cañí, otra extravaganza más de la España de la pandereta, y seguramente tengan algo de razón. Pero debe haber algo atávico en todo esto que nos lleva a volver cada verano a bailar el ‘Sarandonga’ al aire libre, en las calles y plazas y entre los vecinos que nos vieron nacer y crecer, y disfrutar y reír rodeado de los nuestros. En verano, España es un pueblo en fiesta.

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