«Debemos asumir que las consecuencias de los errores cometidos por estados vecinos no conocen de límites, aduanas ni fronteras»
«Al escuchar a Donald Trump anunciando la muerte de Abu Bakr al-Baghdadi, yo pensé en Nadir y en la actitud chulesca que durante tres horas mantuvo ante aquel tribunal»
Lassana Bathily, Franck Terrier, Guillaume Valette y Aurélie son héroes, supervivientes y víctimas del horror de los atentados yihadistas en Francia
Cada vez imagino más al país vecino como una gran alfombra que no asume sus colores. Un tapiz bajo el cual el Estado cree poder guardar sus vergüenzas.
“Il nazionalismo senza solidarietà” tituló en portada La Repubblica cuando, hace un año, el separatismo catalán decidió romper toda relación con la ética y pervertir una manifestación que debía ser un homenaje a las víctimas y una condena al terrorismo yihadista que golpeó en Barcelona y Cambrils.
Recuerdo que hace un año estaba yo en Tarragona cuando se produjeron los atentados de La Rambla y Cambrils. Recuerdo el día, rodeado de mis amigos catalanes, los rostros de dolor sincero, la angustia, el temor, junto al Mediterráneo.
Termina 2017, y con él el primer año de Trump y el último del procés; se cierra el año de las fake news o, si prefieren, de las mentiras descaradas.
Era de esperar. Tras la conmoción inicial, ha llegado el momento del dolor de los pecados: ¿Qué estamos haciendo para que pasen estas cosas?
Desconozco la biografía de Younes Abouyaaqoub, principal sospechoso de la matanza de Barcelona, pero puedo imaginármela: el hijo de una ideología del resentimiento, a la que se le superpone el fracaso social y educativo.