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Edith Piaf llega en la voz de Mariaca Semprún: “Tampoco me arrepiento de nada”

Mariaca Semprún pasa en los camerinos hasta tres horas preparando su personaje. Lograr el rostro pálido, la mirada triste, así como el caminar adolorido del “gorrión de París” tomó su tiempo, confiesa.

Edith Piaf llega en la voz de Mariaca Semprún: “Tampoco me arrepiento de nada”

Mariaca Semprún pasa en los camerinos hasta tres horas preparando su personaje. Lograr el rostro pálido, la mirada triste, así como el caminar dolorido del “gorrión de París” tomó su tiempo, confiesa. La obra Piaf, Voz y Delirio ya lleva 80 funciones pero este 7 de junio será su primera vez en Madrid. La venezolana que interpreta a la leyenda de la música francesa, Edith Piaf, actúa por primera vez en España.

Semprún habla de Piaf en presente, como si ésta aún estuviese viva. Y quizá lo está en su interpretación que se presenta en el Teatro Fígaro que se convertirá en suburbio, bar, cabaret, esquina de la Ciudad de las Luces para contarnos más de esa pequeña gran mujer que creció en la desventura, padeció el amor y la droga, la guerra y la enfermedad y terminó seduciendo a generaciones enteras de amantes de la música, sanando a otros a través del arte –a pesar de que ella no pudo sobrevivir a sus propios padecimientos–.

Con esta pieza, la venezolana intentará seducir al público español con una obra que fue estrenada en Caracas pero que sería «casi imposible» hacerla allí, no solo por la crisis venezolana sino porque el guionista de la obra y pareja de Semprún, Leonardo Padrón, es un intelectual venezolano que se ha convertido en blanco del chavismo por sus críticas al Gobierno de Nicolás Maduro.

¿Es la primera vez que trabajas en España? Hay carteles por todas partes…

Estoy a la expectativa porque aquí en Madrid hay mucho teatro y muy buen teatro. El público español, infiero, debe ser muy exigente. Estoy muy emocionada porque siempre me ha gustado este país y es la primera vez que vengo a trabajar acá. Pero tengo cierta certeza, por la experiencia que ya traemos, de que el espectáculo funciona y funciona muy bien.

¿Dónde se presentó anteriormente la obra?

Se estrenó en Caracas. De allí se trasladó a Miami, con una temporada larga. Hicimos un verano entero y después repetimos en noviembre y diciembre. De allí fuimos a Orlando y hace menos de un mes estuvimos en México.

¿Cómo fue la experiencia en México? 

Fue interesante porque la mayoría del público fue mexicano, a diferencia de Miami, donde tuvimos mucho público venezolano. En México hubo un recibimiento fabuloso. Hicimos un estreno con 1.100 personas. Leonardo Padrón, mi pareja y guionista de Piaf, Voz y Delirio, está escribiendo un proyecto allá y pudimos intercambiar con mucha gente. Con emblemas del arte allá, como Natalia Lafourcade o Marco Antonio Muñiz, me sentí bienvenida. Creo que vamos a regresar el año que viene.

Edith Piaf es quizá una de las artistas más densas de la historia de la música. ¿Cómo trabajaste el personaje? ¿Tuviste que aprender francés?

Sí. Yo no hablaba nada de francés. Ahora puedo decir palabras y sé lo que canto. El proceso vocal fue largo porque era cantar en un idioma que no hablo y que es muy complicado. Me llevó tiempo. Fueron como seis meses o más de trabajo vocal nada más. Ahora, toda la otra parte empezó un año antes del estreno. Es decir, la parte de la investigación, revisar todo el material audiovisual, leer biografías… hay información que se contradice entonces hizo falta contrastar para, de allí, partir y decir: okay, esto es lo que queremos contar y los fragmentos de la vida que queremos decir. Eso también llevó un buen rato.

¿Te gustaba Piaf desde antes de este proyecto?

No era particularmente fanática pero siempre había sabido quién es ella. No recuerdo en qué momento alguien me la presentó, pero yo sabía que esa voz de esa música francesa, era Piaf. Ahora, por su puesto, la admiro como a todas las grandes cantantes, pero no había profundizado en su vida.

¿En qué se parece Mariaca Semprún a Edith Piaf?

En nada. No tenemos nada en común. Bueno, lo único que tenemos en común es el haber usado el arte como forma de salvación. Esta obra nace en Caracas en plena crisis venezolana, con muchos problemas y surge para llevarle la contraria a todo el entorno. Para hacernos sentir que éramos capaces de lo que fuera, que había esperanza. Creo que eso es lo que ejerzo con mi oficio. Ella usó sus canciones y su público como forma de salvación, y yo estoy usando las de ella como una inspiración para generar belleza en medio de tanto caos y así inspirar también a la gente.

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Entrevista con Semprún para The Objective. | Foto: Claudia Campos / The Objective

 

¿Cómo es tu proceso para entrar y salir de este personaje que es tan denso? Te sometes a una transformación física y emocional muy fuerte. ¿Cómo lo has manejado? ¿Cómo has hecho para no quedarte atrapada en una vida tan tormentosa como la de Edith Piaf?

No es fácil. El proceso de preparación para un función dura como tres horas. De modo que el proceso de preparación dura más que la propia obra porque hay todo un trabajo de caracterización: el de las pelucas, las uñas postizas, calentar la voz, calentar el cuerpo… porque su corporalidad era muy particular por sus enfermedades y poder cantar en el escenario con esa corporalidad es un reto enorme.

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Ensayo de Mariaca Semprún para la obra. | Foto: Claudia Campos / The Objective

 

Has escenificado varios personajes femeninos como en la obra de La Novicia Rebelde (Sonrisas y lágrimas) o el musical de La Lupe. ¿Es una forma de reivindicar la voz de la mujer en el arte?

Fue casual. El monólogo anterior, que fue el de la Lupe, fue una propuesta hecha por un equipo (de producción). No fui yo la que la buscó. De hecho, estaba muy asustada porque esos personajes generan mucho fanatismo y la gente se siente defraudada si va a ver un espectáculo que no llena las expectativas, entonces hay una doble responsabilidad. Gracias a la Lupe, y a que todo salió bien, a ese mismo equipo se le ocurrió hacer la vida de otra cantante. Quise seguir con esta línea porque me ha interesado mucho la vida de ellas; por lo dramáticas que son sus vidas, lo interesante que es contarlas y por las canciones. Lo que más me atrapa de estas artistas es su música y ese fue el punto de partida para las dos. Yo creo que son mujeres que tienen mucho que decir y todavía mucho que enseñar.

Estrenaste esta obra en Venezuela, y tuvo un gran éxito, pero ha continuado en el extranjero. ¿Es difícil montar un espectáculo como este en la Venezuela de hoy?

Esto se estrenó hace casi dos años. Yo creo que ahorita sería tres veces más difícil porque la crisis ha aumentado. Y la crisis económica más. La escasez de materia prima, desde construir la escenografía hasta comprar el mobiliario, fue muy difícil. En el momento en que esto se estrenó ya era casi un milagro y la gente no lo podía creer. Yo sentía mucha emoción porque pensaba ‘no todo está perdido’. Hoy en día lo vería casi imposible de repetir pero el grupo de artistas que se mantiene en el país, no desmaya.

¿Cómo es la vida de una venezolana en el extranjero? ¿Cómo es la experiencia de pasar de haber sido una estrella en Venezuela a trabajar en el extranjero siendo mucho menos conocida?

Eso me gusta. La fama la entiendo como una consecuencia de mi trabajo pero no es algo con lo que me siento cómoda. Si yo puedo pasar desapercibida en la calle, me gusta más. La vida de la salida del país, que tengo ya casi un año afuera, fue por Piaf. Desde que Piaf abrió el telón, no lo ha vuelto a cerrar. Fue una salida del país un poco extraña. No fue planeada ni voluntaria, sino por trabajo. Si no estuviésemos viviendo esa crisis, yo creo que igual estaría viajando porque la obra lo permitió. Ahora, es imposible salir del país y no viajar con el país dentro de ti. Es imposible no involucrarse con todo lo que está pasando allá. Es imposible huirle a esa realidad. Es muy triste y desgarrador todo lo que pasa en Venezuela, pero a pesar de uno estar lejos, desde afuera se valoran más las cosas y nunca voy dejar de valorar el haberme formado allí. Eso hizo quien soy hoy en día. Así que, como diría Piaf, ‘yo –tampoco– no me arrepiento de nada’.

¿Qué personaje sientes que te falta por interpretar? Si la vida terminase mañana, ¿cuál sería ese que no dejarías escapar?

Los personajes son infinitos, como las personas. No tengo ninguno pensado en particular pero quiero cerrar este ciclo de cantantes con una tercera cantante. Todavía estoy pensando cuál va a ser. Quiero hacer una suerte de trilogía, antes de seguir con mi carrera de cine, televisión o teatro.

Escuché una entrevista donde decías que la obra también busca hacer reflexionar acerca del rol del arte en la vida. ¿Cuál es para ti ese rol?

El arte es una forma de salvación. Es un cable a tierra para el ser humano. Nace para vernos en un reflejo. Para entendernos, para ver nuestro origen. Entender el porqué de la sociedad. Sin arte la vida no tiene tanto sentido. Es fundamental para cualquier ser humano el vínculo con su cultura.

En el caso de Piaf es una salvación que va más allá del simple hecho de salvarte de la enfermedad o de la muerte o de la vida misma, ¿no?

Sí. Es una salvación espiritual. No simplemente me salvo yo como artista, sino que el público se siente en otro lugar por dos horas. Se escapa de los problemas y de la vida cotidiana.

¿Qué recomendación darías a los jóvenes que quieren dedicarse al teatro?

Que se enfoquen en la preparación porque ese es el suelo donde uno camina.

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