Los cartuchos de NES, la consola que representó el inicio en el mundo del videojuego para muchos de esos millenials geriátricos que rondan hoy los cuarenta, se han convertido en un icono de la cultura popular, tanto como la imagen de un diskette o un CD. Todos podemos identificarlos sin problema. Lo que quizás no sepa tanta gente es que esa distintiva silueta pertenece a la versión occidental de la consola, lanzada en 1985 en Estados Unidos y poco después en Europa. En Japón, las siglas NES no dicen tanto como aquí: el nombre con el que se conoce al dispositivo, desde su lanzamiento en 1983 hasta la fecha, es el de Famicom, el acrónimo de Family Computer.
Su diseño era también bastante diferente, más redondeado y colorido, ligeramente cercano a esa estética kawaii o adorable que tanta importancia tiene en la mentalidad japonesa, no solo entre la gente joven. Los cartuchos tenían una forma distinta: rectangulares y de bordes suaves, coloridos, con un amplio espacio que permitía a los desarrolladores mostrar la portada en todo su atractivo.
No es difícil ver en estos cartuchos de Famicom un lienzo en miniatura. Esta es la razón de ser de la exposición Famicase Exhibition, que se lleva a cabo cada primavera en la tienda Meteor, en Tokio, desde 2005. Los artistas participantes deben diseñar la carátula de un juego ficticio e idear para el mismo una sinopsis. Sus obras se exhiben en cartuchos reales. Muchos de los trabajos resultantes recogen a la perfección no solo el espíritu de la época, esos ochenta en los que los videojuegos abrían una puerta desconocida y emocionante al futuro, sino también el de la propia Nintendo, una empresa que se esfuerza en mostrar la cara amable del medio a través de estéticas familiares y colores pastel.
展示中の『わたしのファミカセ展』全作品には、裏面に作品のストーリーやアーティストの情報が掲載してあります。ご自由にお手にとってご覧くださいhttps://t.co/KRJ9AefryU#famicase pic.twitter.com/mtY7vzCf7Q
— METEOR (@meteor_club) June 1, 2021
Aunque la exposición estará abierta de forma presencial hasta el 31 de agosto, la inevitable particularidad de este año de pandemia ha propiciado que sea posible visitarla de modo online. Hay diferencias, claro. Parte del encanto se encuentra en lo sensorial: tocar cada cartucho, sentir el peso como si fuera uno real. Pero los numerosos aficionados a lo largo del mundo que por fin pueden disfrutar de ella seguro que lo agradecen, pese a perder estos detalles.
No todos los artistas nos transportan a esa niñez despreocupada que parece ligada al recuerdo de la Famicom, no obstante. Hay quien aprovecha el cartucho -lienzo desde el minimalismo, buscando una composición grave que contraste con el colorido y las formas redondeadas del espacio en que se ubica. Otros lo emplean para reimaginar una obra contemporánea o un juego existente en nuestro tiempo desde lo retro.
Las sinopsis forman parte constituyente de la obra, ampliando el universo sugerido. De nuevo, un homenaje bien entendido a esa narrativa del videojuego que nos seducía hace décadas. Cuando no teníamos Youtube, Twitch o redes sociales a nuestro alcance, las bazas comerciales eran mucho más limitadas. Los responsables de marketing de la época tenían el reto de atraer al comprador amplificando todo lo posible el atractivo de esas carátulas, que en la mayoría de las ocasiones eran mucho más espectaculares que el juego en sí; y haciendo lo propio con las sinopsis que prometían una historia trepidante, apenas intuida, finalmente, en el conjunto. Participar en la exposición Famicase supone comprender esta premisa, partir de ella y divertirse con sus posibilidades artísticas.
Famicase Exhibition, con sus dieciséis años de vida y los cientos de artistas que han pasado por ella, es la cristalización del espíritu de Meteor. Un híbrido humilde entre tienda y galería de arte, como ellos mismos se definen, nacida del amor a «los videojuegos y el diseño», que sabe aprovechar el atractivo de la nostalgia ofreciéndole una independencia expresiva. No se trata de vender camisetas con el logo de Atari o llaveros con una pequeña Famicom producidos en masa, sino de aprehender la esencia de ese pasado ya transmutado en clásico. Repensarlo como un universo de referentes que respiran más allá de la convención a la que están sujetos.
En su tienda, que realiza envíos a todo el mundo, encontramos homenajes a la estética pixel-art, al entrañable WordArt, o a iconos de diseño como el iPod o los antiguos Mac. Todos ellos reimaginados para convertirse en objetos con una imagen propia. Y por supuesto, tan irresistibles a la vista como un pequeño cartucho de Famicom.