Cannes y Netflix: un enfrentamiento inesperado
No hay edición del Festival de Cannes que se precie sin una buena polémica inicial. En la 70 edición, la polémica no ha envuelto a una celebridad, como suele ser costumbre, sino a un concepto: la nueva forma de consumir contenidos audiovisuales.
No hay edición del Festival de Cannes que se precie sin una buena polémica inicial. En la 70 edición, la controversia no ha envuelto a una celebridad, como suele ser costumbre, sino a un concepto: la nueva forma de consumir contenidos audiovisuales. Por primera vez en la historia del festival, dos películas candidatas a la Palma de Oro son originales del servicio de streaming por excelencia, Netflix. Se trata de Okja, de Bong Joon-Ho y de The Meyerowitz Stories, de Noah Baumbach.
Este dato podría ser esperanzador: el festival cinematográfico más prestigioso del mundo se rinde a una realidad sociocultural como es el visionado de películas a través de dispositivos electrónicos. No obstante, el importante lobby de exhibidores y distribuidores galos ha logrado que esa esperanza quede en papel mojado. El Festival de Cannes ya ha anunciado una modificación de su normativa que prohíbe, a partir de la próxima edición, la inclusión en su programación de cintas que no vayan a recibir estreno comercial en salas tradicionales.
Netflix, fiel a su filosofía
El gigante del streaming está dispuesto a pasar por el aro, pero a medias. Netflix no se ha opuesto a que esas dos películas se estrenen en las salas francesas, no obstante sí que ha puesto una condición: que las cintas se estrenen simultáneamente en cines y en Netflix. La compañía siempre ha cumplido con la premisa de ofrecer sus contenidos originales directamente en su plataforma, una premisa que está directamente relacionada con su filosofía empresarial.
Esta condición de la compañía de Reed Hastings ha contado, como era de esperar, con el rechazo de los exhibidores galos. Además, la propuesta de Netflix es, a día de hoy, irrealizable por la propia legislación francesa, que estipula que un film que es estrenado en las salas debe esperar 36 meses para estar en un catálogo de una plataforma digital. Toda esta controversia podría afectar directamente a los usuarios franceses, que podrían llegar a verse perjudicados en el caso de que no pudieran acceder a estos contenidos hasta tres años después, mientras que en el resto del mundo sí podrían hacerlo. Netflix no permitiría algo así.
Opiniones encontradas
Este enfrentamiento entre exhibidores, distribuidores, el propio Festival de Cannes y la compañía norteamericana ha generado todo tipo de opiniones y declaraciones. En el seno del jurado del festival, presidido por el español Pedro Almodóvar, caben todos los criterios y pareceres.
Almodóvar se ha posicionado contundentemente en contra de la inclusión de películas no estrenadas en salas en la sección oficial del festival
El propio Almodóvar se ha posicionado contundentemente en contra de la inclusión de películas no estrenadas en salas en la sección oficial de este festival, el más prestigioso del mundo. “Estas plataformas digitales, estas nuevas formas, no deberían sustituir a otras existentes como las salas de cine. Bajo ninguna circunstancia deben cambiar los hábitos de los espectadores. La única solución que se me ocurre es que acepten y obedezcan las reglas que ya son adoptadas y respetadas por todas las cadenas existentes”, declaró en la rueda de prensa de presentación de Cannes, a lo que añadió que “no concibo dar la Palma de Oro o cualquier otro premio a un film que no pueda ver en una pantalla grande”.
El actor estadounidense Will Smith, que también forma parte del jurado de la presente edición en Cannes, se posiciona en el lado contrario de la controversia. Según Smith, ambas formas de ver cine son compatibles. «Tengo en casa a jóvenes de 16, 18 y 24 años. Van al cine un par de veces a la semana y ven Netflix… No sé en otros hogares, pero en mi casa Netflix no ha tenido absolutamente ningún efecto en los que van a ver al cine”, aseguró el actor. “En mi casa, Netflix no ha sido nada más que un absoluto beneficio porque pueden ver películas que no habrían visto de otro modo”, añadió.
Aprender a aceptar las nuevas formas de consumo
Como las lenguas no las crean y transforman las Academias, sino la gente que las habla, los hábitos de consumo no los imponen las industrias, sino la sociedad. Lo que no parece haber entendido Cannes es que la fuerte crisis de la industria cinematográfica tiene mucho que ver con los hábitos de consumo. En la pasada década, la piratería le comió el pastel a la industria, que en muchos países -por ejemplo, y especialmente, en España- no se supo combatir. Lo que han traído plataformas como Netflix, pero también HBO u otras cuantas, es una solución a un grave problema.
La piratería -que sigue siendo una cuestión a combatir- descendió en 2016 en España por primera vez en diez años, según un informe del Observatorio de la Piratería y Hábitos de Consumo de Contenidos Digitales. Ese año, Netflix entró en territorio español, y las coincidencias no existen. El lobby de distribuidores y exhibidores en Francia quiere mantener una hegemonía ya imposible, y sus esfuerzos por vetar creaciones alternativas a las más tradicionales -precisamente en la tradición se han basado para presentar sus quejas- serían más efectivos si se trasladaran a acercar de nuevo el buen cine a la sociedad.
Los Oscar ya entregan estatuillas a películas made in Netflix u otras plataformas, el terreno de las series ya es dominio de HBO y de la compañía de Reed Hastings. Este fenómeno es imparable. Quien no lo quiera ver está ciego, y las medidas inesperadas por decreto, como la ejecutada por el Festival de Cannes, no evitarán lo que los consumidores ya han dictado.