Nahuel Pérez Biscayart, actor de '120 pulsaciones por minuto': "Los jóvenes tratan el sida como algo del pasado"
Nahuel Pérez Biscayart está sorprendido: «Hoy las generaciones más jóvenes tratan el sida como si fuera algo del pasado». Habla sin enfado pero con contundencia. «Conozco casos de gente joven a la que, de golpe, diagnostican y uno dice: ‘Guau, ¿cómo puede ser que después de tanto trabajo, después de tantas muertes, tanta lucha dada no haya disminuido?'». La lucha a la que hace referencia es la que retrata 120 pulsaciones por minuto, una película sobre la crisis del sida en Francia en los años 90 que llega este viernes a España después del éxito amasado en la cartelera gala. Protagonizada por Pérez Biscayart y ganadora del Grand Prix, del premio FIPRESCI y de la Queer Palm en la pasada edición del Festival de Cannes, es el tercer largometraje de Robin Campillo, una de las revelaciones del cine francés actual.
Nahuel Pérez Biscayart está sorprendido: «Hoy las generaciones más jóvenes tratan el sida como si fuera algo del pasado». Habla sin enfado pero con contundencia. «Conozco casos de gente joven a la que, de golpe, diagnostican y uno dice: ‘Guau, ¿cómo puede ser que después de tanto trabajo, después de tantas muertes, tanta lucha dada no haya disminuido?'». La lucha a la que hace referencia es la que retrata 120 pulsaciones por minuto, una película sobre la crisis del sida en Francia en los años 90 que llega este viernes a España después del éxito amasado en la cartelera gala. Protagonizada por Pérez Biscayart y ganadora del Grand Prix, del premio FIPRESCI y de la Queer Palm en la pasada edición del Festival de Cannes, es el tercer largometraje de Robin Campillo, una de las revelaciones del cine francés actual.
«Era un tema que él había vivido, que el coguionista también había vivido, que el productor también había vivido», cuenta el actor argentino, que tuvo que «afilar» su francés para este trabajo. «Entones uno empieza a decirse: ‘Esto es una historia que tiene detrás a un grupo muy tocado de manera íntima'». Porque además de director de La resurreción de los muertos (2004) y de Eastern boys (2013), Robin Campillo también fue militante en los 90 de ACT UP-París, organización que centra 120 pulsaciones por minuto. Fundada a finales de los 80 como respuesta al silencio con el que François Mitterrand trataba las más de 2.500 muertes que anualmente dejaba la enfermedad en Francia, la entidad se propuso ponerle cara a la epidemia.
«Silence=Death» (Silencio=Muerte) era el eslogan que se podía leer en las camisetas de los activistas de ACT UP-París durante su primer die-in, una protesta en la que los militantes se tumbaban en la calle fingiendo estar muertos a modo de reivindicación, de súplica y de doloroso presagio. No fue el único momento en el que la organización intentó llamar la atención sobre el problema que estaba causando el virus. Sus actos incluyeron colgar una pancarta en la catedral de Notre-Dame como crítica a la Iglesia Católica y envolver el Obelisco de la Concordia de París con un inmenso condón rosa para promover el uso del preservativo.
Es un ambiente que refleja 120 pulsaciones por minuto, cuyos personajes asaltan un laboratorio farmacéutico al grito de «Asesinos» para protestar contra la inacción de la compañía. Pérez Biscayart, que interpreta a Sean, rechaza la palabra «radical» para describir el funcionamiento de ACT UP-París. «Decir ‘radical’ a un grupo de personas que pintaba las paredes con sangre artificial me parece radical. Considerar que el valor material de una pared tiene más valor que una vida humana me parece radical».
«Fuerza, sutileza y delicadeza»
120 pulsaciones por minuto despertó el interés de Pérez Biscayart desde el principio. «Leí un guion que tenía una fuerza y un nivel de sutileza y de delicadeza en los diálogos y en la construcción que me dejaron muy sorprendido. Me emocioné al leerlo, me reía, me pasaban cosas que raramente pasan cuando uno lee guiones». Porque además de la esfera política, la cinta gira también hacia lo íntimo con una historia de amor en los tiempos del sida que aligera con una pincelada de romanticismo la película, en sí misma una fuente de conocimiento prácticamente inaccesible en aquellos años 90 que retrata el drama de Robin Campillo.
Pero a pesar de la información, disponible -ahora sí- en títulos como 120 pulsaciones por minuto, las muertes siguen ocurriendo. De ahí la sorpresa de Pérez Biscayart, que, como Sean, mira hacia la política: «El rol del Estado es todo en estos asuntos. Cuando hay una voz ahí muy fuerte que expande conocimiento e información a la población y que la educa, esas personas tienen la libertad de cuidarse, de saber y de protegerse».