Desde que comenzó la vuelta al cole, son muchas las voces que han propuesto la educación al aire libre. En medio de la crisis sanitaria creada por el coronavirus, impartir asignaturas en espacios abiertos podría suponer una reducción exponencial del riesgo de infección de la COVID-19, ya que cada vez la evidencia se inclina hacia la teoría de que el virus se puede transmitir por aerosoles. Bajo esta premisa, los espacios cerrados y mal aireados el contagio del virus aumentarían la probabilidad de contagio con respecto al aire libre.
Pero sus beneficios no se quedan únicamente ahí. Las clases al aire libre podrían hacerse en entornos naturales y verdes, algo que múltiples estudios han demostrado como positivos para los alumnos. Federico García, de la organización SEO/Birdlife, apunta que “hay estudios hechos que demuestran que, en contacto con la naturaleza, a los chavales que están en formación les genera beneficios como una mayor concentración, un menor grado de estrés, de posible conflictividad, etc.”
Una postura que también defienden desde Teachers for Future, organización en la que Miriam Leirós es la coordinadora. “Proponemos esto en un momento en el que ha salido un informe científico que confirma que el contacto con la naturaleza no sólo ayuda al desarrollo de la inteligencia, sino también a los problemas de comportamiento”.
Leirós, profesora de un centro en Galicia, apunta que ella ya lo hacía desde antes con sus alumnos en el río que tiene cerca de su escuela y que su experiencia ha sido siempre muy buena. “Para ellos es fantástico porque ahora notan la liberación. Durante el tiempo de clase están totalmente sentados, no hay casi movilidad. Además de que tiene más sentido estudiar una planta en persona que a través de un libro, también lo hacemos por infundir el derecho a tener ese patrimonio cultural”.
Sin embargo, aun teniendo constancia de estos beneficios, Federico y Miriam sostienen que no se está instaurando en la mayoría de los centros.
Entonces, si es positivo y favorece el no contagio, ¿por qué no se ha implantado más?
Los dos expertos apuntan en la misma dirección: el sistema educativo de nuestro país. Un sistema que da prioridad a los contenidos y que no permite mucho margen de maniobra a la hora de utilizar herramientas alternativas. “En países nórdicos, donde hay condiciones meteorológicas mucho más adversas, se está trabajando a ese nivel”, apunta Federico García. “Una de las cosas que nosotros reclamamos en las campañas de naturalización de las escuelas y del currículum es que den esas herramientas o esas facilidades a los docentes. Ellos se encuentran con una burocracia y un encorsetamiento. Se da mucha importancia a los contenidos”.
Miriam Leirós también apunta hacia esta línea, y eso que “desde los colegios veo que hay intención en realizar el cambio ahora más que nunca”. “Ha habido muchos cálculos de logística en cuanto al ratio de alumnos, las mascarillas, el gel…. Sin embargo, todo se quedó en medidas funcionales y necesarias, pero en un momento en el que habría que abrirse a un cambio en el currículum, no se ha incentivado las salidas al exterior, el contacto con la naturaleza”.
La educación ambiental no debería depender de la voluntad de cada uno, sostiene Leirós. “Tendría que haber una legislación que permita que, si quieres dar las en la naturaleza o dar un paseo, no dependa de la voluntad individual. Porque esto nos lleva a tener que estar pidiendo permisos a los padres constantemente, asumir responsabilidad… si hubiera una legislación al respecto, para nosotros sería mucho más fácil. El problema es que los docentes tienen -con razón- mucho miedo a las denuncias”.
Aunque tanto como Leirós como García son defensores de esta posibilidad, también son conscientes de que supone un gran cambio para muchos colegios. Debería haber una evolución desde la base, en la que se impartiera a los docentes una formación necesaria en este ámbito. “No somos ingenuos y sabemos que es un giro de 180 grados en muchas cosas. Además, como pasa con las nuevas tecnologías, para que esto prospere bien hay que ofrecer a los docentes esas herramientas y que aprendan a utilizarlas. Parece que echamos el peso siempre sobre los profesores. Ellos lo hacen de forma autodidacta y muchas veces no se les da la formación adecuada. Dentro de nuestra campaña pedimos una formación adecuada para los docentes”, defiende Federico.
Esa ingenuidad que apunta Federico es el entendimiento de que no se puede implementar en todos los centros de la misma manera, ya que no todos tienen zonas verdes cerca o espacios abiertos en los que dar las clases. Aun así, se podría llevar a cabo una naturalización de las aulas de manera gradual, explorando las diferentes opciones del centro. Hay múltiples ejemplos ya en marcha, como la Bosquescuela, con la que colaboran desde SEO/Birdlife, o los huertos escolares.
¿Falta de interés?
Cuando llegó el confinamiento, la opción más rápida que se buscó para poder seguir con las clases fue la telemática. Tras los meses de verano, se podrían haber regulado otros modos de enseñanza, ya probados con anterioridad, pero directamente se ha obviado. Eso es lo que denuncia Federico García: “En el terreno educativo me ha dado la sensación de que, como se podían desarrollar las actividades de manera telemática, no se han presentado otras opciones. Igual que con el teletrabajo. No han hecho la inversión en tiempo de evaluar otras posibilidades”.
Además, “ahora se está planteando una educación presencial, vamos a ver qué otras opciones existen para minimizar ese riesgo, y los puntos positivos que conllevan. No quito, por desconocimiento, que haya algún centro que haya sacado rédito a esto. Pero de manera general no se está trabajando ni por comunidades autónomas, ni se ha planteado como un escenario a trabajar”, finaliza.
Unas palabras que Miriam Leirós también defiende. “Si algo ha quedado en evidencia con el coronavirus es que la educación que tenemos no vale. Tenemos que educar a los alumnos en otras competencias. El miedo a la incertidumbre es una novedad. Quizá se supere el coronavirus, pero los riesgos de zoonosis se están multiplicando por la pérdida de biodiversidad. Fernando Valladares ya decía que cuando se supere este, es probable que venga otro en camino”. Y va a lo que es para ella la raíz del problema: “La educación ha quedado en evidencia porque se ha demostrado que no está en el s.XXI, en el momento de dar un cambio radical y vivencial. Al llamado aprendizaje significativo sólo se llega mediante la experiencia propia. Si no fomentamos este tipo de aprendizaje estamos contribuyendo a las metodologías bulímicas de meter en la cabeza y vomitarlo después en un examen, y esto implicará seguir teniendo malos resultados en PISA”.