Internet nos está volviendo más estúpidos
Leemos más que nunca. Nos interesamos por cuestiones que nunca antes nos habían interesado. Y realizamos decenas de tareas simultáneas mientras estamos online. A primera vista, podría tratarse de un signo de inteligencia, un nuevo impulso intelectual para el hombre digital del siglo XXI. Pero lo estudios científicos realizados hasta el momento no dicen exactamente lo mismo.
Internet está cambiando nuestros hábitos de lectura (Lucy Nicholson/Reuters)
En los últimos días ha llamado la atención el estudio ¿Está Google volviéndonos estúpidos? El impacto de Internet en los hábitos de lectura. Los profesores Val Hooper y Maestría Channa Herath han estado explorando los hábitos de lecturas tradicionales en comparación con los hábitos de lectura digitales.
Leemos más, entendemos menos
De estas investigaciones se deduce que la lectura online tiene un impacto negativo en la capacidad de cognición de las personas, con tasas de concentración, comprensión, absorción, y recuperación mucho más menores que cuando se trata de lectura convencional.
“Muchos de los encuestados dijeron que habían aprendido a leer más rápido y de manera más selectiva, lo cual es positivo”, explica el profesor Val Hooper, “pero también dijeron que eran más propensos a recordar el material que habían leído offline”.
Recomendamos que lo lean otros
Para leer un texto largo, en la mayoría de las webs actuales, es necesario desplazarse por la pantalla hacia abajo. Comparar estos datos con los de lectores que comparten un determinado artículo debería arrojar resultados esperados: que el artículo sea compartido por los más entusiastas, que a priori serían quienes se hayan desplazado para leerlo. Pero no: hay una relación muy débil entre la profundidad de desplazamiento y la tendencia a compartir un texto.
El análisis de Farhad Manjoo, ‘Usted no va a terminar este artículo’ sobre datos de Chartbeat, referentes a Slate.com, resulta asombroso. Resumido en tres gráficos, del análisis de gran volumen de artículos, lectores, y botones para recomendar en redes sociales, sale a la luz lo inesperado: los artículos que reciben una gran cantidad de comentarios y recomendaciones en Twitter, no necesariamente logran lecturas muy profundas, mientras que los textos que se leen muy profundamente, no necesariamente generan gran cantidad de tuits.
“Por cada 161 personas que desembarcaron en esta página”, explica Manjoo al analizar los datos de Slate, “alrededor de 61 de ustedes – el 38% ya se ha ido”. Se trata del famoso porcentaje de “rebote”, en la jerga del tráfico web. Un par de líneas después, prosigue Manjoo: “Así que ahora hay 100. Número redondo. ¡Pero no por mucho tiempo! Estamos en el punto de la página en el que usted tiene que desplazarse para ver más. De los 100 de ustedes que no “reboten”, cinco nunca van a desplazarse”.
En un artículo tipo de 2.000 píxeles de gráfico, lo más frecuente es que el lector se detenga alrededor de la mitad del total. Sin embargo, hay datos aún más significativos. “Alrededor del 5% de la gente que está en la página” –en este caso en Slate- de una forma activa, quizá moviendo el puntero de su ratón, nunca se desplaza verticalmente para leerla”.
Aprender a leer en ‘digital’
La investigación del Dr. Hooper concluye que todavía leemos de forma lineal, por influencia de la lectura tradicional. La “estructura de mucho de lo que estamos leyendo es inadecuada para la forma en la cual recibimos la información actualmente”. En definitiva, “tenemos que aprender a leer y escribir en digital”, afirma Hooper, “así como la forma de interpretar con eficacia, y retener, la información que leemos online”.
El cambio a la lectura y escritura digital no se producirá de momento. Los responsables del estudio también han analizado cómo se enseña actualmente a los niños a leer en las escuelas, y demuestran que siguen siendo entrenados para realizar lectura lineal: “así que se necesitará al menos una generación que haya un cambio significativo”, concluye Hooper.
Empezando por las aulas
Como conclusión colateral de este revelador informe, Hooper cree que es necesario revisar la forma en que se realizan los libros de texto y adaptarlos a la “forma en la que los lectores esperan recibirlos ahora, en lugar de la forma que se le dio en el pasado.
Los largos trozos de texto no son exactamente lo que va a atraer a los estudiantes de hoy”.
De acuerdo con la profesora Katia Sandoval, coordinadora del área de formación e investigadora de la Universidad Católica de Valparaíso, la tecnología puede enriquecer la enseñanza y el aprendizaje de los alumnos. Todo ello sin olvidar que “hay espacios donde conviene más usar material concreto, gráfico o de otro tipo, porque en ocasiones la tecnología tiende a distraer, y no genera un ambiente de aprendizaje», dice. Se trata, por tanto, de un cambio de hábitos. Es necesario adaptar la forma de enseñar y de aprender con las nuevas posibilidades que ofrece esta herramienta.
La clave, en definitiva, está en que la comunidad educativa entienda el cambio que ha surgido en el concepto de alfabetización. Los textos electrónicos vienen cargados de nuevos retos que tienen su impacto en la capacidad del individuo para comprender lo que está leyendo. La interacción que ofrecen estos formatos puede abrumar. Leer una página impresa no ofrece esas vías de escape que, en cambio, los textos electrónicos sí permiten. Son una suerte de autopista que enlaza los intereses del lector que optan por salirse del carril convencional de un texto lineal, similar al impreso tradicional.