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Cultura

Así viven veinte familias guaraníes en Paraguay

Son guaraníes. Viven de la artesanía. Comen gracias a las legumbres que cultivan en sus chacras, sus pedazos de tierra. De vez en cuando, viajan a la ciudad más cercana y, con el dinero que obtienen de la venta de las figuras que tallan en madera, se abastecen de leche, azúcar y mate. Los habitantes del poblado de Cambay no entienden una forma de vida diferente. Ni siquiera se la plantean.

Así viven veinte familias guaraníes en Paraguay

En el poblado de Cambay viven 20 familias guaraníes (Foto: Iara Mantiñán Búa)

– «En esa carretera hay un poblado indígena», me dijo María, una descendiente alemana y dueña de una posada que albergaba a huéspedes en la Misión de Trinidad; Encarnación (Paraguay).
 
Un amable paraguayo que paseaba a los turistas por las misiones guaraníes de Encarnación se presto a llevarnos al interior del poblado en su motocicleta amarilla. La pista, sin asfaltar, era pedregosa y en los bordes se podia ver la tierra. Roja. Característica del interior de Paraguay.
 
–«Nuestra tierra es colorada», nos dijo el conductor a mí y a mi compañera periodista mientras la motocicleta avanzaba con dificultad por el interior de la montaña. Por un momento, tuve la sensación de estar viajando en el mítico coche de Los Picapiedra.

Tuvieron que pasar cerca de diez minutos para ver atisbo alguno de poblado, de vida indígena. Fue entonces cuando vimos al primer habitante de Cambay conduciendo un tractor y alejándose del poblado rumbo a la ciudad. Al entrar en la comunidad indígena, tres niños descalzos correteaban semidesnudos entre las piernas de sus madres.
 
El conductor nos presentó al cacique, Félix Benítez; un hombre que tendría cerca de los cincuenta años, el cual hablaba español aunque no sin cierta dificultad. Conversaba en guaraní –idioma del interior de Paraguay que también se habla en otros lugares de América Latina, especialmente en la selva amazónica– con el conductor. Éste era el encargado de traducir al español nuestras preguntas y sus respuestas.
 
–¿Cuántas famiias viven en este poblado, en Cambay?
–Unas veinte.
–¿Cuántas personas?
–Somos ochenta, aproximadamente.
–¿De qué viven?
–Hacemos artesanía que vendemos en las ciudades y de los productos de la tierra. El Intendente de Encarnación también ayuda a la comunidad.
–¿Esta tierra es suya?
–Sí
–¿Cuánto les ha costado?
–300 dólares por 16 hectáreas. (Equivale a 325 €/ha)

Así se forjó Cambay

Durante el siglo XIX numeros emigrantes acudieron a poblar las tierras deshabitadas de la selva guaraní. Fue en esa fecha cuando se crearon colonias como Nueva Germania fundada como colonia alemana el 23 de agosto de 1887 por el antisemita Dr. Bernhard Förster, que estaba casado con Elisabeth Förster-Nietzsche, hermana del filósofo alemán Friedrich Wilhelm Nietzsche. Su idea fue crear una comunidad modelo en el Nuevo Mundo y mostrar la superioridad alemana eligiendo el alejado corazón guaraní como lugar idóneo para trazar su objetivo.

La tierra, por aquel entonces, no tenía un gran vador en Paraguay. En numerosas ocasiones se regalaba a los emigrantes europeos.  A día de hoy, en lugares como El Chaco (casi la mitad del territorio del país) solo vive el 2% de la población. En una región tan despoblada no es de extrañar que comunidades indígenas pudieran comprar 16 hectáreas por 300 euros. Sin embargo, el gran problema es que muchas de esas extensiones no son productivas o no están explotadas.

Subsistencia como forma de vida
 
El poblado que lidera el cacique Félix Benítez, subsiste gracias a su artesanía, sin embargo, no tienen más de 40 objetos de venta para poder comerciar en las ciudades cercanas. Los venden a uno o dos dólares. Búhos de madera, águilas talladas a mano y otras figuras de distintos animales de la region están a la vista de los turistas posados sobre una tabla de madera. Además de la venta de la escasa artesanía que producen, las familias cultivan algunas legumbres en las bastas extensiones en las que habitan. Pratican la denominada economía de subsitencia, sin apenas posibilidasd de comercializar su producción. Viven en chozas elaboradas a base de pajas, cuerdas y palos de madera. No tienen agua potable, pero sí electricidad. Se bañan en arroyos o en el agua que traen y que guardan en cubos alrededor de su aldea.
 
–«Antes no salíamos de aquí. Ahora, a veces, vamos a la ciudad a comprar leche, azúcar y mate», explica Teresa Benítez, la hija mayor del cacique. Ella ha podido estudiar hasta segundo grado de secundaria y, por eso, habla perfectamente español.

– «Hablo tan bien español porque soy la hija del líder», dice orgullosa, sin mostrar reparo de s favorable posición–. La educación es todo un privilegio para los niños del poblado. Estudian hasta segundo grado de secundaria. Sus clases son en guaraní y en español. Las imparte una profesora.

Su marido, igual que el resto de los indígenas, se dedica a la artesanía y a cultivar la chacra. Las mujeres del poblado se casan a los 18 años. Suelen tener entre dos y tres hijos. Su modo de vida no es muy distinto de las comunidades gitanas que viven en Europa: para ellos el concepto del trabajo no es primordial.
 
Pasan su día a día conversando entre ellos; disfrutando de su vida en comunidad, desdeñado la idea de progreso y sobre todo el concepto de desarrollo y trabajo ligado a la felicidad.
 
–¿Nunca han pensado en vivir en las ciudades?,  le pregunto al cacique antes de irme.
–¿Para qué?

El resto de indígenas paraguayos

De acuerdo con el último censo oficial de Paraguay, serían 112.848 personas las que integrarían la población indígena del país. Viven en 772 comunidades correspondientes a 19 pueblos. Sin embargo, muchos de esos pueblos corren riesgo de desaparecer. Cada vez son menos. Otros, en cambio, mantienen su arraigo y su población sigue sumando generaciones. El pueblo Mbya es, a día de hoy, el de mayor población y el más extendido.

El principal problema que arrastran estas comunidades indígenas es el reconocimiento de las tierras que ocupan desde épocas ancestrales. La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha fallado numerosas sentencias en contra del Estado paraguayo por violar los derechos colectivos a sus terrenos. Sin embargo, las fechas han vencido sin que los aborígenes hayan recibido los títulos de propiedad de sus tierras.

El Gobierno paraguayo se ha comprometido con las comunidades indígenas. En mayo de este año, el vicecanciller Federico González, hacía toda una declaración de intenciones a la agencia de noticias EFE: «Los indígenas son una prioridad del Gobierno. Existe una preocupación sobre la situación en la que están viviendo nuestros hermanos indígenas. Estamos haciendo todo lo posible para cumplir las sentencias de la Corte Interamericana». Supondría el fin de décadas de lucha por un puñado de tierra.

Por Iara Mantiñán Búa

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