Educación para todos (los gustos)
El hartazgo y la desconfianza en las leyes sobre educación que se aprueban en los parlamentos fueron las semillas que hicieron brotar multitud de pedagogías alternativas.
Pilar fundamental en el desarrollo de las personas, la educación es uno de los temas de debate más recurrentes en cualquier círculo social. Algunos la definen como el principio y el fin de todos los problemas. Hay quien habla de ella como una cuestión de actitud y comportamiento. Otros la enmarcan dentro del bagaje cultural. Pero las opiniones tienen en su conjunto un punto de confluencia: la educación es un derecho básico del ser humano.
El abanico de voces se abre aún más si cabe a la hora de hablar de los diferentes criterios educativos. Sólo hay que echar un vistazo a los últimos 30 años en España. En 1985 se aprobó la LODE. En 1990, la LOGSE. Doce años después daría paso a la LOCE. En 2006 entraría en vigor la LOE. Y desde 2013 es la LOMCE la que regula el sector. Es difícil no perderse en este baile de acrónimos y leyes que tantas veces han cambiado los cimientos de la educación, un vaivén demasiado inestable para un asunto de tal calibre.
En otros países europeos como Finlandia, se ha producido en algún momento de su historia un gran acuerdo nacional para no alterar ciertas bases, sin importar el partido que estuviera en el poder. Esta decisión aporta al sistema educativo el equilibro que necesita para adquirir solidez y, sobre todo, arraigo en la sociedad. Porque los propios alumnos son los principales damnificados de esta inconsistencia. “Necesitamos una ley educativa realizada por educadores, pedagogos y, lo más importante, consensuada por todas las partes implicadas en el proceso educativo, con la dotación económica necesaria para llevarla a cabo”, nos cuenta Marina Pulido, maestra de Educación Primaria y psicopedagoga.
El resultado: la educación alternativa
El hartazgo y la desconfianza en las leyes que se aprueban en los parlamentos fueron las semillas que hicieron brotar multitud de pedagogías alternativas. El directorio Ludus fue creado a iniciativa de Almudena García, una programadora informática disconforme con los métodos de enseñanza tradicionales que se siguen en las escuelas. Actualmente recoge 820 proyectos diferentes a la pedagogía oficial repartidos por toda España, englobados en varias metodologías.
La llamada educación libre se basa en un aprendizaje paulatino, forjado desde la impulsividad y la curiosidad de los niños. No existe ningún temario preestablecido ni asignaturas obligatorias, y normalmente requiere de una alta implicación de las familias en los colegios. Muchos de estos proyectos nacen incluso en los propios hogares familiares. La Asociación por la Libre Educación es una férrea defensora de este sistema. “Creo que este tipo de educación educa y forma integralmente, no sólo en determinados conocimientos, sino que forma personas más críticas, creativas y con mayor interés y curiosidad por el aprendizaje”, dice Irene Ballesteros, maestra de inglés habilitada.
Precisamente, la clave del método Waldorf es reforzar la autoestima del niño y hacerle desarrollar un pensamiento crítico y personal. Su autonomía vendrá marcada por la relación de confianza que mantenga con sus compañeros y profesores. Desde la Asociación de Centros Educativos Waldorf reivindican que esta disciplina tiene casi un siglo de historia y se ha probado con éxito en decenas de países.
Igualdad, respeto y comunidad son tres conceptos muy ligados a la educación democrática. Las asambleas y los debates son una constante en las aulas de sus escuelas. Las normas se determinan por consenso y las clases se rigen por el autogobierno y la responsabilidad. No existen las jerarquías y la participación es libre e igualitaria, tanto de los alumnos como de los educadores.
La pedagoga italiana María Montessori dedicó la mayor parte de su vida a los niños. Gracias a muchos años de estudios científicos se dio cuenta de que los niños tienen la necesidad de estar activos para desarrollar su inteligencia. Por eso tienden a manipular distintos materiales a la par que absorben conocimientos. Así se originó el método Montessori, que se centra en adaptar cualquier entorno a uno que favorezca el autoaprendizaje. Por ejemplo, con juguetes especiales que despiertan los cinco sentidos.
En el Colegio Escandinavo de Madrid se imparten clases siguiendo el sistema educativo sueco. Allí los idiomas ocupan un lugar prioritario y cada alumno puede estudiar el que prefiera entre inglés, francés, español, sueco, noruego y danés. Además, el colegio tiene un marcado perfil musical y los alumnos pueden aprender a tocar un instrumento.
Con respecto a la enseñanza de idiomas en las escuelas, numerosos expertos sostienen que los centros bilingües frenan la formación de los alumnos y empeoran sus resultados académicos. Un informe de la Universidad Carlos III revela que se ha producido un efecto negativo en las materias que se enseñan en inglés. “Pienso que deberían incrementarse las horas de inglés en los centros. Que estos obtengan más ayudas presupuestarias para poder tener auxiliares de conversación nativos en cada una de las etapas educativas e incluso que asignaturas como plástica, música y educación física se dieran en lengua inglesa. Pero enseñar asignaturas como ciencias sociales y naturales en inglés es un empobrecimiento de nuestra riqueza cultural”, señala Marina. Para Irene, que trabaja en un colegio público bilingüe, “este estudio muestra que los resultados en conocimiento del medio son peores únicamente en los alumnos cuyos padres tienen un bajo nivel cultural, lo que correlaciona siempre en cualquier sistema bilingüe o no con unos peores resultados en cualquier materia”.
Una lista (casi) inabarcable
Existen muchos más métodos pedagógicos que cuentan con su propia legión de seguidores. El sistema Amara Berri tampoco tiene asignaturas y potencia la creatividad y la socialización. Las Escuelas-Bosque cambian las paredes de sus aulas por el contacto con la naturaleza. Y Madres de día se enfoca principalmente en los bebés que por diversas razones no puedan permanecer en su hogar familiar, ofreciéndoles una educación saludable durante sus primeros años de vida.
Otro de los puntos que genera debate es la implantación de deberes escolares para los alumnos. Algunas comunidades autónomas, como Madrid, ya han limitado estas tareas y se creó una campaña en change.org para que esta decisión fuese genérica en todo el territorio nacional. “No creo que se trate de implantar una disciplina, sino de enseñar la importancia de la constancia y el trabajo individual. Para ello no es necesario que los alumnos y alumnas tengan una gran cantidad de deberes, con media hora en los primeros cursos y alrededor de una en los últimos, es suficiente”, opina Irene.
El mismo criterio comparte Marina. Para ella, los deberes “son una forma de aposentar los conocimientos vistos en clase, les ayuda a crear un hábito de trabajo, de superación, estimula el aprendizaje, aprenden a distribuir su tiempo, la responsabilidad y además es una manera de implicar a las familias, no de que desempeñen el rol de profesores, sino de acompañantes de su formación”.
A pesar del camino recorrido, las múltiples facetas de la educación alternativa tienen todavía un mundo por delante para alcanzar a la educación tradicional. Ambas maestras se muestran bastante escépticas en la conquista de este objetivo. “La educación en España se encuentra en una contradicción permanente. Por un lado se pide que se empleen nuevas pedagogías o didácticas alternativas, pero por otro lado las leyes educativas cada vez son más restrictivas y no tienen en cuenta el desarrollo cognitivo del niño”, dice Irene. Para Marina, además, los profesores carecen de autoridad suficiente. “Hablar de la libertad de cátedra es una quimera, los docentes estamos sujetos en primer lugar a las leyes educativas y después a la dirección del centro”.
Una carrera de fondo en la que no se busca adelantar, sino simplemente llegar al mismo punto. O al menos, que el atributo de “alternativa” no se confunda con el de “opuesta”, porque la educación siempre conservará esa cualidad objetiva de ser un derecho básico para todos.