Mini viajes: qué visitar cuando solo tenemos un día
Viajar es un hobby al que a muchos de nosotros nos encantaría dedicar mucho más tiempo del que realmente tenemos disponible. Organizar un viaje puede resultar realmente complicado: encontrar transporte, alojamiento… pero, sobre todo, lo difícil es encontrar una fecha que nos cuadre a todos. Otras veces el problema es el dinero, porque en las fechas que tenemos libres todo es carísimo, o porque los vuelos baratos son un martes y no un viernes como queremos.
Viajar es un hobby al que a muchos de nosotros nos encantaría dedicar mucho más tiempo del que realmente tenemos disponible. Organizar un viaje puede resultar realmente complicado: encontrar transporte, alojamiento… pero, sobre todo, lo difícil es encontrar una fecha que nos cuadre a todos. Otras veces el problema es el dinero, porque en las fechas que tenemos libres todo es carísimo, o porque los vuelos baratos son un martes y no un viernes como queremos.
A veces, conseguir escaparnos un par de días parece casi imposible, por lo que acabamos desistiendo y planeando algo completamente diferente. Sin embargo, también está la opción de hacer un mini viaje, una escapadita de un día que nos quite ese mono de viajar y que a la vez nos permita visitar lugares a los que no dedicaríamos un viaje largo. Porque hay numerosas ciudades en Europa y en España que, a pesar de ser de las más conocidas o incluso bastante grandes, se pueden visitar en apenas un día.
Unas horas en la Alemania más internacional
La capital financiera de Alemania, Frankfurt, es un ejemplo de ello. Una ciudad de tamaño medio que acoge las sedes de numerosos bancos y empresas internacionales, pero que combina este skyline de altas y modernas torres con un casco antiguo que nos traslada a la Alemania más tradicional.
Frankfurt es una opción ideal para uno de estos mini viajes, pues su aeropuerto es el tercero más grande de Europa y los vuelos son constantes y baratos. Además, se encuentra a tan sólo cuatro paradas en metro del centro de la ciudad, por lo que no se pierde más tiempo del estrictamente necesario en traslados. Esta ciudad es también una buena opción como pequeña parada de un recorrido por los lugares más conocidos del país.
Un paseo por el río Meno puede ser una buena manera de empezar el día. El Museumsufer (la orilla de los museos) concentra una gran cantidad de galerías entre los que se encuentran algunos como el Museo Alemán del Cine y el Museo Städel de Bellas Artes. Además, mientras disfrutamos del paseo por esta rivera, llegamos casi sin darnos cuenta al centro de la ciudad.
Sin alejarnos del río, la primera parada puede ser el Puente de Hierro, o “puente de los candados”: Frankfurt no podía ser menos que Roma y también tiene su puente de los enamorados. A la altura de este puente, a escasos dos minutos, está el Römer, el antiguo ayuntamiento de la ciudad. Durante la Segunda Guerra Mundial este edificio fue destruido parcialmente, afectando también a las casas de alrededor, pero posteriormente fue reconstruido y ahora constituye uno de las mayores atracciones turísticas de la ciudad. Durante el mes de diciembre, la plaza de Römerberg se convierte en un mercadillo navideño con puestos de comida, artesanía y alguno que otro de entretenimiento para los más pequeños. Este mercadillo puede ser la parada ideal para disfrutar de la comida tradicional alemana sin perder mucho tiempo.
Para seguir la ruta, en la avenida Zeil, “la Quinta Avenida de Alemania”, tienen sus escaparates numerosas marcas y restaurantes, así que podemos aprovechar para tomarnos un buen café y descansar del paseo. Pero sin parar mucho, porque aún nos queda disfrutar de las vistas que ofrece la Main Tower (Torre del Meno) desde sus casi 200 metros de altura.
Y por último, si tienes la suerte de poder disfrutar de una noche en esta ciudad, el barrio de Sachsenhausen ofrece bares y pubs con una mezcla de estilos para tomar una copa o probar el Apfelwein, una especie de sidra alemana muy popular.
Un alto en las costas del Mar Báltico
A pesar de ser la capital del país, Helsinki no suele ser un destino favorito. Finlandia es un lugar que asociamos con auroras boreales y la casa de Papá Noel, dejando el sur un poco abandonado. Sin embargo, Helsinki es un lugar al que se llega fácilmente desde otras ciudades como Estocolmo, o Tallín, o incluso en un crucero por el norte de Europa. Así que, si por casualidad te encuentras en alguna de estas situaciones, aprovecha para pasar por esta capital tan diferente.
En pleno centro de la ciudad se encuentra la catedral luterana, que fue construida en honor al Gran Duque Nicolás I, Zar de Rusia. Un magnífico edificio blanco de cúpulas verdes, añadidas posteriormente para crear una similitud con las catedrales rusas, que se ha convertido en un símbolo de la ciudad.
Desde la plaza de la Catedral, junto a la que se encuentran los edificios de la Universidad, podemos andar hacia el puerto. En invierno, un mar congelado dará lugar a las vistas más nórdicas, pero en verano el puerto se llena de vida con numerosos puestos de productos artesanales donde probar un buen plato de salmón fresco.
Siguiendo el paseo por el puerto llegamos hasta la catedral ortodoxa de Helsinki, conocida popularmente como “la iglesia roja” por su color característico. También con una clara influencia rusa, es otro de los monumentos que no te puedes perder en la ciudad.
Para comer, si eres de los que no puedes irte de un sitio sin probar su comida tradicional, en un restaurante como el Konstan Molja, un buffet tradicional finés, podrás comer desde el típico plato de salmón hasta un guiso de reno.
Y puestos a probar cosas tradicionales, ¿por qué no también los dulces? El Café Regatta es el lugar ideal para pasar la sobremesa: una cabaña de madera situada a orillas del lago, probablemente congelado, en la que puedes elegir si tomarte un café al calor de su interior o con una agradable fogata en el exterior. Aquí, es obligado pedir korvapuusti, un rollo de canela como no lo hay en otro sitio.
Para terminar, si aún queda tiempo para darnos un paseo, el centro de Helsinki ofrece el ambiente más exclusivo, pero también hay numerosos lugares donde comprar algún que otro recuerdo de esta parada por el norte.
Taormina, la joya de Sicilia
Dejando atrás el Norte y el frío que a él asociamos, una muy buena opción para un día de turismo es Taormina, una pequeña ciudad en la costa este de la isla italiana de Sicilia.
Las costas de Sicilia son ideales para los meses calurosos, aunque si queremos evitar el exceso de turistas, quizá la primavera es una mejor opción.
Para llegar hasta aquí es necesario utilizar el transporte público, pues el centro de la ciudad es peatonal y aparcar el coche puede resultar misión imposible, incluso en el parking que hay a la entrada de Taormina.
La mayor atracción de esta bonita ciudad es el Teatro Antico, romano, que aún hoy se utiliza. Pero lo mejor para aprovechar un día en Taormina es pasear por sus estrechas calles empedradas, con sus balcones vestidos de flores, y disfrutar de la animada vida que hay en ellas. Un paseo por sus antiguas construcciones, repletas de tiendas y puestos con productos típicos del lugar, nos llevará hasta la catedral de Taormina, Il Duomo de San Nicolo, la Villa Comunale con sus jardines, o el palacio de los Duques de San Stefano.
Y no sólo es bonita la ciudad, sino también lo son las vistas que nos ofrece. Desde el mirador de la Piazza 9 Aprile, numerosos turistas se deleitan con la imagen del Etna y de las preciosas playas que se encuentran a los pies de la montaña.
Para terminar, si no nos hemos entretenido mucho entre las compras y el café, una visita a la Isola Bella, debajo de Taormina, puede ser una buena manera de terminar el día. Un baño en sus aguas cristalinas o un simple paseo por la orilla de la playa para guardar en nuestra memoria las imágenes de su espectacular paisaje.
Un poco más cerca de casa
No todos los viajes tienen que ser tan lejos de casa. En España también hay ciudades que merecen nuestra visita, aunque solo tengamos un día para dedicarles. Alicante es una de ellas.
Aunque es conocida como destino de veraneo para turistas de toda Europa (aunque a veces parezca que solo hay ingleses y alemanes), Alicante no solo es playa.
Quizá uno de los lugares más recomendados para visitar en esta ciudad del sureste español es el Castillo de Santa Bárbara, ubicado en la cumbre del monte Benacantil, a 166 metros de altitud. Desde aquí podemos disfrutar de unas excepcionales vistas del casco antiguo de la ciudad.
A las faldas de este castillo está el Barrio de Santa Cruz, uno de los más tradicionales y típicos de la ciudad. Sus coloridas y originales casas, distribuidas en pequeñas callejuelas, nos transmiten la sensación de encontrarnos en un pueblo de los de antaño, de aquellos con encanto. Siguiendo la ruta llegamos al casco antiguo, donde podemos visitar lugares emblemáticos como el Ayuntamiento, reconstruido en el siglo XVIII, la concatedral de San Nicolás, la Plaza del Mar o el Convento de las Monjas de la Sangre.
Y aunque Alicante no sólo sea playa, también es una parte importante y bonita de la ciudad. Así que también es muy buena idea darse un paseo o un baño en la Playa de San Juan, el Cabo de la Huerta o la Playa del Postiguet, si no nos queremos alejar del centro de la ciudad.
Antes de terminar el día, la explanada de España, un lugar de los más emblemáticos de Alicante, nos ofrece la posibilidad de descansar en un ambiente relajado construido por su numerosa oferta gastronómica y artesanal.
Por último, podemos redondear la noche con una copa en la zona del casco antiguo conocida como “El Barrio”, donde se concentran una gran cantidad de terrazas, bares y clubs nocturnos.
No se pueden narrar en unas pocas páginas la gran cantidad de lugares espectaculares que podemos visitar en unas pocas horas, pero esta pequeña muestra nos da una idea de cómo aprovechar esos días sueltos que tenemos entre viaje y viaje o, simplemente, esos viajes express, esos mini viajes, que nos permiten alejarnos de la rutina durante un día.