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Hasta pronto, querido Sherlock (sin spoilers)

El último episodio de la Sherlock de la BBC se emitió el pasado 15 de enero. Su revelador título: El problema final.

Hasta pronto, querido Sherlock (sin spoilers)

Las despedidas son aburridas. Lágrimas, manos que se agitan en el aire, espaldas que se alejan, miradas perdidas. Y nostalgia, mucha nostalgia, orquestada con el maravilloso lamento de un violín abatido. Todas son iguales. Tristes, melancólicas, predecibles. No guardan ningún misterio, no hay ningún enigma que resolver, y por lo tanto podrían evitarse para dejar volar la imaginación en otra dirección.

Las despedidas son aburridas, sí, y no lo digo yo, lo dice el maestro de los rompecabezas, el histórico detective invencible, Sherlock Holmes. Para él, nada tiene el más mínimo atisbo de importancia mientras no haya que despejar alguna incógnita. Lleva pensando así desde que sir Arthur Conan Doyle le diera vida en 1887 inspirándose en el médico forense Joseph Bell. Había nacido una estrella que primero conquistó a los lectores británicos con alma de sabuesos, aunque su magnetismo no tardó mucho en traspasar fronteras.

John Watson (Martin Freeman) y Sherlock Holmes (Benedict Cumberbatch) en el capítulo especial de Navidad emitido el 6 de enero de 2016 | Foto: © Robert Viglasky/Hartswood Films y BBC Wales para BBC One y MASTERPIECE This image may be used only in the direct promotion of MASTERPIECE. No other rights are granted. All rights are reserved. Editorial use only.
John Watson (Martin Freeman) y Sherlock Holmes (Benedict Cumberbatch) en el capítulo especial de Navidad emitido el 6 de enero de 2016 | Foto: © Robert Viglasky/Hartswood Films y BBC Wales para BBC One y MASTERPIECE
(This image may be used only in the direct promotion of MASTERPIECE. No other rights are granted. All rights are reserved. Editorial use only.)

Necesitaría siete artículos para narrar las aventuras de Holmes y su inseparable amigo John Watson a través de la literatura, el cine y la televisión (incluso los dibujos animados), porque son tantas las obras que llevan su rúbrica que el calificativo de leyenda le queda demasiado pequeño. Por eso me morderé los dedos y centraré el tema en la serie de la BBC, Sherlock, cuyo (previsible) último capítulo se emitió el pasado 15 de enero. Su título, revelador: El problema final. Curiosamente el mismo que eligió Conan Doyle para poner el punto final a las hazañas de Holmes en diciembre de 1893, aunque por entonces sucedió lo que podría considerarse el primer motín literario de la historia. Los fieles lectores no soportaron la idea de decir adiós a su héroe, así que durante años enviaron cartas con súplicas y amenazas al escritor para que reconsiderara su postura. A los diez años surtió efecto, quién sabe si ahora…

La respuesta quizá la tengan los guionistas de la serie, Mark Gatiss y Steven Moffat, que desde el primer capítulo (Estudio en rosa, 25 de julio de 2010) han sabido transmitir la esencia de cada personaje con suma delicadeza. Su trabajo prometía incluso antes de los créditos iniciales, ya que ambos se habían declarado fervientes enamorados de la obra de Conan Doyle. En la cuarta temporada han seguido esa estela que tanto éxito les ha deparado, con más de 10 millones de espectadores por episodio solamente en Reino Unido, y la han exprimido al máximo. Si algo tiene que acabar, que acabe en la cima. Con la barbilla bien levantada.

 

 

Holmes y Watson volvieron después de un parón de un año, como venía siendo habitual, con Las seis Thatchers (1 de enero de 2017). Hubo gente que retomó la serie con miedo, “¿se me habrá olvidado de qué iba la cosa?”, “¿aguantará el nivel?”. Las dudas se disiparon pronto con respuestas gratificantes. La pareja seguía en forma. Igual que el ritmo de los guiones, con sus agudos diálogos al galope y su dramatismo pausado. Volvían los enigmas, el palacio mental de Sherlock, la lealtad de Watson, la ironía de la señora Hudson, la flema del hermanísimo Mycroft Holmes. El bueno de Benedict Cumberbatch, que encarna al gran detective, decía hace unas semanas que en esta nueva tanda de capítulos veríamos a un Sherlock Holmes en plena lucha contra sus principios. El genio se iba a enfrentar a sus fantasmas con varias decisiones importantes que tomar.

 

Una pareja inseparable en la que ambos se admiran mutuamente, aunque a Sherlock le cueste reconocerlo. (This image may only be used for publicity purposes in connection with the broadcast of the programme as licensed by BBC Worldwide Ltd & must carry the shown copyright legend. It may not be used for any commercial purpose without a licence from the rights holder. ¨Ï Hartswood Films 2012)
Una pareja inseparable en la que ambos se admiran mutuamente, aunque a Sherlock le cueste reconocerlo.
(This image may only be used for publicity purposes in connection with the broadcast of the programme as licensed by BBC Worldwide Ltd & must carry the shown copyright legend. It may not be used for any commercial purpose without a licence from the rights holder.
¨Ï Hartswood Films 2012)

 

Bailarle el agua a un tipo como Sherlock es de esas tácticas engañosas que, por un lado, regalan a los participantes una montaña rusa de adrenalina. Acción, movimiento, suspense. Es precisamente lo que cautivó a su mejor amigo y le hizo mudarse al 221B de Baker Street. Pero también proporcionan una sensación constante de rabia contenida, con esas ganas ardientes de mandar al detective a paseo con sus dotes de listillo petulante. Como antihéroe, Sherlock es único. Y en la cuarta temporada se refleja su dura batalla por conservar su talento sin parecer un hombre con el corazón de hielo.

El segundo episodio (El detective mentiroso, 8 de enero de 2017) se presenta como el cenit de ese conflicto personal, al que se le añade un toque de angustia para cortar todas las respiraciones que se encuentran frente a la pantalla. Aquí no hay medias tintas que valgan, o acabas odiando a Holmes o sucumbiendo a sus “encantos” otra vez. Da la impresión de que Gatiss y Moffat esconden en sus chisteras trucos infinitos y que podrían escribir capítulos eternamente -ya nos gustaría a muchos- pero la sucesión de acontecimientos nos arrastra irremediablemente hasta El problema final.

El 221B de Baker Street, base de operaciones de Holmes y Watson | Foto: Alberto Ghione / Wikipedia.
El 221B de Baker Street, base de operaciones de Holmes y Watson | Foto: Alberto Ghione / Wikipedia.

Últimos 90 minutos. Los misterios se multiplican. Las sorpresas terminan por desencajar las mandíbulas que aún resistían. Elemental, querido espectador. Llegan las primeras lágrimas, las primeras manos que se agitan en el aire. Los focos comienzan a apagarse lentamente. De fondo suena el maravilloso lamento de un violín abatido. Las espaldas de Sherlock Holmes y su amigo John Watson se alejan de nuestras retinas. Y aparece la nostalgia, mucha nostalgia. Una despedida más, como cualquier otra. Aburrida, podría pensar algún genio. Pero hasta el peor de los detectives debería saber que todo adiós es el punto de partida de una nueva aventura.

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