Siete leyendas urbanas con las que Dublín nos atrapa
Cuando pensamos en Dublín, o en Irlanda en general, se nos suelen venir a la cabeza paisajes muy verdes, casitas de piedra bajas y antiguas y cerveza, mucha cerveza. Todo esto es cierto, pero la capital de este país tiene además una rica y larga historia que se centra, principalmente, en su rivalidad con los ingleses. Son todos sus siglos de historia los que nos dejan las leyendas urbanas más curiosas que corren entre su población. Además, Dublín cuenta con rincones muy curiosos de los que salen relatos interesantes y entretenidos que, con los años, los guías han hecho suyos para conseguir la atención de los turistas.
Cuando pensamos en Dublín, o en Irlanda en general, nos suelen venir a la cabeza paisajes muy verdes, casitas de piedra bajas y antiguas y cerveza, mucha cerveza. Todo esto es cierto, pero la capital de este país tiene además una rica y larga historia que se centra, principalmente, en su rivalidad con los ingleses. Son sus siglos de historia los que nos dejan las leyendas urbanas más curiosas que corren entre su población. Además, Dublín cuenta con rincones muy curiosos de los que salen relatos interesantes y entretenidos que, con los años, los guías han hecho suyos para conseguir la atención de los turistas.
Las puertas de colores del barrio georgiano
Uno de los lugares de esta ciudad sobre el que más leyendas se han creado es el barrio georgiano. Este barrio es conocido, principalmente, porque sus edificios cuentan con unas llamativas puertas de colores. Y es el motivo de la elección de estos colores sobre el que se cuentan numerosas historias.
La primera de ellas asegura que, cuando la reina Victoria de Inglaterra quedó viuda, mandó pintar todas las puertas de las casas de negro en señal de luto. Debido a la rivalidad con Inglaterra y como muestra de insumisión, los habitantes de este barrio decidieron utilizar colores vivos y llamativos para decorar la entrada de sus casas.
Otra historia, quizá menos creíble pero no menos entretenida, cuenta que un hombre, al volver a casa de fiesta, encontró a su mujer con otro hombre en la cama. Cegado por la rabia, el marido ultrajado asesinó a su mujer y al amante. Al día siguiente, cuando los efectos del alcohol habían desaparecido, descubrió que se había equivocado de casa y que la pareja a la que mató eran en realidad sus vecinos. Tras este incidente, las mujeres del barrio decidieron pintar las puertas de sus casas de colores diferentes para que sus maridos no se confundieran al volver por la noche.
«Los habitantes de este barrio decidieron utilizar colores vivos y llamativos para decorar la entrada de sus casas»
Aunque sirven para captar la atención de todo aquel que pasea por este colorido barrio, estas historias son falsas. El verdadero motivo para que los irlandeses decidieran pintar así sus puertas es que están cansados del clima gris y lluvioso del país, y qué mejor para aliviar un poco esa oscuridad que puertas amarillas, verdes, rosas, moradas, rojas o naranjas.
Las múltiples historias sobre el Trinity College
En la Universidad de Dublín, el Trinity College, es otro lugar que también ha generado varias leyendas urbanas o historias curiosas, todas ellas centradas sobre la vida y logros de sus estudiantes.
Una de ellas versa sobre su campanario, situado en el centro de uno de sus jardines. Leyenda o superstición, los estudiantes de esta universidad no se arriesgan a pasar por debajo de este campanario el día que tienen un examen, pues aseguran que esto garantiza un suspenso. Además, si pasan por debajo cuando están sonando las campanas, este suspenso se extenderá a toda la carrera. Teniendo en cuenta el elevado precio de las matrículas, es normal que no se la jueguen.
Otra historia curiosa sobre el Trinity College es la que gira en torno a George Salmon, rector de esta universidad desde 1888 hasta 1904, y las mujeres. Salmon, que dedicó parte de su vida a la teología, se negaba a que las mujeres estudiaran en esta universidad, llegando a decir que si lo hacían, sería por encima de su cadáver. Lo curioso es que, el día que murió Salmon fue el mismo en el que la primera mujer se matriculó en el Trinity College. Por esta razón, cada vez que una mujer se gradúa en una de sus carreras, restriega los apuntes y libros por la estatua dedicada a este antiguo rector.
«El día que murió Salmon fue el mismo en que la primera mujer se matriculó en el Trinity College»
Hay muchas más leyendas, una de las cuales cuenta que si alguien es capaz de subir al campanario, se convierte automáticamente en el rector de la universidad. La dificultad de esto reside en que el actual rector, cuyo despacho se encuentra en frente de esta torre, puede defender su puesto utilizando una ballesta. ¿Se atreverá alguien a disputarle el puesto?
Las momias más visitadas de Christ Church
Una de las dos catedrales de la ciudad, la Christ Church, también tiene un dato curioso con el que atraer a los visitantes. En esta catedral hay una cripta medieval en la que se exponen estatuas pertenecientes al desaparecido Ayuntamiento Medieval y algunas de las tallas más antiguas que se conservan en el país.
Entre todas estas interesantes piezas se encuentra una vitrina que logra captar la atención de todo aquel que entra en la cripta. En ella están los cuerpos de una rata y un gato momificados. Los animales fueron encontrados en uno de los tubos del órgano de la catedral en perfecto estado, y así se han mantenido. Por la forma en la que se encuentran sus cuerpos, se dice que el gato entró al tubo persiguiendo a la rata, que huía de él, y ambos quedaron atrapados.
Aunque nunca se sepa a ciencia cierta cómo acabaron estos dos animales en el órgano de la iglesia, lo que está claro es que son las momias más populares de Dublín.
El muro de la vergüenza
Una historia más triste es la que se cuenta en torno al muro que se encuentra frente al castillo de la ciudad. La edificación se sitúa en pleno centro de la ciudad, y entre lo que queda de ella hay un muro frente al edificio principal. Lo primero que se nos ocurre es que esta gran pared de piedra fue construida para proteger el castillo y a sus moradores de posibles ataques.
Sin embargo, se dice en el país que este no fue el motivo por el que mandaron levantar el muro. En una visita de la Reina Victoria, ésta se dio cuenta de que desde su ventana se podían ver los efectos que el hambre y la pobreza estaban provocando en la población irlandesa. La hambruna que durante años azotó al país hizo estragos entre la población, cuya pobreza se podía apreciar a simple vista en las calles de la capital. Debido a la incomodidad que le suponía ver cómo se vivía en los barrios pobres de la ciudad, se cuenta que, en lugar de intentar arreglar el problema, la reina mandó construir este muro para no tener que ver esta imagen tan triste y simular así que no existía. Por eso se conoce como “el muro de la vergüenza”. Quizá sea por este motivo también por el que los irlandeses no han puesto especial cariño a la hora de renovar este castillo.
Las diferencias en el Ha’Penny Bridge
En Dublín hay numerosos puentes que permiten cruzar de un lado a otro del río Liffey. Pero uno de ellos es especialmente conocido, el puente de Liffey, popularmente llamado Ha’Penny Bridge (puente del medio penique).
«La norma decía que cada par de piernas que cruzara el puente debía pagar el peaje»
El nombre de este puente, construido en 1816, se atribuye al precio que los habitantes de la ciudad tenían que pagar para poder cruzarlo. En aquella época la población pobre vivía marginada a un lado del río, pero tenía que cruzar al otro lado cada vez que debía hacer cualquier gestión administrativa. Medio penique suponía para ellos un gasto extremadamente alto, por lo que tuvieron que desarrollar la imaginación para ahorrárselo. Así, la norma decía que cada par de piernas que cruzara el puente debía pagar el peaje, por lo que era habitual ver a padres cargando a sus hijos o incluso a sus mujeres para ahorrarse el medio penique de cada uno de ellos.
Pero lo que realmente marcaba las diferencias entre ambos lados del río era el uso que los ricos de la época daban a este puente. Mientras que algunos no podían pagar este medio penique, ellos lo pagaban para, simplemente, poder ver el atardecer desde el centro del Ha’Penny Bridge.
El Banco de Irlanda, sin ventanas
También se centra en las disputas con Inglaterra la leyenda que corre sobre por qué el Banco de Irlanda no tiene ventanas.
Aunque el edificio es conocido por ser el Banco de Irlanda, su nombre oficial es “Casa del Parlamento Irlandés”. Cuando el Parlamento de Westminster y el irlandés se unieron, este edificio dejó de ser necesario. Antes de esta unión, se cree que los huecos que ahora se aprecian donde deberían estar las ventanas estaban destinados a colocar estatuas de los parlamentarios del país. Así, al dejar de ser necesario el parlamento, nunca se colocó nada en estos huecos, que aún hoy en día siguen vacíos.
Otra teoría es que no se hicieron ventanas en el edificio por una cuestión de ahorro. Durante estos años estaba en vigor el “impuesto de las ventanas”, creado en 1696, que obligaba a todos los ciudadanos a pagar por cada ventana de sus casas que diera al exterior.
Aunque la segunda teoría suena más probable, es la primera la que los irlandeses creen como verdadero motivo de la ausencia de ventanas en el Banco de Irlanda.
Temple Bar, ¿el templo de los bares?
Una zona bien conocida de la capital irlandesa es Temple Bar. Si traducimos directamente del inglés, este área se llamaría el Templo de los Bares, y este es también el significado en inglés. Esto tiene mucho sentido si tenemos en cuenta que Temple Bar es la zona de bares por excelencia, donde se concentra una gran cantidad de típicos pubs irlandeses que suelen estar repletos de turistas.
Pero no, el nombre de Temple Bar no procede de la gran cantidad de bares que alberga. Los dublineses creen que fue Sir William Temple el que dio nombre a este conocido barrio de la capital. Este rector de la universidad tuvo en esta zona su casa y sus jardines.
Más tarde, con la llegada de las oficinas de la aduana a Temple Bar, llegaron a la zona las bodegas, las tabernas y los burdeles. Con los años, cuando la aduana volvió a trasladarse, se convirtió en una zona marginal que, sin embargo, poco a poco mejoró hasta llegar a lo que es hoy en día, un barrio lleno de vida y ocio.
Su nombre, aunque todo sea una casualidad, no puede describir mejor la vida que se desarrolla en este lugar lleno de alegría y actividad pero, sobre todo, de bares.