Translectura y prosumición, las nuevas relaciones con la cultura
¿Quién conoce toda (toda) la historia de Harry Potter? El mago empezó a agitar su varita allá por los noventa, cuando una novelista británica apretada de dinero publicó La piedra filosofal. No tardaron en llegar las películas (que cambiaron la forma en que el mago, Ron y Hermione se enfrentaron a Voldemort), los videojuegos (que introdujeron el novedoso hechizo Flipendo) y, una vez terminada la saga, J. K. Rowling lanzó Pottermore, una web interactiva que iba revelando datos hasta entonces desconocidos de la historia.
¿Quién conoce toda (toda) la historia de Harry Potter? El mago empezó a agitar su varita allá por los noventa, cuando una novelista británica apretada de dinero publicó La piedra filosofal. No tardaron en llegar las películas (que cambiaron la forma en que el mago, Ron y Hermione se enfrentaron a Voldemort), los videojuegos (que introdujeron el novedoso hechizo Flipendo) y, una vez terminada la saga, J. K. Rowling lanzó Pottermore, una web interactiva que iba revelando datos hasta entonces desconocidos de la historia. A esto hay que sumar un parque temático, la anunciada (pero aún no publicada) enciclopedia de la saga, la reciente obra de teatro y, extraoficialmente, infinidad de memes, podcast, vídeos de YouTube, fanfictions, películas porno, peticiones online (trending topic incluido) de un Harry Potter Go… Este fenómeno se llama, en círculos académicos, transmedia: un único producto narrativo que encuentra soportes en medios distintos. Y está creando una nueva forma de relacionarse con la cultura, según el informe La lectura en España de 2017, publicado por la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE). Concretamente, señala el documento, es en la generación Z (nacidos entre 1995 y 2014, aproximadamente) «donde los nuevos hábitos de consumo cultural, y de lectura en particular, se vuelven más evidentes».
«Es en la generación Z donde los nuevos hábitos de consumo cultural, y de lectura en particular, se vuelven más evidentes»
Los lectores contemporáneos (aunque quizá lectores sea un término obsoleto para describirlos) leen «menos libros», destaca el informe, pero lo compensan leyendo «mensajes breves en WhatsApp, Twitter, Facebook y, los más jóvenes, en Snapchat». Esta sustitución del papel por diferentes formatos que se complementan es lo que los convierte, explica la FGEE, en translectores, pues beben de diferentes medios y se adaptan a sus nuevos códigos. Tanto, que hasta producen contenidos en ellos: comentarios en redes sociales, entradas en blogs, vídeos en YouTube, fanfictions… muchas veces sobre sus personajes preferidos, lo que los hace además prosumidores (consumen contenido pero también lo producen).
No es que el fenómeno sea inédito (¿no fue acaso el Quijote apócrifo de Avellaneda un fanfiction con mala leche?), pero la red de retroalimentación es ahora casi infinita y muchas veces son las propias creaciones de fans las que terminan en productos editoriales tradicionales que luego, a su vez, los seguidores vuelven a transformar en Internet. Como recuerda el informe, la trilogía de 50 sombras de Grey nació «originalmente como fanfiction de Crepúsculo«.