‘Beautiful Business’: El arte salvará millones de empleos
Hablamos con Tim Leberecht y Carmen Boronat miembros del equipo fundador de ‘The House of Beautiful Business’, la conciencia y el corazón del Mobile World Congress 17.
Mientras las compañías tecnológicas reunidas en el Mobile World Congress enarbolan la bandera de la inteligencia artificial y el internet de las cosas, una comunidad de filósofos, artistas, visionarios e innovadores debaten sobre la necesidad un nuevo humanismo radical que nos permita abrazar el futuro sin acabar convertidos en máquinas.
‘The Objective’ ha hablado con Tim Leberecht y Carmen Boronat, miembros del equipo fundador de ‘The House of Beautiful Business ’ la conciencia y el corazón del Mobile World Congress.
¿Cómo surgió la idea de crear este espacio para el debate sobre la tecnología y el humanismo?
Tim Leberecht: El año pasado impartí una charla sobre cómo crear una compañía más humana en la Era de las Máquinas y uno de los principios que promovía era que las máquinas pueden desarrollar un trabajo de forma más eficiente que nosotros, pero no tienen lo que nos hace humanos: nuestra capacidad para sentir, amar, apasionarnos, hacer poesía e imaginar.
Por eso decidimos materializar esta idea en un proyecto visionario y muy humano, y dado que el Mobile World Congress está centrado en la tecnología y la eficiencia, pensamos que era necesario un lugar de encuentro para conversar sobre nuestra propia transformación y qué capacidades emocionales necesitamos reforzar para poder adaptarnos a estos cambios tecnológicos sin perder nuestra esencia como humanos.
Carmen Boronat: La idea fue crear un debate sobre tecnología y humanismo en el que no sólo participasen los innovadores y emprendedores, sino filósofos y artistas, porque estos últimos nos ayudan a ver un futuro no sólo tecnológico, sino ético y emocional.
Habéis cambiado el viejo lema de “los negocios son los negocios” por el de “los negocios son bellos”. ¿Cómo es un ‘beautiful business’?
Tim L.: Si organizas tu negocio basándote en los principios de eficiencia, eliminarás cualquier atisbo de cultura. Hay tres cosas importantes que todo ‘beautiful business’ debe tener: lo primero es un propósito con impacto social, que aporte cierta visión positiva del mundo; lo segundo es que pueda trasladarse a una cultura empresarial humana, que no esté regida por la eficiencia y la productividad, porque tenemos la capacidad de crear belleza a nuestro alrededor y esto es importantísimo, sobre todo si pensamos que pasamos el 77 por ciento de nuestro tiempo en el trabajo. Y lo tercero y esencial es permitirnos ser vulnerables y primar otros valores sobre la extendida y dañina mentalidad del ganador. Lo que nos define como humanos es justamente la vulnerabilidad.
¿Sería algo así como crear belleza explorando la fealdad?
Tim L.: Se habla mucho de lugares de trabajo felices que puedan ser cuantificables y medibles, pero es una forma bastante cosmética y superficial de entender la felicidad. Lo más bello de ser humanos es la autenticidad, es decir, asumir que no todo es armonioso y existe una cara oscura en el mundo. Un buen ejemplo de que para ser auténtico hay que ser feo es la compañía Airbnb, donde los empleados aportan algo a su trabajo y no sólo son productivos.
Los expertos aseguran que en veinte años habrán desaparecido millones de puestos de trabajo. ¿Esta idea de ‘belleza’ puede salvar nuestros empleos?
Tim L.: En un mundo regido por la optimización y la maximización de resultados, todo trabajo mecánico será automatizado. Pero la ‘belleza’ y el ‘romance’ radican en ver no uno, sino múltiples significados, y compañías como Tesla, Apple, e incluso el Fútbol Club Barcelona (FCB) vehiculan ideas mayores que una necesidad utilitaria o un valor práctico. Los fans del Barcelona, por ejemplo, son leales al club aunque cambien los jugadores.
Esa es la fuente de la belleza y por eso cada vez se valora más la creatividad en las empresas y la búsqueda de personas más imaginativas que reactivas y analíticas. Fíjate en Silicon Valley, donde se están contratando a poetas y escritores para diseñar conversaciones más humanas.
Carmen B.: En España tenemos un gran problema de desempleo, pero al mismo tiempo las compañías buscan perfiles con nuevas habilidades más tecnológicas y el peligro es que los currículos escolares olviden otras destrezas humanísticas, como la empatía o la creatividad, para focalizarse en la tecnología.
Nos dirigimos a un ‘renovarse o morir’ continuo, sobre todo en el mundo laboral. ¿Qué ocurrirá con quienes no logren adaptarse a estos cambios?
Tim L.: Ésa es una de las grandes cuestiones que tienen que afrontar las sociedades civilizadas, porque no podemos seguir tratando a colectivos vulnerables como los ancianos, los niños o las minorías, en función de un valor cuantificable. Debemos aprender que las personas tienen valor por ellos mismos, más allá de cualquier métrica empresarial y por eso necesitamos una educación humanística, porque hay cada vez más ciudadanos que viven en condiciones de desempleo mientras que nosotros seguimos otorgando valor a las personas en función del trabajo. La conversación ya ha surgido de forma natural con propuestas como la Renta Básica Universal.
Una gran parte de la ciudadanía no puede acceder a esa nueva tecnología que se presenta en el Mobile World Congress. ¿Existe un debate real en el sector tecnológico en torno a cuestiones como la Renta Básica Universal?
Tim L.: Absolutamente. En países como Estados Unidos será más difícil lograr un acuerdo que en la Unión Europea, pero incluso el CEO de Siemens en Alemania, Joe Kaeser, o la Deutsche Telekom están de acuerdo en que los robots deben pagar impuestos.
Los escépticos dicen que si se implanta una renta mínima para todos los ciudadanos se trabajará menos, pero la economía no sufrirá ningún daño y el gasto en salud mental descenderá. Hay muchos países como Francia, donde se está debatiendo y es probable que en cuestión de diez años tengamos una Renta Básica Universal.
¿Y en España las empresas tecnológicas también participan del debate?
Carmen B.: Estamos todavía tres o cuatro años por detrás de otros países desarrollados, pero las compañías de tecnología están comprometidas y se encuentran en un proceso de transformación digital donde los espacios y la cultura están cambiando completamente.
Tim L.: Yo creo que eso es positivo, porque significa que las empresas españolas tienen una oportunidad real para dar el salto y ser más radicales en su transformación, y pensar en nuevas políticas y cómo pueden colaborar. España tiene un gran potencial por su historia y su bagaje humanístico, la calidad de vida y su seguridad social; todo ello supone una gran oportunidad para desarrollar un modelo económico mucho más audaz.
¿Qué puede aprender el mundo de los negocios de los artistas?
Tim L.: Muchísimo. La mayoría de los principios aplicados a la innovación son artísticos: nunca se realiza la misma tarea, se abraza la incertidumbre y se reta al statu quo constantemente. Los artistas imaginan cómo podría ser el mundo y esa es una cualidad útil para una organización que quiera crear valor. Además, son talentos que no se pueden delegar a las máquinas…
Tim, tú eres muy crítico con la singularidad tecnológica y la idea de que las máquinas puedan llegar a ser más inteligentes que las personas. ¿Existe un riesgo real de que el hombre también acabe convirtiéndose en un robot?
T: Los seres humanos nos caracterizamos por tomar decisiones conscientes, con sentido común y moralidad. No sé si eso llegará a pasar, porque la inteligencia artificial es difícil de controlar y se encuentra en un momento álgido, pero ya que tenemos que coexistir con ella, necesitamos un humanismo radical que insista en aquello que nos hace humanos.
¿Cuál es el mayor riesgo de esta llamada ‘cuarta revolución industrial’, además de la pérdida de empleos?
Tim L.: La extinción de la especie humana, en el peor de los casos, pero también el aumento de los disturbios sociales y la violencia. Piensa en el auge de los extremismos en Francia y Alemania, en el Brexit y en la América de Trump… A lo que hay que sumar la gran cantidad de profesionales frustrados, especialmente hombres de mediana edad que temen perder su empleo, su identidad y su estatus social, porque la tecnología sólo funciona para un uno por ciento de la población.
Si no afrontamos las posibles derivas de esta revolución industrial y damos a todo el mundo un nuevo sentido de valor y reconocimiento dentro de la sociedad no habrá un futuro pacífico.
Vivimos en la era de la ‘big data’ y de la post-verdad al mismo tiempo. ¿No es una paradoja?
Tim L.: Como romántico, te diría que la verdad no existe y que es algo muy subjetivo y emocional. No legitimo las noticias falsas de Trump, pero es un buen momento para darnos cuenta de que la información puede ser manipulada y de que nos hemos enfocado demasiado en los datos. Necesitamos una conversación sobre lo que significa la verdad para nosotros y para el mundo, porque no sólo hay una verdad empírica, sino también subjetiva.
¿Deberían ser las grandes compañías más políticamente comprometidas?
Tim L.: No puedes ser neutral en pleno siglo XXI. Las grandes empresas tecnológicas en Estados Unidos tienen empleados y un vínculo con la sociedad. La Administración de Trump ha cruzado la línea y deberían hablar.