Guía para un 2017 que podría reivindicar el cine de horror y terror
La resiliencia de las películas de terror y horror ha logrado que estas se adapten a la marcha de las décadas y que sus premisas, iconos y referentes se transformen con los años. Esa nueva manera de tratar al género sugiere que desde hace tiempo los gritos y la sangre dejaron de funcionar y en presente le abren paso a nuevos guiones, en donde se busca una conversación más existencial que la del desconocido que acecha en la casa de enfrente.
En 1992 un mockumentary de la BBC hizo que miles de británicos entraran en pánico al creer que su cadena de noticias favorita transmitía un directo real de una casa embrujada –improbable pero cierto-. Todo fue una farsa, y Ghostwatch fue vetado de la cadena por una década gracias a su “broma” del día de los inocentes. No obstante, de este infame “documental” emergió un legado de películas como The Blair Witch Project que luego dio pie a producciones estilo Paranormal Activity y REC; casi fue el comienzo de un género en el cine de terror.
Hoy en día Paranormal Activity tiene tantas secuelas que difícilmente provoca algo más que sueño, pero en un pretérito no muy lejano en la década de los 60 y los 70 las historias de terror tenían otra cara que exploraba aquellas ansiedades rurales sobre la familia, Dios y ciertos valores decretados por la sociedad. The Shining, Rosemary’s Baby y The Exorcist tienen la esencia de estas grietas morales que el siglo XXI ha dejado atrás –no sin antes darle la bienvenida a nuevas fisuras.
«Lo que realmente nos mantiene despiertos por las noches no es lo desconocido, es lo terroríficamente familiar.»
La agudeza temprana de estas películas disolvía en el maquillaje y los efectos especiales una crítica circunstancial pero necesaria. Esto se perdió en las décadas siguientes cuando, con contadas excepciones, las franquicias y sus directores dejaron de un lado el factor “reflexivo” para atar los cabos con gritos, sexo y sangre. Entonces el brillo se perdió y vino aquello de “no veo películas de terror porque nunca dan miedo”.
En la década del 2000 y progresivamente, el panorama integral parece elevarse de nuevo y aunque ya se superó lo de la menstruación y las guerras mundiales –esperemos-los nuevos directores se están enfocando menos en los monstruos y más en el potencial de las personas para convertirse en uno. Porque lo que realmente nos mantiene despiertos por las noches no es lo desconocido, es lo terroríficamente familiar que pueden ser esos mundos de los films de horror y terror. Hasta las series de televisión apoyadas por cadenas como Netflix y FOX han logrado reunir un nido bastante variado de series del género que vale la pena seguir (The Exorcist, Outcast, American Horror Story, Scream, Ash vs Evil Dead).
Lo indie está de moda porque sus características se han apuntado a las tecnologías y las consideraciones de los jóvenes en este nuevo espacio para acoplar un ritmo cinematográfico más personal y silencioso. Festivales como el Berlinale, Cannes, Tribeca y Sundance han asumido en sus últimas temporadas una línea de screenings en donde el horror indie se ha yuxtapuesto a las franquicias predecibles y sus cámaras escondidas. Ahora el factor miedo reside en el mundo real, que cada vez se vuelve menos improbable y más verosímil, para discutir sobre los pequeños tabúes que en el siglo XXI se gestionan en las redes sociales y con las diferencias generacionales. A estos festivales se les unió este año el Overlook Film Festival, programado para tener su ceremonia en el hotel en donde Stanley Kubrick filmó las tomas exteriores de The Shining.
Títulos de años previos que han sonado con bastante insistencia por parte de la crítica incluye a producciones ya consideradas como “clásicos modernos” como It Follows de David Robert Mitchell y BabaDook de Jennifer Kent. Y este año, Get Out, Raw, It Comes At Night, A Dark Song y A Ghost Story son solo el aperitivo de un 2017 en donde los guiones del género se miran en el espejo para extender esa conversación racial, sexual, social, política, generacional y existencial que reflejan la cadencia de los continentes en sus cinco temperaturas.
Horror, Terror, Gore, Indie
En el arte, el cine y literatura la línea entre el horror y el terror se desdibuja con las incontables producciones que suponen un amasijo de sangre, tripas, fantasmas, gente demente y luces que se encienden solas. Los términos se usan como sinónimos y el gore, horror y terror terminan juntos y revueltos. Sin embargo, hay que aclarar que el terror es el que recurre a un miedo intenso que se vale de lo racional –Psicosis de Alfred Hitchcock es un buen ejemplo- o de la irracionalidad de esta, mientras que el horror sí presenta elementos sobrenaturales –Nightmare on Elm Street de Wes Craven- o aversiones profundas a alguien o algo.
En esta categoría en donde hay horror mezclado con ciencia ficción y un factor indie cada día más notorio, se han proyectado recientemente una serie de historias como The Neon Demon de Nicolas Winding, SouthBound de Roxanne Benjamin y David Bruckner y The Invitation de Karyn Kusama, en las cuales ese componente de Twilight Zone en donde el tiempo juega con la elasticidad del espacio y la narrativa se dobla a su antojo, está muy presente. Thrillers psicológicos en donde las posibilidades inverosímiles del género se exponen en todo su esplendor. Junto a Sam Was Here de Christophe Deroo, que se sale un poco del horror para entrar en el terror pero tiene esa misma burbuja “indie” y “ochentosa” de SouthBound, estos guiones han marcado una pauta indicativa en el género.
El año pasado The Witch de Robert Eggers y Prevenge de Alice Lowe se unieron a It Follows con ese elemento de crítica disfrazada en horror. Esta vez el conjunto se puede analizar dentro de tramas donde la sexualidad, la “posición” de la mujer en la sociedad y la transición entre la adultez y la juventud son interrogadas por esta nueva generación con el cinismo de quienes viven en la era de la tecnología y una sobrecarga agobiante de información.
El 2017 en 12 títulos
Hasta ahora el debut de Jordan Peele con Get Out es la premisa perfecta para este 2017; una película en donde el racismo es el factor “it”. Peele introduce el tabúes clave de Norte América en un mundo post-racial en donde una logia de hombre blancos americanos atraen a jóvenes negros para hipnotizarlos, lobotomizarlos y ocupar sus cuerpos sanos todavía ajenos a la vejez. Además de los millones recaudados, Get Out ya tiene todo lo necesario para convertirse en un clásico moderno de las nuevas películas de terror.
Raw, de Julia Ducournau, es otra película que se ha publicitado astutamente -incluyendo supuestos desmayos de espectadores cuando vieron los adelantos. Pero más allá de la publicidad, el film se ha colocado como una de las historias de “caníbales” más originales desde hace mucho tiempo, en donde una chica de 16 años iniciada en rituales extravagantes desarrolla un voraz apetito por la carne en todas sus formas y conductos. El visceral film combina este elemento con un inesperado apetito sexual que hace la película aún más compleja e insolente en el mejor sentido del término.
Para cerrar It Comes at Night, segunda película del aclamado director de Krisha -2015- Trey Edward Shults, es tal vez desde que se reveló el trailer que el film que ha generado más expectativas. Lo que se sabe es que la trama incluye una misteriosa enfermedad que obliga a sus protagonistas a mantenerse encerrados en una cabaña en el medio del bosque. Shults señaló que su intención siempre fue crear “un film de horror inteligente que rompiera con ese estigma de ‘bloodporn’ de las películas de terror”.
Además de los títulos anteriores, Tribeca, Sundance y Cannes en 2016 proyectaron una serie de películas que abarcan desde el film de horror que era inevitable que se hiciera en América -con Trump como inspiración-, un viaje dantesco para vengar la muerte de un hijo y Kirsten Stewart en su primera película de terror, hasta dos hermanos envueltos en un culto de la infancia. La lista incluye:
A Dark Song de Liam Gaving: una mujer de luto por la muerte de su hijo contrata a un ocultista para oír su voz una vez más. Crítica 7/10
A Ghost Story de David Lowery Raiting: el fantasma de sábanas blancas de un hombre vuelve a su antiguo hogar para intentar reconectar con su esposa. Crítica: 8.2/10
Tilt de Kasra Farahani: un documental sobre la era dorada de América trastorna a un hombre que a raíz de este se comienza a comportar desequilibradamente. (Trump es el factor It).
The Endless de Justin Benson, Aaron Moorhead, y Aaron Moorhead: dos hombres regresan a su hogar para descubrir que un viejo y peligroso culto olvidado en su adolescencia todavía ejerce control en sus vidas.
Personal Shopper de Olivier Assayas: una joven busca señales de su fallecido hermano gemelo mientras asiste como compradora personal de una adinerada mujer en Francia.
78/52 de Alexandre O. Philippe: un análisis sin precedentes de la icónica escena de la ducha en la película de Alfred Hitchcock, Psycho.
Thoroughbred de Cory Finley: dos adolescentes retoman su amistad tras años de separación. Mientras descubren que ninguna de las dos es lo que parece ser un asesinato conjunto parece presentar la solución a todos sus problemas.
Life de Daniel Espinosa: un equipo de científicos instalados en el espacio descubren una nueva forma de vida que rápidamente se convierte en una amenaza para toda la tripulación.
The Void de Samy Inayeh: un film nostálgico para los fanáticos de las películas de horror de los 80 en donde luego de llevar a un individuo herido al hospital, un policía comienza a experimentar extraños y violentos eventos relacionados con un grupo de misteriosos individuos disfrazados de capuchas blancas.
Los “remakes” y “reboots” que nunca mueren
Otro factor que regresa este 2017, como casi todos los años con al menos un par de títulos, son los reboots de clásicos y franquicias de los 80 y 90.
Por ello no es extraño que Alien vuelva con una secuela de Ridley Scott -el segundo capítulo de la trilogía-precuela que comenzó con Prometheus y que conecta directamente con el trabajo de 1979 de Scott en la ciencia ficción, o que Anabelle tenga su segunda entrega dirigida por David Sanberg. Rings, la tercera película del El Aro también se estrenó este año y fue dirigida por Francisco Javier Gutierrez.
Amityville: The Awakening es otra franquicia que programó su décimo sexta entrega -esta vez dirigida por Franck Khalfoun- en el cine, pero de todos estos títulos es Suspiria -original de Dario Argento y dirigida este año por Luca Guadagnino– la producción que genera más interés no solo porque Argento sigue como escritor sino porque el elenco incluye a actrices como Tilda Swinton y Chloë Moretz.
Magia negra bilingüe
Por otra parte, los filmes en la categoría de lengua “extranjera” suelen tener una predilección por la ruralidad de sus pueblos y el argumento de la magia negra junto a sus respectivas leyendas. Under the shadow de Babak Anvari’s, escenificado en Teherán, es un ejemplo eficaz en donde las historias contadas por los abuelos cuando se es niño se salen rápidamente de control. Este año el film de Estonia November de Rainer Sarnet presentado en el Tribeca vuelve a un formato blanco y negro para relatar una historia de magia negra y amor en una antigua villa que juega con el Diablo y sus mitos.
La resiliencia de las películas de terror y horror ha logrado que estas se adapten a la marcha de las décadas y que sus premisas, iconos y referentes se transformen con los años. Esa nueva manera de tratar al género sugiere que desde hace tiempo los gritos y la sangre dejaron de funcionar y en presente le abren paso a nuevos guiones, en donde se busca una conversación más existencial que la del desconocido que acecha en la casa de enfrente.