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Cuando las mujeres se ponen detrás de la cámara

I Love Dick es sólo el último en una lista de ejemplos de series que cuentan con mujeres creadoras y personajes femeninos reales, complejos y con defectos.

Cuando las mujeres se ponen detrás de la cámara

I Love Dick es sólo el último en una lista de ejemplos de series que cuentan con mujeres creadoras y personajes femeninos reales, complejos y con defectos.

 

En la historia de la televisión las mujeres han tenido pocos espacios detrás de las cámaras para escribir o dirigir historias (en el cine la situación es la misma). Salvo excepciones como Lucille Ball o Mary Taylor Moore, que controlaban su imagen y sus famosos personajes en tiempos en que el machismo era la norma y abiertamente tolerado, la verdad es que ha habido pocos ejemplos de show llevados por mujeres. Pero, como es de esperar con este tipo de limitaciones retrógradas y como ha pasado también con la diversidad -ya no todos los que escriben son hombres, blancos y heterosexuales-, las cosas han comenzado a cambiar y aunque el paso no es el más rápido sí hay una buena muestra de series con jefas a la cabeza que merecen mucho la pena.

 

Una de ellas es I Love Dick. La serie de Amazon Prime tiene detrás a Sarah Gubbins y Jill Soloway, la responsable de la excelente Transparent. Basada en una novela homónima, relata la obsesión sexual en la que se sume una cineasta cuando conoce a un académico en el pequeño pueblo de Marfa en Texas. Y si esto no parece feminista, sólo basta con ver la serie para quitarse cualquier idea. Chris Kraus (Kathryn Hahn) es un personaje completo, extraño y palpable. Una mujer que podrías conocer (aunque tendría que ser en una reunión de modernos intelectuales que discuten, por ejemplo, ser posdiscurso o la estética del Holocausto). Kraus es una máquina de sensaciones e impulsos, pero también una creadora que encuentra su inspiración, que aprovecha sus pulsiones para su obra.

 

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Elizabeth Moss protagoniza Top of the Lake. | Foto vía Sundance TV.

 

Otra nueva serie que tiene un nombretón de directora detrás, y que incluso se proyectó en Cannes, es Top of the Lake de Jane Campion (El piano). La segunda temporada, que sigue teniendo como protagonista a la omnipresente y gloriosa Elizabeth Moss, vuelve a explorar la historia de una detective con un pasado traumático y sed de justicia en un lugar en que el machismo y el abuso están a la orden del día.

 

Una firme representante de las mujeres tras la cámara es la máquina de dinero llamada Shonda Rhimes (Grey’s Anatomy, Scandal). La creadora se ha convertido en sinónimo de personajes femeninos fuertes (y de diversidad y de tramas descabelladas) y tiene su propio día de programación en ABC.

 

Ya con algunas temporadas en su haber hay dos series de CW que son un espejo perfecto de las sutilezas que tienen las historias femeninas cuando las cuenta una mujer. Tanto Crazy Ex-Girlfriend, creada por Aline Brosh-McKenna y Rachel Bloom, como Jane The Virgin, creada por Jenny Snyder Urman, son dos joyas poco vistas que deberían ser más reconocidas. En ambas las relaciones entre mujeres, las amistades y sus complejidades, son tan reales que incluso todo el escenario loco (Crazy Ex Girlfriend es una parodia musical y Jane The Virgin una telenovela que se burla de su formato) no las hace parecer distantes.

 

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Escena de Jane the Virgin. | Foto vía CW.

 

Y en el mismo bando de la comedia está Broad City, con sus protagonistas Ilana Glazer y Abbi Jacobson como los cerebros humorísticos detrás de las aventuras de estas dos chicas. ¡Ah! y con ella una peso pesado del mundo del humor americano, Amy Poehler es productora del show.

 

Ejemplos hay varios, y también los hay -aunque escasos- en el pasado reciente (está Amy Sherman-Palladino y Gilmore Girls, Lena Dunham y Jenni Konner y Girls, Diane English y Murphy Brown) y puede que el camino se esté abriendo a nuevas iniciativas que incluyan no sólo hombres blancos y heteros en sus salas de escritores. Pero el problema de la representación sigue ahí, tal vez mucho más afianzado en el cine, por ejemplo. Hace sólo unos días Jessica Chastain dijo desde su asiento en el jurado del Festival de Cannes (con el asentimiento de varios miembros más) que la había perturbado cómo eran retratadas las mujeres en el cine. “Espero que cuando incluyamos más narradoras aparezcan historias de mujeres que conozco en mi día a día. Mujeres proactivas, con sus propios puntos de vista y que no sólo existen para reaccionar alrededor de los hombres”.

 

Y es aquí donde alguno soltará el viejísimo y anulable argumento de que los productos con mujeres a la cabeza no venden. Todas estas series, y sus premios y sus alabanzas cantadas por críticos en todos lados y el hecho de que cada vez haya más apertura y toma de riesgos, prueban que tener mujeres detrás de las cosas no las hace inaccesibles, no las hace “sólo para mujeres” -igual que en el cine productos como Frozen o Los juegos del hambre han probado lo mismo-. Lo que sí demuestra es que cuando están ahí, los personajes femeninos tienen otros matices y características, son más humanos, tienen defectos y se parecen más a alguien verdadero que a una idealización montada en unos tacones.

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