Antonio Pampliega: “El terrorismo es una agencia de marketing”
Antonio Pampliega (Madrid, 1982) busca siempre una salida de emergencia y dirige su foco visual hacia ambos laterales. Es su manera de resetearse. De intentar no caer en el discurso lacrimógeno y sobreactuado. Le da prioridad a los datos, fechas y personajes. Las conclusiones que las saque el de enfrente. Periodismo sin aditivos: Informar, contrastar y escribir.
Su mirada proyecta cierto cansancio y escepticismo. Es difícil recordar. También repetir el discurso e indagar en el inconsciente para detallar todo aquello que en su día enterró el sufrimiento. Los golpes. La escasa dieta de olivas y arroz. La pérdida del juicio. El nombre propio. La condición de ser humano.
Antonio Pampliega (Madrid, 1982) busca siempre una salida de emergencia y dirige su foco visual hacia ambos laterales. Es su manera de resetearse. De intentar no caer en el discurso lacrimógeno y sobreactuado. Le da prioridad a los datos, fechas y personajes. Las conclusiones que las saque el de enfrente. Periodismo sin aditivos: investigar, contrastar y escribir. El mismo método que ha empleado en todas las páginas que conforman En la oscuridad. Diez meses secuestrado por Al Qaeda en Siria (Ediciones Península, 2017), un extenso reportaje en formato libro en el que el periodista de guerra relata cada uno de los 299 días que pasó secuestrado por la organización terrorista. Los sueños de la guerra producen monstruos. La memoria también.
Jugabas habitualmente al ajedrez con Tom, como llamas en el libro a uno de tus secuestradores. ¿Cuál es la partida más difícil que tuviste durante tu cautiverio?
La partida más dura fue aguantar solo. Estar solo en una habitación sin poder salir de allí es muy muy duro. Te meten con todos tus fantasmas y te machacan psicológicamente porque te presionan para que digas que eres un espía y no un periodista. Yo sabía que si les decía algo al día siguiente me iban a cortar la cabeza. Tuvimos mucha suerte de que nos cogiera Al Qaeda, si hubiera sido el Estado Islámico nos parte por la mitad.
La escritura te salvó de caer en la demencia…
Cuando me separaron de mis compañeros me dieron papel y lápiz. Fue entonces cuando le iba contando a mi hermana lo que me ocurría, no todos los días, pero sí en momentos puntuales. Acordarme de las fechas y escribir era lo único que tenía para no perder el norte, aunque muchas veces estando solo ni me reconocía (resopla con cierto reparo).
Con varios de tus captores hablas sobre sus motivaciones políticas y la defensa de la sharía. ¿Llegaste a comprender su comportamiento y el trato recibido?
Sí que acabas entendiendo por qué hacen ciertas cosas. Desde Europa a esta gente se les tacha de terroristas. Por ejemplo, Tom me decía que no quería ir a Europa, que lo único que deseaba era quitar a al Assad y vivir libre. Es entonces cuando piensas, ¡pero si mi abuelo hizo lo mismo hace 80 años! Cogió un rifle y se fue a combatir por la República. ¿Es mi abuelo un terrorista?
¿Has vuelto a saber de Usama, el contacto que te traicionó?
Me escribió hace poco pero no me interesa. No quiero saber por qué me vendió. Él dice que también fue víctima del secuestro, pero le pedí que no me escribiera más porque no quería saber nada de él. Me ha decepcionado.
¿Y nunca llegaste a sospechar de él?
Durante un año estuve trabajando el contacto de Usama. Pregunté a gente que conocía sobre el terreno, a compañeros que habían trabajado con él y todos me hablaban muy bien. Yo me fío de lo que dice un compañero porque cuando otros han ido a sitios donde yo he trabajado les he dejado mis contactos y mis traductores. Si un compañero me dice que el chaval es bueno, que habla buen inglés y que tiene buenos contactos, me fío de él.
¿Preguntar sobre el terreno, buscar fuentes, es algo que se ha perdido en el periodismo actual?
Para mí es la única manera de hacer periodismo. Ahora es todo a golpe de tweet y en 140 caracteres no entra una historia.
¿Crees que L.M., el ex militar que se presenta como tu amigo, buscaba reconocimiento?
Buscaba reconocimiento, por supuesto, pero quiero creer que lo hizo de buena voluntad. Él no pensaba que me iba a meter en un problema.
Y no sabes nada de él..
Desde 2016 no he vuelto a tener noticias suyas. Habrá leído las entrevistas y se daría cuenta del lío en el que me ha metido.
Al inicio del libro describes cómo se te para el reloj de pulsera. Una señal, según indicas, de que las cosas no iban salir bien. ¿Sabías que esta iba a ser tu última vez en Siria?
Sí, yo sabía que nos iban a pillar. Si no era en esta era en la siguiente.Desde 2014 la situación había empeorado y cada vez te vas a arriesgando más. Sin embargo, cuando pasa no lo ves venir, no te lo esperas.
¿Merece la pena pagar para ir a la guerra?
Merece la pena contar la verdad. La guerra del freelance es cada vez más dura porque pagan peor y hay más competencia. Yo he ido a zonas de guerra donde periódicos me han pagado 35 euros a dividir entre el fotógrafo y yo por una crónica en Siria. El problema es que va a peor y el día de mañana nos extinguiremos como los dinosaurios. Por eso secuestran y matan periodistas, porque somos prescindibles.
Hay muchísimos chicos jóvenes que salen de la universidad con una cámara y se van a Siria sin saber donde se están metiendo. Parte de la culpa tienen las redes sociales. Para nosotros, los free, las redes sociales son nuestro portfolio, nuestro currículum. Es el espacio donde colgamos todas las fotos, los textos y los vídeos. A él accede mucha gente, especialmente aquella que nos tiene como foco y piensa que puede hacer lo mismo.
¿Qué duele más, la culpa propia o las torturas de terceros?
La culpa propia (se queda en silencio varios segundos asimilando lo que acaba de decir). Es lo que más me dolió, porque las torturas las puedes llevar mejor o peor, pero la culpa propia es una losa complicada. Me sentía culpable de haber ido. Me sentía culpable de haberme equivocado con el fixer. Me sentía culpable de haber obligado a llevar a mis amigos a Siria. Me sentía culpable de haber mentido a mi familia, porque les dije que no iba a volver a Siria. Me sentía culpable de muchas cosas. Todavía hoy me siento culpable de algunas.
¿Qué muere de Antonio cuando nace Wail, el nuevo nombre que te asignan tus secuestradores?
Muere todo porque me lo quitaron todo. Te acaban anulando, ese es el objetivo. Cuanto más te aprietan más fácil eres de manejar. Al final del secuestro es cuando encuentro un poco de valor. Era como Alicia detrás del espejo. No sabía lo que era real o no.
¿Ir a la guerra también te convierte en un mercenario?
Sí, pero no solamente la guerra, aquí también hay historias que te pueden convertir en un mercenario. La gente va a la guerra porque es un chute de adrenalina, vanidad, ego. Busca reconocimiento. Lo digo porque he pasado por todas esas etapas. Yo quería reconocimiento, quería destacar, quería ser alguien importante dentro de la profesión y ¿qué es lo que más eco tiene dentro de nuestra profesión? Ser corresponsal de guerra. A mí se me ha reconocido porque me han secuestrado pero si valgo ahora no es por el secuestro, yo era bueno o malo antes.
¿Cuánto marketing sustenta este tipo de terrorismo?
El terrorismo es una agencia de marketing. Ahora mismo la marca del Estado Islámico pesa mucho más que la de Al Qaeda, y todas las que formaban parte de ella son ahora del Estado Islámico. Boko Haram, por ejemplo. Son los mismos con el mismo ropaje y mismos objetivos: Sembrar terror.
¿Cómo se puede frenar este conflicto y qué papel juegan los distintos organismos internacionales como la ONU?
La gente se echó a manos del Estado Islámico porque no se aguantaban unos a otros. En Mosul los que estaban gobernando eran chiitas, pero el 90% de Mosul son sunitas. Los chiitas masacraban a los sunitas. Ese es el problema. Hay sumisión y hay miedo, pero hay gente que se lo cree y quiere eso a otras cosas. Contra eso no se puede luchar. Es imposible. No hay solución.
No creo en los organismos internacionales porque parte de los que cortan el bacalao son los que te venden las armas. Naciones Unidas es un cáncer y tiene parte de culpa en todo esto. En Sudán del Sur no puedes ir a un campo de refugiados ni un sábado ni un domingo porque los cooperantes están de barbacoa y tienen que descansar. A la prensa no la dejan entrar en los campos de refugiados. Esto es verídico y me ha pasado. Gervasio Sánchez tiene una frase que me gusta mucho en la que dice que las guerras dejarán de existir en el momento en el que dejen de ser rentables.
Llama la atención que los propios secuestradores dejaran al alcance los cuchillos y nunca les atacarais..
Éramos más en número, teníamos cuchillos y sabíamos dónde estaba el kalashnikov que guardaban, pero para matar hay que valer. Yo no valgo.
¿Crees que el suicidio es un acto valiente?
Visto desde aquí no. Allí, con esas circunstancias, era mi vía de escape. Quitarse la vida nunca es valiente.