Literatura a la carta: La abultada correspondencia de Franz Kafka
Gris o luminoso Franz Kafka fue singular y neurótico, en pocas palabras: un individualista con una inmensa correspondencia.
“Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde fui a nadar.”
-Franz Kafka
Kafka lo sabía, la burocracia sería su fin. Cientos de papeles y documentos enterrados en un sistema cada día más abstracto y aburguesado. Kafkiano no es solo lo que la RAE ha definido como muestra de algo absurdo o angustioso, sino que se extiende hasta situaciones innecesariamente complicadas que interrumpen el sentido de un entorno, a esos cientos de detalles y normativas que hacen de un laberinto el “proceso” que tanto inquietó al escritor checo en sus textos. Ese mismo proceso reclamó sus cartas y manuscritos póstumos en una querella literaria-judicial digna de sus novelas; por más de cuarenta años se discutió el destino de su legado hasta que un tribunal israelí ordenó que este fuera transferido a la Biblioteca Nacional de Israel.
Si Franz Kafka, quien nació hace 134 años un 3 de julio de 1883 en Praga, hubiera presenciado su destino en el siglo XXI tal vez hubiera reconsiderado seriamente pedirle a su albacea Max Brod que quemara todo su trabajo al morir. Su legado es en realidad ínfimo comparado con los textos que escribió y destruyó en vida – se cree que desechó hasta el 90% de estos- pero la herencia rescatada va más allá de algunas historias y cuentos inconclusos. Aunque solo consideró dignos de publicar La condena, En la colonia penitenciaria, El médico rural y el relato Un artista del hambre el archivo de Kafka dispone de unos cuarenta textos en prosa junto a casi tres mil quinientas páginas de anotaciones de diarios, fragmentos y tres novelas incompletas.
Es su extensa correspondencia lo que realmente ha dejado huella en los estudiosos de Kafka. Estas cartas escritas con el mismo ritmo y claridad que sus historias más complicadas reafirman el don lingüístico de una persona que describía sus horas y pensamientos en un recuento tan narrativo como un libro. Los destinatarios de sus confesiones recibieron decenas y cientos de cartas que ya no necesitaban el cuerpo de un insecto para confesarse. Puede que la magia de Kafka esté en su propia gaceta personal.
Cartas a su padre:
Una carta ininterrumpida de 47 páginas escrita a su padre en noviembre de 1919 es lo más cercano a una autobiografía que Kafka ha logrado escribir. Esta es un reclamo absoluto a una infancia carente de afecto y atención. La indiferencia emocional de su padre formó a Kafka en sus más profundas inseguridades, incluyendo la obsesión con su cuerpo y su salud –el escritor masticaba hasta setenta veces su comida antes de tragarla- y el fracaso de su relaciones románticas.
Kafka escribe:
“Querido Padre: Me preguntaste una vez por qué afirmaba yo que te tengo miedo. Como de costumbre, no supe qué contestar, en parte, justamente por el miedo que te tengo, y en parte porque en los fundamentos de ese miedo entran demasiados detalles como para que pueda mantenerlos reunidos en el curso de una conversación. Y, aunque intente ahora contestarte por escrito, mi respuesta será, no obstante, muy incomprensible, porque también al escribir el miedo y sus consecuencias me inhiben ante ti, y porque la magnitud del tema excede mi memoria y mi entendimiento.”
El escritor veía en su padre todo lo que él no pudo ser. Se comparaba con una figura contraria y autoritaria en su vida:
«Compáranos a los dos: yo, para decirlo buenamente, un Löwy con cierto fondo de los Kafka, a quien sin embargo no impulsa esa voluntad de vivir, de comerciar y de conquistar típica de los Kafka, sino un aguijón de los Löwy, que actúa en otra dirección, más secreto, más tímido, y que con frecuencia cesa por completo. Tú, en cambio, un verdadero Kafka en cuanto a fuerza, salud, apetito, volumen de voz, cualidades oratorias, autosatisfacción, superioridad humana, perseverancia, presencia de ánimo, conocimiento de los hombres y cierta amplitud de miras.”
El mensaje detalla no solo un abuso físico sino emocional que lo persiguió hasta su adultez y sus compromisos frustrados:
«No recuerdo que alguna vez me hayas insultado directamente y con palabras concretas. Tampoco era necesario, ya que tenías otros recursos, aparte de que en las conversaciones en casa y en el negocio los insultos volaban a mi alrededor, cayendo sobre otros, en tal cantidad que, siendo todavía un niño, me dejaban a veces casi aturdido (…) Tú colocas el fracaso de mis tentativas de casamiento en el mismo nivel que mis demás fracasos; en sí, nada tendría que oponer a ello si admitieras mis anteriores explicaciones con respecto a mis demás fracasos”.
La carta, que nunca fue enviada, culmina con la claridad de una expectante pero fallida reconciliación:
“Claro está que las cosas no pueden ajustarse en la realidad tan bien la una con la otra como los argumentos en mi carta, porque la vida es algo más que un rompecabezas; pero, gracias a las enmiendas que surgen de esta confesión, y que no puedo ni quiero extender hasta el detalle, se ha logrado, a mi parecer, algo tan próximo a la verdad que podrá tranquilizarnos un poco a los dos y hacernos más fáciles la vida y la muerte.»
Cartas a Felice
No mucho después de que Kafka y la berlinesa Felice Bauer se conocieran en casa de su amigo y futuro biógrafo Max Brond, en agosto de 1912, el cortejo romántico comenzó por correspondencia en una relación que vio más palabras que encuentros. Durante los cinco años y 500 cartas intercambiadas desde que se conocieron Kafka, que entonces tenía 29 años, y Felice de 25 se vieron en contadas ocasiones: “Cuando llegué a casa de los Brod”, apuntó unos días después en su diario sobre Felice, “estaba sentada a la mesa. No sentí la menor curiosidad por saber quién era, porque enseguida fue como si nos conociéramos de toda la vida”.
Aunque estuvieron comprometidos dos veces la relación nunca se concretó, y en su penúltima carta a Felice un 30 de septiembre Kafka finalmente se escuda en su enfermedad para ponerle fin a la relación: “Mi barca es muy frágil (…) Jamás recuperaré la salud”. Durante la relación Kafka escribió sus trabajos más representativos, incluyendo La Metamorfosis.
Kafka escribe:
“Señorita: Ante el caso muy probable de que no pudiera usted acordarse de mí lo más mínimo, me presento de nuevo: me llamo Franz Kafka, y soy el que le saludó a usted por primera vez una tarde en casa del señor director Brod, en Praga. Luego le estuvo pasando por encima de la mesa, una tras otra, fotografías de un viaje al país de Talía y la mano que en estos momentos está pulsando las teclas acabó por coger la suya, con lo cual confirmó usted la promesa de estar dispuesta a acompañarle el próximo año en un viaje a Palestina. Si sigue usted queriendo hacer este viaje —en aquella ocasión dijo no ser veleidosa, y, en efecto, yo no advertí en usted que lo fuera ni un ápice—, será no ya conveniente sino absolutamente necesario que procedamos desde ahora mismo a procurar ponernos de acuerdo en lo concerniente a este viaje.”
Recopiladas en el libro Letters to Felice , las cartas expresan la necesidad de aprobación de Kafka y esa ansiedad ante la soledad que reclama anteriormente a su padre:
“Fräulein Felice: Te pediré un favor que suena completamente loco, y que yo consideraría como tal si fuera quien recibe la carta. Es también la más grande prueba al que aún la más amable persona puede ser sometida. Bien, el favor es que me escribas una vez por semana, así tu carta llega el domingo, porque no puedo resistir tus cartas diarias, soy incapaz de resistirlas. Por ejemplo, yo respondo una de tus cartas, luego estoy acostado, aparentemente en calma, pero mi corazón late a lo largo de mi cuerpo entero y sólo es consciente de ti. Para ser breve: mi salud es apenas suficiente para seguir solo, pero no es buena para casarme, y dejemos a un lado a la paternidad. Aún cuando leo tus cartas, paso por alto hasta lo que no puede ser.”
Cartas a Milena Jesenská:
Kafka se mantuvo soltero pero no completamente aislado. La compañía le llegaba asiduamente, por correspondencia. Además de Felice se relacionó con la secretaria praguense Julie Wohryzek, mantuvo correspondencia con Milena Jesesnská y su última pareja fue Dora Diamant, quien conservó de Kafka 20 cuadernos y 35 cartas confiscadas y reveladas por la Gestapo en 1933.
Jensesnka fue una escritora y periodista checa que coincidió con Kafka en un café de Praga en otoño de 1919. Como muchas de sus relaciones el amor fue casi platónico con escasos encuentros entre 1920 y 1921.
Kafka escribe:
“ ¿De dónde habrá surgido la idea de que las personas pueden comunicarse mediante cartas? Uno puede pensar en una persona distante y puede tocar a una persona cercana; todo lo demás queda más allá de las fuerzas humanas. Escribir cartas, sin embargo, significa desnudarse ante los fantasmas, que las esperan con avidez. Los besos por escrito no llegan a su destino, se los beben por el camino los fantasmas. Con este abundante alimento se multiplican en forma desmesurada. La humanidad lo percibe y lucha por evitarlo. Y para eliminar en lo posible lo fantasmal entre las personas y lograr una comunicación natural, para recuperar la paz de las almas, ha inventado el ferrocarril, el automóvil, el aeroplano. Pero ya es tarde: son evidentemente inventos hechos en el momento del desastre. El bando opuesto es tanto más calmo y poderoso; después del correo inventó el telégrafo, el teléfono, la radio. Los fantasmas no se morirán de hambre, y nosotros, en cambio, pereceremos.”
Su pesimismo es casi cómico, y la ironía y sátira de sus líneas se acompasan con sus ficciones ya publicadas:
“Jueves por la noche: Hoy apenas si hice otra cosa que permanecer sentado, leer un poco de aquí y un poco de allá; pero, en rigor, no hice nada o me limité a prestar atención a un ligero dolor que trabajaba en mis sienes. El día entero estuve pensando en tus cartas, con sufrimiento y con amor, con preocupación y con un miedo muy impreciso a lo impreciso, cuya imprecisión consiste fundamentalmente en que excede en una medida enorme los límites de mis fuerzas. Y, a todo esto, ni siquiera me he atrevido a leer las cartas por segunda vez y hay media página que aún no ha sido leída ni una sola vez. ¿Por qué uno no se resigna a considerar que lo acertado es vivir en esta tensión especial, sostenida, suicida? (en una ocasión comentaste algo por el estilo y yo procuré reírme de ti).”
Franz Kafka murió en un sanatorio a las afueras de Viena a un mes de su cumpleaños número 41. Luego de siete años de haber vivido con tuberculosis el estado de su garganta era tal que no podía alimentarse, prácticamente murió de hambre.
Su personalidad a menudo ha sido descrita como obsesiva, depresiva y solitaria pero su biógrafo más conocido, el alemán Reiner Stach, afirma que en realidad Kafka era encantador y simpático.
Gris o luminoso Franz Kafka fue singular y neurótico, en pocas palabras: un individualista con una inmensa correspondencia.