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GLOW: Feminismo y mallas, todo en el mismo sitio

GLOW explora tanto el lado brillante y tonto de los ochenta, como el que no lo es. Feminismo y lucha libre, todo en uno.

GLOW: Feminismo y mallas, todo en el mismo sitio

La nueva serie es perfecta para el verano: ochentas, lucha libre y feminismo, todo envuelto en una temporada entretenida.

 

El verano no está hecho para entretenimiento sesudo. Hace calor, hay ganas de fiesta y de vacaciones (hasta las series se las toman) y es en estos días cuando aparecen shows que se ganan adeptos a puñados y que mezclan ligereza con, sí, temas que vale la pena discutir siempre. Un ejemplo es GLOW. El estreno de Netflix llama la atención si solo por la extraña premisa: un grupo de actrices y mujeres desempleadas conforman una liga femenina de lucha libre llamada GLOW o lo que es lo mismo: Gorgeous Ladies of Wrestling a.k.a  Chicas preciosas de la lucha libre. Ver a chicas en looks ochentosos que dejan casi nada a la imaginación (las actrices han comentado entre risas que una de las cosas más difíciles fue mantener el depilado porque las mallas eran realmente estrechas) no parece ser el mayor ejemplo de feminismo en televisión. Y no lo es, pero sí es una serie feminista.

 

GLOW: Feminismo y mallas, todo en el mismo sitio
Primeras escenas de Glow | Imagen vía Netflix

 

De las creadoras de Orange is the New Black y con la misma aproximación a la diversidad y un amplio reparto de mujeres que pasa, sin problemas, el test de Bechdel, GLOW es a la vez un gran ejercicio de nostalgia y de kitsch y un relato sobre mujeres con pocas opciones en un mundo en que aún era políticamente correcto discriminarlas abiertamente.

La primera escena de la serie muestra a Alison Brie (Community, Mad Men y deseablemente mucho más luego de esto) en una audición. Lee sus líneas con intensidad y emoción. Y luego le sueltan: leíste el papel del hombre. ¿El de la mujer?: “Señor, su esposa lo llama por teléfono”. Poco más que decir. Desde este momento GLOW deja claro que sus mujeres aún viven en un mundo en que se les puede juzgar, y dar trabajo, por su físico; en que pueden ser despedidas por no conformarse con ser sólo un cuerpo voluptuoso y hacer preguntas; en que el ideal del matrimonio perfecto incluye dejar todo atrás y ser ama de casa (y obligarse a pensar que eso es lo que se quiere); y, claro, en que se les puede cargar de estereotipos dañinos cuando son mujeres negras, asiáticas, del medio oriente o tienen más curvas de las que espera un tío que mira Playboy.

El mundo en que estas mujeres viven es hostil de una forma rutinaria. Comentarios, rechazos, frustraciones invaden sus existencias hasta que llegan a GLOW. Y no es que en este lugar no haya prejuicios. El director del programa, Marc Maron en una de las mejores opciones de casting jamás hechas, es machista, desagradable y directo. Pero es también quien les da la oportunidad de conectar con su poder interior (nadie las escucha o las reconoce en general) y de convertirse en heroínas en un cuadrilátero cutre en un gimnasio decrépito.

Todo sobre el proyecto es dudoso, pero estas mujeres necesitan esto. Un lugar de ellas, sus propios personajes, su espacio en la atención pública, su voz. Y aquí lo consiguen.

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Un grupo de inadaptadas se convierten en populares luchadoras. | Imagen vía Netflix

 

El reparto es amplio (y requiere más desarrollo, pero hay alta probabilidad de que se renueve para otras temporadas) pero dentro brilla la co-protagonista de Brie, Betty Gilpin, una joya desconocida para el gran público que ha aparecido en Nurse Jackie y American Gods.

Los ochenta son otro gran protagonista de esta dramedia. Pelos, pantalones altos, calentadores y mallas que parecen sacadas del video de Physical de Olivia Newton John, invaden la pantalla para gusto del espectador. ¡Ah! Y hay robots con drogas, claro.

Y la lucha libre. No sería de extrañar que después de GLOW los gimnasios comiencen a ofrecer clases de lucha libre a mujeres. Porque realmente atrae. Y sí, es falso, pero es ejercicio. Y drama. Y personajes. Y trajes. Y espectáculo del más barato, de ese que es un placer culpable. La serie está basada en la liga verdadera de mujeres de la lucha libre con el mismo nombre, que tuvo un programa muy exitoso durante cuatro años en los ochenta. Y si el espectador piensa que es una exageración la estereotipación y prejuicios involucrados en el desarrollo de los personajes de las chicas (el personaje de Maron defiende que es un espejo de sus propios prejuicios para la audiencia… lo que requería una audiencia capaz de distinguir sutilezas) o las elaboradas historias de batallas y rivalidades, que se meta en YouTube y busque las peleas reales… es toda una experiencia.

GLOW tiene también, a veces, mucha ligereza y a veces cuesta ver hasta qué punto existe su propia condena a los estereotipos que tanto disfruta explotar en el ring, pero en resumen es un ejercicio entretenido y que ofrece oportunidades de seguir explorando amistades y relaciones femeninas en un mundo televisivo que cada vez más opta por rescatar esos interesantes caminos sin explorar.

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