Los poetas como Erika Martínez disfrutan indecorosamente leyendo en público algunos de sus poemas, pero prefieren ser más tímidos en las entrevistas y aprovechar la efectividad de las preguntas y respuestas por correo electrónico.
Martínez es una poeta que se crió en una ciudad pequeña, Granada, así que siempre ha estado con un pie afuera, viajando lejos. No es de extrañar que sea una de las invitadas del Hay Festival de Arequipa, Perú, motivo de esta conversación. La Premio de Poesía Joven Radio Nacional de España 2009 dedica horas de su tiempo a leer, escribir y preparar clases sobre literatura. Afirma que sus poemas le suceden de la nada; así nació Chocar con algo (Pre-textos, 2017), escogido como uno de los cinco mejores poemarios de El Cultural.
Su entusiasmo por la escritura predomina igualmente en la entrevista, en los comentarios sobre la poesía, la sociedad española o su afición hacia la literatura Latinoamérica y sus viajes a ese lado del mundo.
Tus tres poemarios tienen una poderosa voz femenina. ¿Cómo conjugas la voz poética con la voz femenina en tu obra?
Confieso que, a estas alturas, me siento incapaz de distinguir qué es lo femenino y qué lo masculino, pero sean lo que sean, toda voz poética me parece impregnada de ellos. No es que haya que conjugar una voz con otra, es que suceden al mismo tiempo, de forma inevitable y no siempre obvia. Yo creo que escribir es una experiencia histórica y que, por muy ficticios que resulten, nuestro género y nuestro sexo siguen constituyendo una parte cardinal de dicha experiencia en el siglo XXI. Eso no quita que podamos trabajar con ellos de la forma más sofisticada, heterodoxa y oblicua posible, entregándonos incluso a la retracción utópica de la propia identidad.
Chocar con algo tiene una estructura particular, más narrativa… ¿cómo fue la creación de este poemario?
Hay algunos poemas de carácter narrativo, efectivamente, pero sobre todo hay una oscilación entre el versículo whitmaniano más lírico y el poema en prosa, que comulga desde el siglo XIX con el ensayo, el fragmento y el pensamiento. Además de una cuestión de ritmo, la alternancia entre prosa y verso habla, por supuesto, de la forma en que las palabras ocupan la página. En ese sentido, diría que los poemas de Chocar con algo comparten cierta dificultad de habitar. El espacio está concebido en ellos desde sus obstáculos. Es un espacio cuya materialidad resulta solo perceptible mediante el impacto con aquello que lo ocupa, como si una caminara con los brazos extendidos dentro de una habitación a oscuras y solo pudiera hacerse un mapa del lugar a golpes. Y frente a esa intimidad plagada de obstáculos, se abriría la amplitud exterior de los desiertos y otras intemperies también difíciles de habitar. Para mí es como si los espacios cerrados se correspondieran con los poemas en verso y cada verso luchara en sus encabalgamientos, en su entrada y salida de la métrica con sus propios obstáculos. Y como si la prosa, entendida como una forma de sobriedad, tuviera algo de intemperie.
De Color Carne a Chocar con algo, ¿en qué sientes que ha cambiado en tu poesía entre la publicación de ese primer poemario y este último?
Diría que mi poesía se ha vuelto más especulativa e imaginaria. Los aforismos, que escribí una vez de forma independiente, están integrados ahora en los versos y persiguen una lógica rota. Como una precariedad de la idea. En todo caso, creo que sigo manteniendo ciertas obsesiones históricas y genealógicas, una tensión muy corporal y ojalá que algo de humor.
Chocar con algo se encuentra en la colección La Cruz del Sur de Pre-Textos y es algo excepcional, eres de las pocas mujeres de tu generación en la colección. Pensando en la voz femenina de tus poemas, ¿cómo ves la figura de la poeta femenina dentro del panorama editorial?
Bueno, ser mujer dentro del panorama editorial conlleva algunas dificultades específicas. Me parecen incuestionables las trabas que pone la consideración colectiva (con frecuencia inconsciente) de que lo femenino pertenece a una segunda categoría. Y luego está lo que esperan nuestras familias, parejas, amigos, profesores, jefes y colegas que seamos y cómo interiorizamos, discutimos y gestionamos ese horizonte de expectativas. En mi caso y para ser honesta, creo que el mayor perjuicio que he sufrido hasta el momento es la autopostergación, aunque tenga profundos motivos de género. De mi editor y de la inmensa mayoría de mis compañeros he recibido hasta ahora apoyo y confianza, sin condescendencia ni paternalismos. Esa es la verdad. Creo que muchos hombres están aprendiendo todo lo que ellos mismos se juegan en la emancipación de género. Y no serán mayoría, pero son vanguardia. No me olvido, sin embargo, de la advertencia que me hizo una poeta veterana sobre el riesgo de creer de forma ingenua que mi generación es diferente. Sí y no. La vida y la historia nos pueden arrollar por mil motivos; todavía hay muchas posibilidades de que dichos motivos terminen siendo de género.
Tanto en El falso techo como en Chocar con algo, hay varios poemas donde siento una crítica al país o a la burocracia académica. ¿Cómo ves la España actual? ¿Todavía “quieres parir un ciudadano para conocerla”?
En el poema “Un español habla de su tierra”, Luis Cernuda escribió sobre los “sueños envenenados” que traía pensar en España. Antes de su exilio, el famoso dolor patrio que padecían los escritores de la Generación del 98 procedía de la conciencia de un fracaso: el de la persecución de la modernidad en un país que no había logrado hacer su propia revolución burguesa. Ese fracaso devino en algo mucho más trágico a nivel político tras el golpe militar a la República, cuyo proyecto democrático fue cercenado por la Guerra Civil y el Franquismo. Tal vez hoy, los “sueños envenenados” apunten a la frustración de los proyectos emancipatorios colectivos que trajo la nueva democracia. Así veo yo a España. Igual paro un ciudadano para desconocerla.
Participarás en el Hay Festival de Arequipa, ¿Te hace ilusión ir a Latinoamérica? ¿Qué esperas del Festival?
Soy profesora de literatura latinoamericana, así que voy siempre que puedo y nunca es suficiente. Me gustaría pasar al menos la mitad de mi vida a ese lado del Atlántico. De todas formas los poemas no siempre dicen la verdad, por lo menos no una verdad anecdótica. A veces me gusta contar experiencias ajenas como si fueran propias. Respecto al Hay Festival, en general me hace más feliz no hacerme ningún tipo de expectativa respecto a lo que puede pasarme en un lugar, voy a dejarme sorprender.
Erika Martínez, propone a sus lectores chocar con algo desde la poesía; aferrarse a la vida desde la lectura y resistir la cotidianidad desde la experiencia.