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Joan Didion: hacer de la literatura un refugio contra la desmemoria

 Joan Didion: The Center Will Not Hold, un proyecto dirigido por el sobrino de Didion, el cineasta y actor  Griffin Dunne, es esa primera vez que muchos precisaban para deshilar las capas de cebolla de una de las plumas más lúcidas y honestas de las últimas décadas. Una mujer que recibió de las manos del ex presidente de Estados Unidos Barack Obama la Medalla Nacional de Artes y Humanidades, además del «Premio Nacional a la No Ficción» por su obra The Year of Magical Thinking y de la «Medalla por contribuciones distinguidas a la Letras estadounidenses» otorgada por la Fundación Nacional del Libro. No obstante, los premios son meras consecuencias de una trayectoria que se impone a la muerte y al dolor para encontrarle un nuevo sentido a la vida mediante las palabras.

Joan Didion: hacer de la literatura un refugio contra la desmemoria

En un presente que se alimenta de información y que hace todo lo posible por explotar y exponer la data mediante inagotables plataformas –mientras más mejor- es frecuente que las figuras públicas, y las que no también, cuenten con al menos una biografía visual y escrita que exponga las horas y los días de sus vivencias. Los minutos de una persona encapsulados en cuenta regresiva como aditivo social.  Es tan frecuente que el hecho de que una de las últimas producciones de Netflix sea el primer documental enfocado en la periodista y escritora norteamericana Joan Didion, mágica contadora del siglo XXI, es casi ridículo.

 

“Things fall apart; the centre cannot hold; / Mere anarchy is loosed upon the world”

 

 Joan Didion: The Center Will Not Hold, un proyecto dirigido por el sobrino de Didion, el cineasta y actor  Griffin Dunne, es esa primera vez que muchos precisaban para deshilar las capas de cebolla de una de las plumas más lúcidas y honestas de las últimas décadas. Una mujer que recibió de las manos del ex presidente de Estados Unidos Barack Obama la Medalla Nacional de Artes y Humanidades, además del «Premio Nacional a la No Ficción» por su obra The Year of Magical Thinking y de la «Medalla por contribuciones distinguidas a la Letras estadounidenses» otorgada por la Fundación Nacional del Libro. No obstante, los premios son meras consecuencias de una trayectoria que se impone a la muerte y al dolor para encontrarle un nuevo sentido a la vida mediante las palabras.

 

 

Joan Didion nació en SacramentoCalifornia el 5 de diciembre de 1934, graduada de la Universidad de California Berkley y con su primera oferta de trabajo recibida a los 20 años directamente de las páginas de la revista Vogue en New York, Didion critica y analiza con agudeza sus alrededores desde antes de juzgarse periodista. En Vogue  ascendió de copywriter a editora asociada en tan solo dos años; en la legendaria revista también publicó sus primeros ensayos y artículos con una voz insolente, fresca, contraria en pequeños detalles a la típica Vogue elitista dedicada a amas de casa y trendings del New York de los 60. Mientras tanto, también publicó su primera y menos conocida novela, Run, River, y conoció a su esposo el escritor John Gregory Dunne, quien para entonces trabajaba en la revista Time.

De aquí en adelante la carrera de Didion ascendió como sucede cuando la pasión y la rutina se juntan en una sola escala. Su figura se sostiene junto a la de grandes periodistas literarios de la nueva escuela de los 60 como Tom WolfeTerry Southern y Hunter S. Thompson. Sus reportajes incisivos y veloces retaron la contemporaneidad y recorrieron los salones de la fama mientras su pluma se codeaba con músicos y actores legendarios como Harrison Ford, Steven Spielberg o Natalie Wood.

 

Joan Didion: hacer de la literatura un refugio contra la desmemoria
Joan Didion con su esposo John Gregory Dunne, hija, Quintana Roo Dunne y sobrino Anthony Dunne en Malibu 1972 | Foto vía: GettyImages

Aunque por años la cultura y la música ocuparon un espacio enorme en las fiestas de su casa en Malibu y en las páginas de sus columnas, la política también se acercó a Joan casi sin pretenderlo en piezas sociales de mayor espectro como su ensayo Haight-Ashbury sobre el mundo del LSD y las drogas en la comunidad hippie, su ensayo de Vogue  Self-Respect: Its Source, Its Power, su reportaje sobre la guerrilla en el Salvador o una serie de entrevistas privadas que mantuvo con una de las integrantes de la “familia” del asesino en serie Charles Manson, Linda Kasabian, mientras esta se encontraba en prisión y en proceso de testificar contra Manson.

Joan Didion publicaría ensayos y artículos retándose a sí misma en el campo del periodismo literario hasta que decide dedicarse por completo a la literatura y la redacción de guiones y obras personales –incluyendo proyectos comunes con su esposo John Dunne. Pero además de esa voz subjetiva y sensata que con constancia, sin pausa pero sin prisa, va develando pequeñas partes de la cultura americana en sus textos Didion se adueñó de un duelo particular. “Nos contamos historias para sobrevivir” acierta en su libro The White Album antes de sospechar siquiera que en un movimiento de pestañas perdería a su familia y haría de la muerte su biblioteca personal. A ese duelo se sobrepondría observando sus alrededores, para reescribirlos cuando no hubiera más historias que contar.

«El impulso de escribir cosas es peculiarmente compulsivo, inexplicable para aquellos que no lo comparten, útil solo accidentalmente, solo secundariamente, de la forma en la que cualquier compulsión intenta justificarse. Supongo que comienza o no comienza en la cuna. Aunque me he sentido atraída a escribir cosas desde que tenía cinco años, dudo que mi hija lo haga, porque es una niña especialmente bendecida y atenta, encantada con la vida exactamente como se le presenta la vida, sin miedo a irse a dormir. y sin miedo a despertar. Los encargados de los cuadernos privados son una raza completamente diferente, rebeldes solitarios y resistentes, descontentos ansiosos, niños afligidos aparentemente al nacer con algún presentimiento de pérdida.»

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Joan Didion junto al retrato de su esposo John Dunne | Foto de Eugene Richards vía The Red List

Las constantes de Didion

Además de la pluma y las palabras, la vida de Joan estuvo marcada por una constante tan inesperada como la vitalidad con la que recuerda cada sonrisa y discusión de su pasado a los 83 años de edad. En el invierno del 2003, mientras su hija Quintana Didion se encontraba hospitaliza por sepsia producto de una neumonía, su esposo John Gregory Dunne murió de un infarto el 30 de diciembre. Un año y medio después, luego de infinitas horas en el hospital, un deterioro continuo y una cirugía cerebral, su hija​ Quintana falleció de pancreatitis el 26 de agosto de 2005 a los 39 años de edad. En menos de dos años Didion perdió el centro de una vida construida a base de pequeños momentos y vicios retenidos. “La vida cambia rápido. La vida cambia en un instante. Te sientas a cenar y tu vida como la conoces acaba”, anotó con cautela tras la muerte de John.

Los libros The Year of Magical Thinking y Blue Nights son el resultado de ese duelo incompleto que el documental reúne entre fotografías, testimonios y la narración personal de Didión mientras lee sus propias líneas y recuerda una rutina que nunca más podrá repetir: levantarse y bajar a la cocina por una coca cola fría en lentes de sol mientras su esposo lleva a Quintana al colegio, discutir sobre quién tiene la razón o pasar las vacaciones en familia en el apartamento de la playa.

“El dolor resulta ser un lugar que ninguno de nosotros conoce hasta que lo alcanza. Anticipamos (sabemos) que alguien cercano a nosotros podría morir, pero no miramos más allá de los pocos días o semanas que siguen inmediatamente a una muerte tan imaginada. Malinterpretamos incluso la naturaleza de esos pocos días o semanas. Podríamos esperar sentirnos conmocionados, si la muerte es repentina. No esperamos que este choque sea obstructivo, desarticulando tanto el cuerpo como la mente. Podemos esperar estar postrados, inconsolables, locos por la pérdida. Pero en realidad no esperamos volvernos literalmente locos».

Este es uno de los pasajes de The Year of Magical Thinking, anotaciones de una escritora que busca recordar en sus apuntes a los lugares de los cuáles no puede huir. “Un lugar pertenece por siempre a quien lo reclame con mayor intensidad, a quien lo recuerde más obsesivamente, lo despoja, le da forma, lo ama tan radicalmente que lo rehace a su propia imagen.”

En los años 70 Didion fue diagnosticada de esclerosis múltiple. Durante el documental hay un choque entre el desmejoramiento físico de una mujer con un glamour innegable y la voz melodiosa que recuenta sus propias frases sin titubear, enfrentándose con sinceridad y aplomo a  la cámara.

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Quintana Roo Dunne, John Gregory Dunne, y Joan Didion en casa | Foto de John Bryson/Netflix

Recuerdos y cuadernos

De todas las preguntas que se hace Didion durante los años, el sinsentido del destino es el que se afinca en la pantalla. Los “tal vez”, y “que hubiera pasado si” son constantes en la vida de alguien que pierde repentinamente el espectro de su vida. Joan Didion casi podría pasar por una escritora de autoayuda para superar el duelo y la muerte,  experta en estudios y ensayos sobre la superación y los niveles emocionales que se suceden al perder a alguien cercano. Este sería el caso de no ser porque en sus anotaciones hay una clara distinción entre lo que pasó y lo que podría haber pasado, entre el propósito de su presente literario y pasado periodístico.

La verdad sobre los cuadernos de Didion es que son una parte diluida de ella misma. Una manera de preservarse y combatir la desmemoria, de apostar por la vida a pesar de sus muertos.

Joan Didion: The Center Will Not Hold es solo una migaja del extenso trabajo literario y periodístico de una figura que revive los perfiles más elegantes de Truman Capote en su juventud.  Una silueta cuyo recuerdo es necesario para entender el rescate de la palabra que hace un escritor con cada página habitada en su diario.

“Mira lo suficiente y escríbelo, me digo a mí misma, y luego, una mañana, cuando el mundo aparente consumirse, drenarse, algún día cuando solo esté haciendo lo que se supone que debo hacer, que es escribir en esa mañana en bancarrota, simplemente abriré mi libreta y allí estará todo, una cuenta olvidada con interés acumulado, un pasaje pagado al mundo exterior: el diálogo escuchado en los hoteles y ascensores y en el mostrador de pabellón de Pavillon (…) Recordar lo que era ser yo: ese es siempre el punto”. Joan Didion.

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