Nii Ayikwei Parkes: "Si creyera que hay una verdad absoluta no sería escritor"
Dice Nii Ayikwei Parkes que el escritor debe ser una esponja, que cuando juzgamos perdemos de vista que hay infinitas perspectivas del mundo. Y él atesora unas cuantas… Nació en Londres, pero creció y vive en Ghana, un país tan diverso y lleno de historias que cada cual tiene la suya y hay que saber escucharlas, sobre todo las que cuentan los ancianos y los niños, que son pura expresividad.
Dice Nii Ayikwei Parkes que el escritor debe ser una esponja, que cuando juzgamos perdemos de vista que hay infinitas perspectivas del mundo. Y él atesora unas cuantas… Nació en Londres, pero creció y vive en Ghana, un país tan diverso y lleno de historias que cada cual tiene la suya y hay que saber escucharlas, sobre todo las que cuentan los ancianos y los niños, que son pura expresividad.
Lo mismo que este novelista, músico y poeta, amante de las vivencias mínimas, de los detalles que esconden esas historias y que a menudo pasan desapercibidos.
Porque… Si esa mujer “flacaaa” no hubiera llegado a la aldea persiguiendo a un pájaro azul, ¿alguien habría notado la desaparición del cultivador de cacao Kofi Atta? ¿Y la masa informe y maloliente que encontraron en su casa y que no era humana ni se sabía su procedencia? Este es el misterio que debe resolver Kayo, el patólogo forense protagonista de ‘El enigma del pájaro azul’ (Club Editor, 2017), una novela criminal donde ciencia y magia vuelven a ser lo que fueron, reverso y anverso de lo mismo.
Con Nii Ayikwei Parkes hemos hablado a su paso por BCNegra’18, donde ha participado en la mesa redonda ‘Jazz, magos y excéntricos’ junto a los escritores Ray Celestin y Andrei Kurkov.
Naciste en Reino Unido pero creciste en Ghana, que son países culturalmente MUY diferentes ¿Cómo afecta a tu escritura vivir en un país en el que se hablan más de 60 idiomas? ¿Somos el idioma que hablamos?
El idioma influye mucho en cómo piensas. Cualquier persona que hable catalán y español te dirá que piensa de manera diferente en ambos idiomas. Todas las lenguas han evolucionado por necesidad y están influenciadas hasta cierto punto por todo lo que nos rodea y a lo que estamos acostumbrados, así que vemos el mundo de acuerdo a nuestra lengua. Nací en una casa en la que se hablaban al menos dos idiomas y cuando a los cuatro años nos mudamos a Ghana, jugaba con muchos chicos que hablaban otras lenguas y eso expande tu visión del mundo. Mi hermano, por ejemplo, hablaba un par de lenguas más que yo y cuando íbamos al mercado podía charlar con más gente y si nos insultaban se enfadaba mientras yo me reía. Nuestra vivencia era muy distinta. Un idioma articula el mundo, está inserto en una cultura que estamos experimentando y es muy amplia. Incluso cuando escribo sobre un personaje, este proviene de diferentes paletas de experiencias, personas que he conocido y perspectivas que enriquecen el texto.
Dicen que los jóvenes escritores no pueden escribir un buen libro porque su vida es muy corta, pero han visto mucho, sobre todo si has nacido en una familia numerosa de diez o quince hijos, sin ir más lejos. Son estos detalles…
En ‘El enigma del pájaro azul’ el protagonista es un patólogo que para resolver un misterio debe acudir a las historias de la gente de las aldeas, los cazadores, los brujos, los ancianos… ¿Estamos perdido la costumbre de escuchar la sabiduría de quienes han vivido más que nosotros?
Somos una generación cuya máxima autoridad es Google y Wikipedia, y las personas ya no hacen preguntas a los otros. Es más, calificamos a las personas ancianas de menos inteligentes por no saber utilizar la tecnología, pero lo que ellos saben no está en las redes y se ha creado un vacío de conocimiento.
Me he pasado la infancia escuchando a los adultos contar historias y me preocupa, pero lo mismo pienso en relación a los niños. Porque los niños pueden cambiar drásticamente la visión que se tiene sobre algo simplemente por la forma en que se expresan. Hay mucho que aprender tanto de los ancianos como de los niños.
¿Cómo empezaste a escribir?
Cuando era niño tenía muy mal carácter y mi padre siempre se las ingeniaba para hacerme reflexionar antes de que me metiera en una pelea. Me decía cosas como que contase hasta diez y escribiese en una libreta los motivos y si había suficientes él me apoyaba. Y esa fue una de las formas en que empecé a escribir y descubrí que disfrutaba con ese proceso. Pero también ocurrió otra cosa que creo que influyó mucho en mi vocación de escritor: Mi padre era un gran lector y se levantaba a las cinco de la mañana para leer y yo me levantaba a la misma hora para pasar tiempo con él, pero como estaba leyendo no podíamos hablar. Así que me sentaba a su lado con un folio y un lápiz y escribía. Un día vio lo que andaba escribiendo y me dijo: “¡Eso es poesía!”, y puso nombre a lo que hacía.
Luego, en la escuela secundaria, en la época en que todo el mundo estaba enamorado, había un chico mayor que tenía varias novias y como nuestra caligrafía era parecida empecé a escribir por él algunas cartas de amor. Al tiempo escribía cartas para sus amigos y para todo el mundo a cambio de dinero.
«La historia pertenece siempre a sus protagonistas porque es su verdad»-Nii Ayikwei Parkes.
Escribes: “Si un relato es malo, la verdad se alarga como una rana aplastada por el coche”. ¿Existe una verdad?
Creo que buscar la verdad sí es importante, pero creer en una verdad absoluta es peligroso porque todos tenemos perspectivas y debemos estar abiertos a ajustarlas continuamente. Como escritor eso es lo que hago, buscar la verdad en todas mis obras, pero si creyera que hay una verdad absoluta no sería escritor.
Kayo también busca la verdad a través de la ciencia y se encuentra con la verdad de las aldeas…
Justo, esa es la metáfora. El patólogo forense busca la verdad en el cuerpo para poder explicar por qué alguien ha muerto. En el fondo, es un detective. Pero, además, Kayo es un científico y quería que tuviese una visión del mundo totalmente opuesta a la de la gente del pueblo.
En el pequeño contexto de Ghana y en otras sociedades también, la Policía es invisible en las aldeas y tiene una autoridad dudosa. Con Kayo, aunque la gente no esté de acuerdo con lo que dice, lo respetan porque sigue un proceso y los procesos son importantes en el campo, las personas saben que si cultivan de forma equivocada la recolecta no será buena. Mientras que la Policía solo reacciona a las cosas.
La aparición de una mujer que sigue a un pájaro azul dispara un misterio que bien podría haber pasado inadvertida. ¿Están las historias en estos pequeñísimos detalles?
Las historias tienen pequeños comienzos en los que a veces no reparamos. Por ejemplo, los británicos rechazaron lo que se decía del expresidente de Uganda Idi Amin simplemente porque sus generales jugaban al rugby con él y pensaban que era un buen tipo. Todas las historias empieza por detalles mínimos y eso es lo aterrador y maravilloso del mundo. Cuando decimos ‘si esta persona no fuera esto, ¿cómo la miraríamos?’ ¡De ahí nacen las historias? Y todas son diferentes dependiendo de la perspectiva.
Mis historias favoritas son aquellas en las que siento que no debería estar allí, como en las obras de García Márquez. De repente, todo ocurre y lo ves por primera vez y te sorprende. Lo mismo que amo como lector es lo que intento transmitir a los lectores cuando escribo, no trato de explicar todo lo que ocurre. Porque, como en la vida, las cosas simplemente suceden y no nos damos explicaciones de todo.
Una de mis premisas como escritor es que la historia pertenece a las personas que la protagonizan porque es su verdad. Ahora estoy trabajando en mi nueva novela, que se sitúa en un lugar que no existe y tiene como protagonista a alguien muy anciano, un árbol… Primero necesito crear la historia del lugar, la nutro de detalles, pero un simple detalle como que esté narrada desde la perspectiva de un árbol lo cambia todo: ¿qué ve un árbol? ¿cómo lo siente?
Hay escritores que escriben desde las entrañas y otros que son puramente cerebrales… ¿Desde dónde escribes tú?
Es una combinación de muchos lugares, porque es un proceso en el que hay reescrituras donde interviene el cerebro. Diría que escribir con las tripas tiene más que ver con el inconsciente, pero el subconsciente son todas las cosas que están ocurriendo a tu alrededor mientras escribes. A veces lees algo que has escrito hace un tiempo y reparas en que hay mucho verde y piensas: “¿qué me influyó en aquel momento?, porque no te das cuenta. Consiste en estar abierto a todo y la mejor manera de ser escritor es ser una esponja. Uno de los factores que me ha hecho mejor escritor a medida que he ido creciendo es no juzgar demasiado. Cuando eres niño y vas a la escuela te enseñan cómo deberían ser las cosas, pero eso no te hace buen estudiante, simplemente te obliga a juzgar(te) más y basas todo lo que sientes y piensas en lo que aprendiste en el colegio.
Por eso también me encanta charlar con las personas ancianas. En Londres dirigí un grupo de teatro de mujeres mayores filipinas y, aunque me pagaban muy poco, lo pasaba genial porque no juzgan, dicen lo primero que se les pasa por la cabeza. Y ese es el lugar en el que me ubico cuando escribo; quiero ser capaz de decir lo que es y no preocuparme ni detenerme por exceso de juicio.
En la novela escribes: “Una aldea es como una vagina”. ¿Qué papel tienen las mujeres en tu vida y tu obra?
Nací, obviamente, de una mujer. Mi padre fue criado por una mujer, mi abuela, que vivió con nosotros. Tanto él como yo pasábamos mucho tiempo en la cocina e incluso cocinaba mejor que mi madre. Las mujeres tienen mucho que ver con mi visión del mundo. También he leído muchísimo a Ama Ata Aidoo, como otros tantos jóvenes de mi generación, y es una gran inspiración para mí. Y lo mismo me ocurrió cuando leí a Mariama Bâ, despertó en mí diferentes perspectivas del mundo y ya no escribo ni leo de la misma forma.
De hecho, las mujeres africanas tenían mucho poder antes de la colonización y luego todo se volvió más patriarcal. Ese poder permanece en cómo hacen las cosas: en las familias de pescadores ellas son quienes venden el pescado y gestionan el dinero y sucede lo mismo en las familias de granjeros. Por supuesto que crecí en una sociedad donde la mujer es fuerte y eso ha influido mucho en mi obra, porque soy muy consciente e intento evidenciar el rol y el poder que tienen incluso cuando no son protagonistas.
África es un continente muy desconocido en Occidente y su literatura todavía más…
En cierta medida es un problema histórico y te das cuenta de ello cuando lees lo que han escrito o dicen de África desde Occidente. El Oeste no está interesado en aprender de nosotros, pero vienen a enseñarnos. Dicen: “No hay nada que aprender, es el continente ‘negro’”. Debemos aprender de todo y a eso me refiero con escuchar a los niños y a los ancianos. Si no tienes diferentes perspectivas no puedes estar abierto a las infinitas posibilidades que hay en esta vida.
¿Nos recomiendas algún autor africano?
El camerunés Mongo Beti; Mariama Bâ , de Senegal, y Noviolet Bulawayo estarían entre mis favoritos.