Del recuerdo de que “ningún hombre es una isla” se puede cocinar una olla narrativa de amor y desamor. El sentimiento romántico puede ser incluso inverosímil cuando se intenta comprender desde barreras del pasado en donde los casamientos obligados o la exclusividad de clases, razas y matices de piel al unir a dos personas se consideraban escenarios rutinarios. En teoría aquellas tradiciones están prácticamente descontinuadas en el siglo XXI, en la práctica todo es siempre un poco más escabroso y burocrático. No obstante, el amor sigue siendo complicado, accidentado pero sobre todo necesario; lo decía el existencialista Jean Paul Sartre: “Trata de amar al prójimo. Ya me dirás el resultado”.
La novela que no habla de amor aún no ha sido escrita, y en la gran mayoría de los libros la primera aproximación es la de esa inevitable compatibilidad entre mente y cuerpo. Paris, Tokio, Praga, Estocolmo o Bogotá, no existen barreras geográficas para relatar romances de época, distopías de cortejo u pasiones autobiográficas.
Es evidente que Romeo y Julieta o Hamlet y Ofelia tienen una casilla honoraria en la inevitable lista del romanticismo en la literatura, pero los siglos han escrito mucho más que dioses y dramaturgos enamorados en su paleta de novelas. Por eso en esta lista los clásicos se enfrentan a los contemporáneos para demostrar que cuando se trata de amor y desamor, el paso del tiempo se mide en la espera de compañía más que en «pasiones». Confirmado con la claridad del poeta por Jorge Luis Borges: «Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo”.
Anna Karenina y Vronsky en Anna Karenina de León Tolstoi
Lo de Vronsky y Anna Karenina es destino y capricho y en este clásico consumado se crea una de las primeras protagonistas femeninas en rebelión.
En la Moscú de la alta sociedad las apariencias tienen un alto precio y el divorcio es impensable. Anna Karenina y Vronsky son esa pareja emocionante que se subleva a una sociedad atrapada en chismes y convenciones superficiales. Es además una carta abierta, romántica y escandalosa contra la aristocracia rusa de la época.
La Maga y Horacio Oliveira en Rayuela de Julio Cortázar
En Rayuela el amor se decide en pequeños instantes y contracciones, discusiones frívolas y paseos bajo la lluvia. El amor de Oliveira y La Maga puede ser tan romántico como bochornoso, todo depende del orden en que leas la anti novela de Cortázar. No obstante, Paris siempre será propenso a los idilios y entre las orillas del río Sena y los puentes de la ciudad del amor caminan una uruguaya etérea y un argentino melancólico que se encuentran entre librerías, poetas, conversaciones de bar y habitaciones sombrías.
Toru y Naoko en Tokio Blues Norwegian Wood de Haruki Murakami
En Tokio hay un eco de nostalgia y soledad que se formula en plena adolescencia. Los protagonistas de Tokio Blues: Toru y Naoko, son dos jóvenes que se adentran en una relación de compañía y dependencia luego de un suicidio inesperado. Este podría ser el verdadero romance del siglo XXI: distanciamientos, sanatorios, sexualidad o la pérdida de esta, y una canción de Los Beatles. El ritmo lo marcan los recuerdos y distancias entre dos con el pasar de los años.
Scarlett O’Hara y Rhett Butler en Lo que el viento se llevó de Margaret Mitchell
Narrada en el contexto de la Guerra de Secesión en EEUU y sus consecuencias, este clásico acude al mejor estilo dramático y sentimental de los romances de época para contar un extenso cortejo entre Scarlett, la hija de un hacendado adinerado, y Red Butler, un original seductor que se niega a combatir en la guerra. Este es uno de esos romances extensos e insistentes en donde el capricho de sus protagonistas y las circunstancias del destino lo hacen todo mucho más calamitoso y solemne. Scarlett y Rhett son el núcleo de esas parejas perfectas en sus desigualdades cuyo romance es tan intenso como sus temperamentos.
Elizabeth Bennet y Mr. Darcy en Orgullo y Prejuicio de Jane Austen
La terquedad también puede hacer al romanticismo. Aquí no hacen falta erotismo en exceso ni descripciones gráficas para sentirse al borde de un precipicio con la indecisión de Elizabeth y Mr Darcy. Basta con los afilados e inteligentes diálogos entre ambos y la incertidumbre de un destino juntos para caer a los pies de la pareja más orgullosa de la literatura.
Jack y Madeleine en La mecánica del corazón de Mathiass Malzieu
En La mecánica del corazón Jack es un niño que nace el día más frío que ha tenido la Tierra, por lo que su corazón congelado es reemplazado por un reloj de madera. La fragilidad de su condición hace que deba evitar a toda costa emociones fuertes e intensas como enamorarse. Y sin embargo, Jack se enamora de una pequeña cantante andaluza llamada Miss Acacia que pone a prueba el funcionamiento de su corazón.
Jimmy y Oryk en Oryx y Crake de Margaret Atwood
Esta es la primera parte de una trilogía distópica narrada por Margaret Atwood en donde la manipulación genética y sus consecuencias son el argumento principal. Pero inclusive cuando existen criaturas mutantes y hombres-cerdos el amor se aferra a la supervivencia del más fuerte. Jimmy es el último hombre en la Tierra y los recuerdos de su interés hacia Oryx, maestra de un grupo de niños con aspecto de humanos pero elaborados por mutación genética, son una de las pocas cosas que lo ayudan a seguir adelante.
Anthony y Gloria en Hermosos y malditos de Scott Fitzgerald
Aunque Daisy y Jay Gatsby son por excelencia una de las parejas más dramáticas y románticas de la literatura, Fitzgerald ha creado parejas incluso más calamitosas y similares a su propia vida. En este caso el retrato ácido de la sociedad americana y de la época del Jazz lo interpretan Anthony y Gloria, una pareja decadente y acelerada, muy similar a la relación del propio Fitzgerald con su esposa Zelda Fitzgerald. En Hermosos y malditos el matrimonio, la rebeldía y los vicios de una sociedad reflejan el amor y desamor de una pareja inquieta y soñadora.
Tomás, Sabina y Teresa en La insoportable levedad del ser de Milan Kundera
Aunque más un monologo filosófico que una historia de amor, en la novela de Kundera las dudas existenciales de un hombre se vierten en sus parejas y amores rutinarios. Los amantes e infidelidades se exponen para atajar reflexiones certeras sobre la convivencia mutua y los vínculos pasionales que hacen de una pareja algo más que dos cuerpos en una cama.
Florentino Ariza y Fermina Daza en El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez
Esperar a alguien durante cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días parece extremo, pero eso es lo que hace Florentino Ariza desde que en su adolescencia conoce al amor de su vida. Por diferencias sociales de la época el tiempo de estar juntos se alarga durante décadas. Este es uno de esos amores de generaciones y descendencias en donde el romance se afinca con la experiencia de los años.
Giovanni y Davis en El cuarto de Giovanni de James Baldwin
Un clásico de la literatura homosexual. Giovanni y Davis se establecen como una pareja en búsqueda de una identidad y un espacio donde ser libres. La historia situada en la bohemia Paris relata la llegada del norteamericano Davis a la ciudad y sus experiencias con el barman italiano Giovanni, quien se enamora perdidamente de él y con quien comienza una relación en donde la libertad y la moral se interponen en la convivencia diaria.
Lisbeth Salander y Michael Blomkvist en Los hombres que no amaban a las mujeres de Stieg Larsson
Michael y Lisbeth como pareja podrían ser otro de los nuevos clásicos del siglo XXI. Ya no se trata de clases sociales ni de escándalos matrimoniales, sino de entender la soledad y la individualidad de una persona con el pasado montado a sus espaldas. No es la historia común de amor y romance, pero es una de esas parejas que trascienden entre las páginas cada vez que se rescatan mutuamente.
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A la lista es fácil añadirle clásicos de las hermanas Brontë como el dúo de Cathy y Heathcliff en Cumbres Borrascosas de Emily Brontë, o Jane Eyre y Mr. Rochester en Jane Eyre de Charlotte Brontë, así como parejas mas pícaras y controversiales como la de Ricardo Somocurcio y Lily en Travesuras de una niña mala de Mario Vargas Llosa o si nos ponemos menos pudorosos Humbert Humbert y Lolita en Lolita de Vladimir Nabokov, e incluso Lady Chatterley y Oliver Mellos en El amante de Lady Chatterley de D. H Lawrence. Pero por ahora nos quedamos con estas doce parejas que nadan entre clásicos y contemporáneos para recordar la universalidad del amor.