Pulp Fiction: La literatura de tapa blanda que inspiró a Quentin Tarantino
De Chandler a Hammett, pasando por Leigh Brackett y Fredric Brown, conocemos de la mano de grandes lectores de pulp fiction algunos de los autores imprescindibles del género negro cuyas obras fueron escritas para pagar las facturas y acabaron rompiendo moldes.
De Chandler a Hammett, pasando por Leigh Brackett y Fredric Brown, conocemos de la mano de grandes lectores de pulp fiction algunos de los autores imprescindibles del género negro cuyas obras fueron escritas para pagar las facturas y acabaron rompiendo moldes.
La mayoría de la gente pasa por la vida gastando la mitad de sus energías en proteger una dignidad que nunca ha tenido. No lo digo yo, lo escribe Raymond Chandler en ‘El largo adiós’, y aunque se me hayan caído las comillas nos viene como anillo al dedo para hablar de literatura pulp policiaca y de la soberbia con que tantas veces se trata al entretenimiento, cuando grandísimos escritores se curtieron escribiendo novelas de ‘duro’: los pioneros del ‘hard boiled’ como el propio Chandler, Jim Thompson o Dashiell Hammett, sin ir más lejos. E incluso el maestro Kurt Vonnegut emergió del pulp y, aunque lo suyo era la ciencia ficción, fue considerado por Gore Vidal como el peor escritor de Estados Unidos.
A pesar de que las etiquetas solo les sirvan a críticos y libreros, imponen ciertos límites y extienden prejuicios, creando una línea divisoria entre magistrales peñazos y las historias protagonizadas por detectives alcohólicos, femme fatales que fuman como carreteras, vorágines sexuales y drogas. Porque de eso iba un tanto el pulp policiaco, las historias que sirvieron de desarrollo al género y que nacieron en los años 20 y 30 del pasado siglo alrededor de Black Mask, la revista que inspiró en 1994 a Quentin Tarantino para crear ‘Pulp Fiction’. De hecho, cuando Raymond Chandler empezó a escribir lo hizo allí; tenía cuarenta y pocos años, acababa de perder un puesto como ejecutivo en una compañía petrolera y publicó una historia de chantajes, gánsteres y cartas de amor a la que siguieron muchísimas otras. Y Erle Stanley Gardner, el padre de Perry Mason, o Carroll John Daly, creador del arquetipo del detective cínico, duro y callejero.
Para Antonio Padilla, traductor de numerosas novelas policiacas, escritores como Jim Thompson, autor de las imprescindibles ‘El asesino dentro de mí’ o ‘1.280 almas’, fueron injustamente catalogados de “novelistas para camioneros” antes de que, en el caso de Thompson, empezase a colaborar como guionista en películas de Kubrick (‘Atraco perfecto’, ‘Senderos de gloria’), y así lo explicaba a su paso por BCNegra’18. También Francisco González Ledesma, uno de los grandes del género negro en el estado español, escribió gran parte de su obra como autor de quiosco: Al menos unos mil bolsilibros, la mayoría westerns bajo el seudónimo de Silver Kane, que publicaba después de haber ser censurado durante la Dictadura por “pornógrafo” y “rojo”. Lo cual no quiere decir, como bien recordó el escritor argentino Kike Ferrari en la tertulia sobre ‘Pulp Fiction’ organizada al cierre de BCNegra, que ‘pulp’ sea sinónimo de calidad: “Estamos hablando de revistas en las que escribían miles de personas y solo nos quedamos con una decena que rompieron moldes”, resumía.
Porque no todo es pulp lo que reluce y existe vida más allá de Chandler y Hammett, hemos pedido a cuatro grandes lectores del género que nos recomienden lo que suele llamarse ‘mierda de la buena’:
1. Fredric Brown y las novelas de detectives ‘iniciáticas’
“Siento especial devoción por las novelas de Fredric Brown protagonizadas por Am y Ed Hunter, tío y sobrino que empiezan como detectives aficionados hasta acabar trabajando en su propia agencia.
Pese a ser más conocido por obras como ‘La noche a través del espejo’ o ‘El asesinato como diversión’, Brown imprimió a las novelas de los Hunter una magia que las hace únicas. Se pueden interpretar como «iniciáticas», ya que en ‘La Trampa fabulosa’ (1947) Ed debe enfrentarse de golpe a la vida adulta cuando su padre es asesinado; la investigación junto a Am, su tío y hermano de la víctima, se convertirá en un auténtico rito de pasaje. La novela se publicó en la revista Mystery Book Magazine, en el ocaso de los pulps, cuando la literatura de género hacía su transición hacia formatos como los paperbacks o los digest y le valió al autor el premio Edgar a la mejor novela de debut.
A esta la siguió ‘La viva imagen’, mi favorita, donde ambos personajes trabajan como feriantes en una feria itinerante y deben resolver varios asesinatos. Brown se recrea en una ambiente entre lo fabuloso y lo grotesco y Ed iniciará su educación sentimental.
A partir de la tercera, ‘Plenilunio sangriento’, hasta la séptima y última novela de la serie, ambos trabajan como detectives privados en Chicago. En ellas, Brown juega a introducir lo anómalo y maravilloso en las tramas, cuando abre la posibilidad de que hombres-lobo, «mad doctors» o extraterrestres estén detrás de los crímenes”. –José Luís González Martín.
2. Historias y autores que no deberían desaparecer NUNCA
“Tengo muy claro que el autor de pulp noir que recomendaría sin pensarlo sería Samuel Dashiell Hammett, no solo por tratarse de una figura seminal en el género, -dado que sus cuentos sobre el operativo sin nombre de la Agencia Continental de Detectives consolidaron el género más allá de toda duda-, sino porque su obra, además de ser adelantada a su tiempo, no ha perdido un ápice de frescura y aún hoy se lee con deleite.
Hammett propició el auge del género negro desde las páginas de la revista pulp Black Mask, cosechando un éxito tal que el editor “animaba” al resto de los autores a que escribieran como él. Pero dejando aparte sus creaciones posteriores, como Nick Charles o Sam Spade, el anónimo operativo de la Continental tiene algunas de las mejores piezas cortas que se hayan escrito jamás en ese subgénero que el hard boiled o género negro.
Hammett no hablaba de oídas; había trabajado en la Pinkerton y sabía de primera mano que aquellos que están del lado de la ley no tienen por qué ser “los buenos”, y que los que la infringían no tenían, tampoco, por qué ser unos malvados villanos, ni muchísimo menos. ‘Cosecha Roja’, de la que existen numerosas ediciones, es un claro ejemplo de ello (en realidad se trata de los cuatro cuentos publicados en Black Mask que se desarrollaban en la pequeña ciudad de Personville, amalgamados para formar una unidad narrativa), pero siempre he sentido un especial cariño hacia otras piezas menos conocidas del ‘Continental Op’ como ‘El gran golpe’ (Black Mask, febrero de 1927), ‘Dinero Sangriento’ (Black Mask, Mayo de 1927), o ‘Cinco chinas muertas’ (Black Mask, noviembre de 1925). Las dos primeras forman los que muchos estudiosos han considerado la primera novela de Hammett y no solo muestran algunas de las mejores características de la ficción pulp, como la tremenda agilidad narrativa que hace que el lector se beba, literalmente, la historia, sino que también ofrece algunas de las mejores cualidades del mejor Hammett».
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«Uno de los aspectos de la ficción pulp que más enerva a los que adoramos el material que se publicó en esas revistas de papel malo es, precisamente, la cantidad de autores y sagas que están a punto de desaparecer en el olvido, que, literalmente, “no existen”, porque la sesuda crítica no las consideró en su momento lo bastante buenas.
Y aunque se supone que los lectores deberíamos mostrarnos agradecidos por el hecho de que ciertas editoriales hayan elegido por nosotros qué es lo mejor de lo mejor, no podemos dejar de lamentar lo difícil que resulta encontrar obras en nuestro idioma de gente como Paul Cain (no confundir con James M.), Raoul Whitfield, Lester Dent o Carroll John Daly. Este último inició, literalmente, el género negro, en las páginas de Black Mask, anticipándose en unos meses al propio Hammett e instauró lo que acabarían siendo todos los tópicos del género. Es cierto que carece del calado literario de Hammett, con el que compartió páginas en Black Mask, junto con Erle Stanley Gardner (antes de crear al abogado fullero Perry Mason y cambiar de público y de estilo).
De hecho, ellos tres fueron las estrellas de la revista, al menos hasta que se fue Hammett y entró Chandler, y hasta que todos ellos abandonaron Black Mask para mudarse a la Dime Detective Magazine, que les pagaba más. Pero mientras que en EEUU no resulta tan complicado encontrar recopilaciones de cuentos de Daly, Dent o Gardner (nos referimos a sus cuentos sobre Ed Jenkins publicados en Black Mask, muy al estilo de Hammett), resulta casi imposible encontrar algo de estos autores en castellano, como no sea en alguna que otra antología, como ‘Detective privado’ de Bruguera y similares. Y Carroll John Daly es un autor a reivindicar. Su saga de Race Williams resulta tremendamente divertida y ejerció una tremenda influencia en el género».
Es cierto que, a diferencia de Hammett, Daly narraba de oídas (en una ocasión se compró una pistola automática, para saber lo que se sentía sosteniéndola, y fue detenido por la policía, porque además se perdió regresando a su casa desde la redacción de Black Mask, algo que solía sucederle a menudo, dado que era un auténtico desastre), y también es cierto que no escribía tan bien como Hammett y que incluso algunas de sus historias pueden llegar a resultar paródicas del género, sin pretenderlo. Pero su importancia es capital.
Resulta curioso que el propio Mickey Spillane reconociera públicamente a su Race Williams como una inspiración (un halago que le valió una demanda por plagio por parte del agente literario de Daly, que por cierto fue enérgicamente retirada por el propio autor; a fin de cuentas Daly llevaba décadas siendo ninguneado por la crítica y declaró estar encantado ante los comentarios de Spillane).
Por desgracia, no es fácil encontrar obras de Daly en nuestro idioma, pero es cuestión de tiempo que alguna editorial se fije en ellas. Los lectores lo agradecerán, pues la diversión está asegurada”. – Javier Jiménez Barco (traductor de pulp y editor de la revista ‘Barsoom’).
3. Una vuelta de tuerca al ‘pulp noir’
“Lo más relevante, en el caso de Leigh Brackett, es cómo toma todos los elementos del ‘pulp noir’ de Hammet y Chandler y los reconfigura desde una perspectiva muy fresca, dándoles un giro a todos los tópicos del género (femme fatales, detectives decadentes, familias corruptas…). Sin duda, los diálogos son geniales, lapidarios e hilarantes y gracias a ellos Howard Hawks quiso a Brackett como guionista de ‘El Sueño eterno’.
También ‘Esta es mi historia’, de Frank McFair, es una de esas joyas del bolsilibro que merecen reivindicarse. Es la historia en primera persona de un personaje al margen de la ley, que no tiene nada que envidiar a la narrativa de Jim Thompson. Moralmente ambigua, llena de acción uy con un toque melancólico que nos deja un poco excelente. Francisco Cortés Rubio (nombre real de McFair) merece una retrospectiva como parte de lo mejor que ha dado el pulp patrio junto a Silver Kane o Curtis Garland”. – Miguel Ángel Wolfville, editor de GasMask Editores.
4. Extremo e híbrido de otros géneros
“Me cuesta escoger una obra de ‘pulp’ más policiaco, pero a mí me gusta mucho el Shudder Pulp, que es un tipo de pulp más extremo y lleno de sexo y violencia. Es un precursor casi directo del terror setentero, el gore, el giallo e incluso del bizarro y para catarlo recomiendo ‘Los hombres topo quieren tus ojos y otros relatos sangrientos de la Era Dorada del Pulp’ (Ed. Valdemar), que tiene un prólogo maravilloso de Jesús Palacios”. -Hugo Camacho, editor de Orciny Press.