Rosa Montero: "Los hallazgos hechos por mujeres han sido devorados por los hombres de su alrededor"
Rosa Montero presenta Nosotras. Historias de mujeres y algo más, una reedición y ampliación de historias de mujeres que merecen estar en la historia.
Había una vez, en un reino muy, muy lejano, una princesa que se llamaba Enheduanna. Era hija del poderoso rey acadio de Mesopotamia Sargón I. La princesa vivía en una ciudad muy antigua, al sur de un reino todavía más antiguo donde se inventó la escritura. Una de las cosas que más le gustaba hacer a la princesa era cantar a la diosa Inanna, diosa del amor y la guerra, y al dios Nannar, dios de la luna, su protectora. Pasó el tiempo y se hizo tan importante que la nombraron Suma Sacerdotisa. Así que le escribió un poema a su diosa. Lo llamó Exaltación de Inanna. Lo que hizo nuestra princesa nunca se había visto hacerlo a nadie y su poema se convirtió en el primer texto literario en la historia de la humanidad. Además, Enheduanna era sabia en estrellas e hizo algunas de las primeras anotaciones astronómicas y también musicales de la historia. Su obra fue tan relevante que se hicieron numerosas copias, algunas, incluso, siglos después de la muerte de la princesa. Fin.
«O sea, el primer texto firmado de la historia de la humanidad, en el año 2.300 a.C., era de una mujer y no lo sabíamos. Esta mujer está en el principio de la música, de la historia y de la literatura y no sabemos una mierda de ella. Es alucinante. Si no sabemos cosas como esa, ¿qué maldita historia conocemos todos, hombres y mujeres?«, se pregunta la escritora Rosa Montero en un desayuno organizado con un grupo de periodistas. Montero, que es Premio Nacional de las Letras 2017, que es una de las autoras más reconocidas de nuestro país, que es feminista desde pequeñita, que es libre y entera para ser lo que quiera, es también la rescatadora de un centenar de mujeres que, como Enheduanna, estaban hasta ahora aplastadas, secuestradas por el prejuicio, olvidadas en los anales de la historia.
Las ha recuperado, además, para la eternidad porque las ha plasmado en Nosotras. Historias de mujeres y algo más (Alfaguara, 2018). Un libro, ilustrado al detalle por María Herreros, que es una revisión y una reedición, pero también algo más. Porque Rosa Montero empezó a rescatarnos en 1995, cuando publicó Historias de mujeres, una recopilación de la vida de 16 mujeres entre las que se encuentran: Simone de Beauvoir, las hermanas Brönte o Agatha Christie junto a las miserias de Laura Riding, el infierno de Aurora y Hildegart Rodríguez o la ambición de Irene de Constantinopla.
En ese prólogo, que escribió ya hace más 20 años, se lee: «Hay una historia que no está en la historia y que solo se puede rescatar aguzando el oído y escuchando el susurro de las mujeres». Pero entonces la mirada que tenía hacia ese olvido al que las habían condenado contenía una especie de fatalismo, «de pobres mujeres y pobres de nosotras que no hemos podido hacer nada». Entonces, cuenta, no fue capaz de calcular «el volumen de la tergiversación y del ocultamiento que hemos sufrido»: «La porción invisible del iceberg de mujeres silenciadas empieza a emerger ahora, y tiene unas dimensiones colosales».
Ahora que estamos, según cree, en medio de un movimiento histórico, de una nueva oleada del feminismo que va mucho más allá de una moda. Las reacciones al caso Weinstein y el nacimiento del #MeToo, la huelga feminista del 8 de marzo y la posterior marcha de cientos de miles de españolas y españoles a un mismo paso, las manifestaciones contra La Manada y su sentencia. «Se está cambiando el hecho de aceptar una normalidad que no lo era, porque era una mirada del mundo totalmente sexista». Y pone de ejemplo el rechazo generalizado que estamos creando, afortunadamente, hacia el abuso.
«Yo de los 10 hasta los 17 iba al instituto Beatriz Galindo en Madrid. Estaba a siete paradas de mi casa con un transbordo. Yo iba sola, y bueno por lo menos en los primeros años, cuando era más vulnerable, hasta que cumplí 14 ó 15, yo creo que no pasó ni un solo día sin que no me tocaran el culo, no se refrotaran contra mí. En uno de los viajes, yo tendría unos 11 años e iba con una amiga valiente, que yo no lo era, mi amiga se atrevió a protestar y el acosador le pegó un bofetón. Absolutamente nadie del vagón nos defendió».
Y sigue narrando: «Se tenía la sensación de qué miedo dan, qué cosa más terrible. Había que aprender a salir corriendo del vagón, a meterse en un sitio que estuviera lejos de los hombres. Se entendía como algo inevitable: el mundo es así de terrible, somos gacelas y ellos son leones, en el mundo natural los leones persiguen a las gacelas».
«Pues no, no es natural. No son leones y nosotras gacelas. Esa es la mirada que se acabó. Y este libro está escrito en esa mirada nueva», dice Montero dando un pequeño golpe en la mesa de El Imparcial.
«No tenemos la obligación de ser santas, solo tenemos la obligación de ser libres y de ser enteras lo que nosotras queramos»
Así, en la reedición actual que cuenta con las ilustraciones bellísimas de Herreros, la autora decidió que no quería solamente escribir un prólogo nuevo. Y a las 16 originales, les ha añadido ahora 90 pequeños retratos de otras mujeres, desconocidas en su inmensa mayoría, pero «impresionantes, titánicas», asegura. Y entre las que hay de todo: «Titanas que son buenas y malas y de todos los colores, afortunadamente. No tenemos la obligación de ser santas, solo tenemos la obligación de ser libres y de ser enteras lo que nosotras queramos. Hay varias terroríficas, tremendas».
Ching Shih (1775-1844) es considerada la pirata más importante de la historia. Llegó a ser corsaria de 400 barcos y 70.000 hombres. «Manejaba su poder con mano de hierro y dictó unas leyes de piratería cuya desobediencia se castigaba con la muerte». Terminó negociando con el Gobierno y obtuvo el perdón para ella y sus hombres a cambio de retirarse del oficio. «A su hijo y esposo le dieron un buen cargo de funcionario y Ching pasó el resto de su vida dirigiendo un burdel y una casa de apuestas. Tremenda». Trótula de Salerno (siglo XI-1907), una de los médicos más importantes de la Edad Media, escribió el libro más veces reproducido en este período, y su popularidad era tal que, a partir del siglo XV, empezaron a masculinizar su obra con el nombre de Trótulo. Kahina de Mauritania (637-702), guerrera, estratega y dirigente del ejército beréber. Alexandra David-Néel (1868-1969), feminista, cantante de ópera, anarquista, exploradora, periodista, montañera. Mary Anning (1799-1847) a quien le cayó un rayo encima cuando tenía 15 meses y terminó convirtiéndose en la primera paleontóloga profesional de la historia.
Y así, decenas y decenas de nosotras. «No hay un solo campo social, artístico o del conocimiento en el que no hayamos destacado«, concluye Rosa Montero. Durante estos meses de documentación, un proceso que ha sido especialmente difícil en los casos de mujeres más antiguas, Montero además de «aprender muchísimo» ha encontrado unos rasgos que se repiten en todas estas historias.
El primero es la «tremenda dificultad para educarse que han tenido todas»: «Esto es una tragedia de tal calibre. Hasta principios del siglo XX, no se nos permitió asistir a la universidad, salvo excepciones. Así que de entrada no se han podido formar de una manera regular, han sido autodidactas o se disfrazaban para poder ir a las clases, y a pesar de eso han llegado a ser eruditas». Como Sophie Germain (1776-1837) quien se disfrazó de hombre pasa asistir a clases de la universidad y terminó imprimiendo su nombre a la teoría de número primos. «Ese es otro gran topicazo: que no hay mujeres matemáticas ni científicas, hay montones e impresionantes».
Tercero: «El porcentaje altísimo de trabajos de mujeres que han sido ensombrecidos o robados directamente por sus maridos, sus hermanos, sus profesores, sus directores de cátedra… Sus hallazgos han sido aplastados, robados y devorados por los hombres que tenían alrededor».
El cuarto rasgo común lo ilustra Clara Schumann (1819-1896), la compositora y esposa de Robert Schumann. «Alguna creí que tenía talento creativo, pero he renunciado a esta idea; una mujer no debe desear componer. Ninguna ha sido capaz de hacerlo, así que, ¿por qué podría esperarlo yo?». Cuenta Montero que esta rendición resulta desoladora por su doble mentira: porque Clara estaba «prodigiosamente bien dotada para la música», y porque, a su alrededor, en su misma época, hubo numerosas talentosas compositoras. Montero cita unas cuantas, con este objetivo permanente de rescatarlas del olvido: la alemana Fanny Mendelsshon, la francesa Mel Bonis, la española Isabel Colbran o la polaca Maria Szymanowska. Y antes de ellas, muchísimas otras. Pero no estaban, no constaban, porque ellos, los que escriben la historia, no habían recordado a ninguna.
«Esta sociedad nos ha robado a las mujeres la capacidad de ir creciendo una detrás de otra»
«¿Qué nos ha pasado a las mujeres? Que siempre hemos tenido que empezar de cero. El peso tremendo de la montaña del olvido nos aplasta, nos obliga a empezar cada vez otra vez. Esto es terrible, porque la cultura es una trenza, la cultura un testigo que nos vamos pasando y esta sociedad nos ha robado este testigo, nos ha robado la capacidad de ir creciendo una detrás de otra. Eso es otra cosa que he visto de una forma tan patente, tan reveladora y tan desoladora cuando he escrito este libro».
Además, cuenta Montero como última condición, estas mujeres que tenían el mundo en contra, la familia en contra, la sociedad en contra, pero estudiaban, se formaban, creaban, pintaban, componían, descubrían, escribían; además, estas mujeres se casaban y tenían un montón de hijos a los que cuidaban. «Es de no creérselo, yo, desde luego, no soy de la raza de estas mujeres».
Para elegirlas, entre las cientos que había, Montero ha contado con la ayuda de la investigadora de la Universidad de Valencia, Ana López-Navajas, que publicó en un estudio de 2014 que los libros de texto españoles tan solo citaban a un 7,6% de mujeres. «Es decir, aprendemos una cultura y una ciencia solo de hombres, una versión de la realidad sesgadamente viril». Por eso, López-Navajas esta preparando una base de datos inmensa con mujeres que puedan ser incluidas en los contenidos de la ESO. «Son tantas, tantísimas, que, al sacarlas a la luz, la historia tal como la conocemos se descompone», dice la investigadora.
Montero dilapida: «Necesitamos saber que la vida no fue ni es como nos la han contado«. Porque, dice, «el escamoteo general ha sido para todos nosotros, hombres y mujeres, en cuanto al conocimiento del mundo». Así, la escritora tiene claro que si queremos deconstruir este mundo para edificar otro, tenemos que hacerlo juntos. «El feminismo o el antisexismo no es un tema de mujeres, no es un tema de chicas. Afortunadamente eso de que ya no va con ellos está cambiando. Estamos deconstruyendo una estructura ideológica sexista milenaria que nos dice a todos cuál es nuestro lugar. Estamos cambiando el mundo radicalmente y con él la vida de los hombres y de las mujeres. Así que, ¿cómo no les va a interesar? Tanto como a nosotras sin lugar a dudas».
“Y después de este mitin que os acabo de dar… os dejo. ¿Vosotros qué pensáis?”.