Lamari: "Me siento una intrusa dentro de Chambao"
Hablamos con Lamari que estrena nuevo disco en solitario para decir adiós a Chambao, grupo que creó el flamenco chill, tras más de 15 años como chambaera.
Ella tiene ese Duende del Sur de quien pisa fuerte desde hace más de 15 años. Cuando junto con los primos Daniel y Eduardo Casañ, miembros fundadores del grupo en 2001 junto con el colombiano Henrik Takkenberg, cantaba debajo de un ‘chambao’ en la playa del antiguo barrio malagueño de pescadores del Pedregalejo.
Allí, entre olores a espetos y biznagas, comenzó a cocerse lo que se convertiría en uno de los grupos más transgresores del panorama musical español. Pero antes de eso, Lamari tuvo que limpiar muchas casas, poner muchas copas y cuidar a muchos chiquillos. Aquí todavía era María del Mar Rodríguez, la menor de cuatro hermanos. De padre albañil y madre ama de casa.
Horas y horas cantando en calles y playas dieron sus frutos y en 2001 Sony los fichó y lanzó al estrellato para vender miles de discos y ofrecer puñados de conciertos por todo el mundo, al mismo tiempo que nacía y creaban un nuevo estilo musical conocido como Flamenco Chill.
Sin embargo, desde 2005, Lamari camina sola en Chambao, por lo que con la firmeza, la madurez y la honestidad de quien deja algo que le pertenece desde hace casi dos décadas, la de Málaga ha decido poner punto y final a Chambao para retomar su carrera, esta vez, con su propio nombre: Lamari. «Me siento una intrusa dentro de Chambao, y yo pertenezco a él, pero ya es hora de que quede ahí», se sincera generosa.
Arrolladora y llena de energía llega al Restaurante Ana la Santa, en pleno barrio de las letras, para presentarnos su nuevo trabajo, De Chambao a Lamari, un proyecto con el que se despide de una época pasada que zarandeó el espectro musical con su particular mezcla de flamenco y electrónica. «Desde hace tiempo yo ya no hago flamenco chill, por lo que seguir con el nombre de Chambao con un sonido diferente es usurpar algo de los chambaeros», confiesa sincera.
«El flamenco no sólo es música, es un estilo de vida, una actitud»
De esta forma, el viernes 22 de junio saldrá a la luz De Chambao a Lamari compuesto por más de 30 canciones, «aquellas que siempre han estado en los conciertos y que siempre me ha pedido el público», para decir ‘adiós’ a ese nombre de refugio malagueño que durante 17 años cobijó a la andaluza.
—¿Y ahora a qué sonará Lamari?
—Lamari sonará a música (risas). Me gusta mucho el flamenco. Soy apasionada y admiradora del flamenco, flamenco, no del flamenquito como llaman algunos. El flamenco no sólo es música, es un estilo de vida, una actitud. Me gusta mucho su parte bohemia y cañera y por ahí irán los tiros.
—Tus canciones siempre han tenido mucha carga social, ¿seguirás en ese mismo estilo?
—Yo no me siento obligada por ser artista a hacer canciones reivindicativas, eso sale o no. Por lo que no sé si en Lamari habrá este tipo de canciones. Cuando me ponga a componer y escribir veremos a ver qué sale.
Sin embargo, este nuevo cambio de rumbo no ha sido sorpresa para muchos. La constatación de que este era cada vez más su proyecto personal llegó en 2016 con un último y rupturista disco de estudio, Nuevo ciclo, en el cual «rizó el rizo» al aproximarse a géneros como el candombe o la chacarera.
Ahora vuelve a tomar las riendas al igual que en 2005, cuando se quedó sola en el grupo. Año en el que también tuvo que hacer frente a uno de los momentos más duros de su vida: la aparición de un cáncer de mama, una enfermedad devastadora para muchas mujeres. «No entendía por qué me había pasado eso a mí. Yo que me cuido, hago deporte, como bien…», reflexiona. Sin embargo, la misma enfermedad fue la que le hizo engacharse de nuevo a la vida, atarse fuerte los cordones y pisar con firmeza para seguir cosechando éxitos: «El cáncer me hizo no abandonar Chambao. Sabía que yo no estaba ahí fortuitamente, yo valía para eso». Y a partir de ese momento, un puñado de premios y reconocimientos, una decena de discos, cientos de conciertos y un aprendizaje: «Primero yo, después yo y luego yo». Pero también, algún que otro nuevo varapalo. Como el que le vino en 2016, cuando justo antes de un concierto en Empúries, Gerona, bebió, sin saberlo, de una botella de agua que tenía burundanga. «No quiero pensar que me la echaron a mí, quiero creer que fue algo fortuito, pero sí que tuve que volver a recuperar la confianza, sobre todo en mí». Y es que durante más de dos semanas las redes sociales la acusaron de «borracha». «Me tuvieron que sacar del concierto porque parecía que estaba bebida, no podía vocalizar bien. Tuve amnesia durante dos horas», recuerda.
«El cáncer me hizo no abandonar Chambao»
Sin pelos en la lengua y sintiéndose «una artista libre», se pronuncia sobre la crisis de los refugiados en un momento en el que su canción Papeles Mojados cobra de nuevo todo el sentido y fuerza del mundo. «No entiendo cómo hay personas que dejan que otras se ahoguen, me cuesta trabajo ponerme en la piel de alguien que piensa así», comenta haciendo referencia a aquellas voces que han manifestado abiertamente una postura contraria a la acogida de los 630 inmigrantes llegados al puerto de Valencia en el buque Aquarius el pasado fin de semana. «A mí me da igual quién sea esa persona y de dónde venga, mi mano siempre se la tenderé a quien se esté ahogando«, cuenta, asegurando estar muy sensibilizada y familiarizada con este tema ya que se ha criado y crecido en el mar.
—¿Crees que esta acción del Gobierno de Sánchez es una declaración de intenciones o una medida populista?
—Puede ser una pantomima. En la política siempre hay una estrategia, porque los políticos se venden mucho pero hacen poco porque hacen mala política. Con lo cual, ¿qué nos creemos y qué no? No me vendas la moto y ejecuta, que para eso estás ahí. En España siempre hemos tenido un circo de Gobierno, y en consecuencia muy mala educación, muy mala sanidad y muy mala cultura.
—¿Quién hubiera sido para ti el ministro de Cultura ideal?
—Cualquiera de mis hermanos.
—¿Tus hermanos?
—Sí, porque conocen perfectamente al ser humano, conocen las necesidades de las personas. Ellos estarían por y para el pueblo y ese tipo de seres son los que necesitamos al frente de nuestro país. A los políticos le diría que dejen de hacer pantomimas y robar y que hagan política de una vez. Hay gente en la cárcel que ha robado 70 euros en una tienda y está cumpliendo dos años de condena, la misma que está cumpliendo Urdangarin por haberse llevado millones y millones. Hay una descompensación brutal, y eso sólo se resume en mala política.
Así, con la libertad que «mi padre y mi madre me dieron cuando me parieron, no la que me quieren imponer otros», ella hace la revolución a su manera. Amante de los animales, lleva tatuados en su antebrazos a sus perritos, Lupita y Lolo, se define feminista de las que abogan por «opiniones mixtas y un mundo mixto». «No soy de extremismos y radicalismos, lo único que quiero es que cuando la mujer hable se la escuche. Sin embargo, casi siempre se escucha más al hombre. La historia lo viene marcando así», apunta la artista, que asegura que no tiene ningún problema en levantar la voz si es necesario: «Alguna vez lo he tenido que hacer y lo seguiré haciendo cuando se me ignore por ser mujer«.
De esta forma, la malagueña, consciente de que «probablemente toda la vida» siga siendo ‘Lamari de Chambao’, comienza Pokito a Poko un nuevo rumbo, sin olvidar, como tantas veces ha cantado, que «no vale la pena andar por andar, es mejor caminar pa’ ir creciendo». Y creciendo y caminando seguirá la de Pedregalejo «haciendo música», sin etiquetas.