Dice Luis Cepeda (Ourense, 1989) que él ha sido siempre así, así de inseguro, así desde pequeño. Dice que no ha cambiado nada. Que en cada fase que completó del casting de OT pensaba lo mismo: “Bua, es que de esta seguro que ya no paso”. Pero pasó y entró en la edición de Operación Triunfo con más éxito de la década. Pasó y ahora hace junto a sus compañeros conciertos ante 17.000 personas. Pasó y su single Esta vez ha conseguido más de cinco millones de visitas en menos de una semana. Pasó y ahora centenares de miles de seguidores están pendientes de dónde habla y de qué piensa, de si siente y de con quién. Pasó y pasó Operación Triunfo, pero él sigue así, así de inseguro, así desde pequeño.
—Viendo tu casting entero, Luis…
—Qué horror… Estaba más gordito.
—Se te ve como abrumado por tus compañeros.
—Claro, joder, solo hace falta ver los que tengo ahora al lado. De hecho, ya los 80 que fuimos a la final al hotel donde se hizo el casting, yo decía: «¿Qué coño estoy haciendo aquí? Si todo el mundo canta mejor que yo». Cuando entré fue muy heavy. También es porque soy realista. Hay cosas claras: quieras o no, esta persona canta mejor que yo. Y era un concurso de cantar. Ya no es que sea inseguridad es que tengo oído para saberlo.
—Realista tampoco, porque no acertaste.
—No, bueno, pero porque igual en el casting buscaban un chico inseguro y por eso he pasado.
Dice Cepeda que esa inseguridad vive con él todo el tiempo, en el momento de esta entrevista, en cada actuación que hizo en Operación Triunfo. «Actuar en televisión en prime time delante de un jurado que te puede largar de un sitio en el que quieres estar y con un público que no es el tuyo, me da muchísima inseguridad y mucho nerviosismo». Dice que solo hay un momento en el que desaparece: «Y luego está cantar delante de la gente que quiere escucharte, que va a conciertos por ti. Ahí no hay inseguridad. Me siento cómodo: soy yo cantando y lo que quiero hacer es transmitir».
Es un martes de calor horroroso en Madrid y Cepeda entra puntual y tranquilo en el hotel Ilunion Atrium con su mochila azul, la camiseta lisa, los vaqueros rotos y sus deportivas. Todo como siempre.
—¿Esa camiseta es nueva, Cepeda?
— Pues sí, me la compré ayer. Lo que pasa es que me las compro todas iguales, en serio. A 3,90 en el New Yorker. Pero quedan bien, ¿no?
En Cepeda hay cero pretensiones. Se sienta, el micro, se coloca, la cámara, se recoloca, la luz. Sonríe y ni una protesta. Lo que le digan. Y juega con el azucarillo y las zapatillas, hace dibujitos en el cristal, se toquetea las pulseras de su muñeca, sonríe y también posa, todo mientras cuenta cómo empezó a cumplir el sueño de su vida.
Luis Cepeda fue el eterno nominado de OT. Las cinco veces que se expuso a ser expulsado le trajeron muchos, muchísimos haters que cada semana llenaban Twitter de lindezas. «Cepeda, a la calle». Pero tardaron cinco galas en sacarlo de la academia. Porque como en una pelea de filias y fobias, tenía —sin él saberlo del todo— el apoyo masivo de miles de seguidores, que hacían cadenas de SMS, que ponían dinero, le votaban, le salvaban.
Los de un lado le espetaban que cantara siempre igual, le reprochaban que siguiera ahí solo por la carpeta, le culpaban de que se estuvieran yendo concursantes con «más talento» que él —Thalía, Ricky, Mireya y Raoul perdieron contra el gallego—, los del suyo recordaban su timbre roto, su dúo con Aitana, su emoción en el escenario.
«Yo lo sabía: voy a estar nominado hasta que me largue el programa», dice riéndose ahora. «Así que no pasaba nada, a aceptarlo y seguir para delante. En las últimas nominaciones estaba ya como: ‘Venga a ver si me voy ya, porque ya va siendo hora’. Pero es verdad que se llegó a convertir en algo bueno porque yo me quedaba salvado en cada nominación, así que me di cuenta de que tenía un apoyo detrás».
La salida fue dulce. Él se fue, pero se quedó su amigo sapoconcho. Y a partir de ahí, entró en el sueño. «Yo me esperaba salir de OT, poder hacer mis temas con una compañía pequeña, tocar en bares delante de 20 o 30 personas y ganarme un poco la vida. Cuando estábamos dentro de la academia no nos imaginábamos tanta repercusión, ni el bombazo que ha tenido, ni mucho menos», dice con una sonrisa.
Tocar en bares habría sido ya una victoria. Por eso el proceso de creación de Principios, un disco con 10 temas —tres que ya tenía de antes, seis que ha compuesto con David Santisteban y otro con Andrés Suárez—, no ha tenido ninguna parte difícil, solo mucha más ilusión de lo normal. «He aceptado las cosas tal y como vienen, con muchísimo agradecimiento. Es tan grande esto… Y ha salido solo. Así que no he tenido ningún momento difícil… de momento», explica.
Cepeda habla con orgullo del Luis de antes. Ese que estudiaba un máster, después de terminar Ingeniería Industrial, y lo compaginaba trabajando como captador de una ONG de refugiados en las calles de Madrid. A ellos les ha dedicado uno de sus temas en el disco. «Es un trabajo muy honrado, muy digno y que lo seguiría haciendo ahora si pudiera. Así que desde aquí animo a todo el mundo a que se pare y colabore».
—¿Qué le dirías al Luis que trabajaba mientras estudiaba y que ahora está aquí?
—No le diría nada, realmente. Yo no podría influir en mi pasado. Esto es como el efecto mariposa: igual si toco algo, no estaría aquí haciendo una entrevista para promocionar mi disco que es mi sueño. No le daría ningún consejo, porque si le digo ‘vete por este camino’, igual a tomar por culo la vida que tengo ahora.
Operación Triunfo 2017 era la última oportunidad que le daba a la música. A esa cosa que tenía dentro desde pequeño. «La única manera que veía de conseguir dedicarme a la música era saliendo en un programa de televisión de máxima audiencia y que la gente me conociera un poco y consiguiera un grupo de personas que quisiera escuchar mi música. Desde cero hay muy poca gente que lo consigue, poquísima. La gente que ha triunfado así no solo son excepciones, sino que son excepcionales. Artistas que se lo han currado, que son músicos desde pequeños, que han pasado por mil sitios antes de pisar un escenario o un teatro. Yo lo veía inviable porque yo no podía dedicarme a eso a la vez que estaba estudiando y mientras mis padres me estaban tirando de las orejas para que estudiara. Era muy complicado. Entonces la última oportunidad era OT y ha sonado la flauta. Al menos de momento, porque esto es una escalera y todavía estoy subiendo».
Al igual que nos contó Miriam, Cepeda también tiene muy claro que el boom de OT es efímero. «La movida es que ahora empieza otra edición. Entonces va a haber gente que te siga queriendo escuchar, pero otra que se irá porque otro le llamará más la atención. Ahora estamos en el punto álgido de un programa de televisión de máxima audiencia. Pero esto es como todo, aquí hay que luchar por lo que quieres, no se mantiene solo. Esto ha sido un bombazo del momento, pero se irá disolviendo con el tiempo». La nueva edición no da miedo, insiste, pero sí se queda la incertidumbre.
Le digo a Cepeda que durante estos meses su relación con las redes sociales parece muy conflictiva: muchos tuits borrados, muchísimas publicaciones defendiéndose de ataques, cientos de gracias y corazones azules para los que le apoyan. «Cada uno es libre de expresar lo que le da la gana en redes sociales. Digas lo que digas te van a observar con lupa y va a haber un cierto grupo que te critique y te ponga a caer de un pino. Es malo porque no puedes expresar tus opiniones. A mí me gustaría que mi red social fuera como la que tenía antes. No quiero dedicar las redes sociales solo a algo publicitario, como hacen la mayoría de los artistas: mañana concierto en Valencia, firma en Valladolid… Y ya está. Yo no veo una red social humana en muchos artistas, entonces, me gustaría cambiar eso. Nosotros también somos personas, también tenemos nuestro criterio, nuestras opiniones, nuestra vida personal, nuestras fotos con nuestro padre y nuestra madre. De hecho Operación Triunfo ha sido tal éxito porque se nos ha visto también en el ámbito humano y personal, no solo musical y artístico. O sea que dentro de OT hemos sido como somos en casa, entonces, ¿por qué no seguir como somos en casa en las redes sociales?».
—¿Te cortas con lo que vas a decir?
—Muchas veces sí que me corto. Las cosas que subo realmente las pienso mucho, no las suelto y a ver qué pasa, las pienso y sé que va a tener cierto grupo de personas que me va a poner verde.
Ese lado malo se contrarresta con todo lo demás. Todos los momentos bonitos: los premios Dial, estar con Pablo López en el mismo camerino, cantar con Antonio José, la gira, el single, el disco. Esta parte del sueño. «Esto es solo una etapa. Cuando tenga 60 años y mire al pasado y diga: ‘Coño qué bien me lo he pasado, lo que he vivido’, entonces sí diré ‘mira, acabo de cumplir mi sueño».