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'Genbaku bungaku': literatura de la bomba atómica

La Genbaku bungaku llegaría a ser censurada en Estados Unidos y también marginada en los propios círculos literarios japoneses.

‘Genbaku bungaku’: literatura de la bomba atómica

No hay practicidad posible que pueda surgir de la muerte de cientos de miles de personas. Tampoco hay remordimiento lo suficientemente profundo como para anular con disculpas y tratados una masacre concertada. Es evidente la capacidad del ser humano para auto-extinguirse, y de extinción por mano de obra propia hablamos cuando repasamos la capacidad nuclear y armamentista de los Estados.

Ese mismo poder que se utilizó para destruir ciudades como Hiroshima y Nagasaki se balancea entre la intencionalidad y la precaución para asegurar que todo está bien y que de los errores se aprende. Aunque todo también estaba “bien” en Bielorrusia cuando accidentalmente el reactor de la central nuclear de Chernóbil explotó, o en Fukushima cuando la naturaleza siguió su curso y un hilo de tiempo que comenzó con un terremoto de 9 en la escala de Richter terminó con el colapso de la central nuclear de Japón.

Así, entre accidentes, actos de la naturaleza y rencores premeditados se balancea la incertidumbre de la función que supone la existencia de centrales y armas nucleares controladas por el hombre.

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Gente rezando por las víctimas del bombardeo atómico de 1945 frente a la estatua de la paz en el día del 73 aniversario del bombardeo a Nagasaki. Kyodo, 9 de agosto de 2018. | Foto: Kyodo/via REUTERS

 

En el siglo XXI parece impensable que una bomba atómica vuelva a caer del cielo con toda la furia de la codicia humana para destruir un pueblo, una ciudad, un país. Menos impensable, pero aún así lejano, parece el colapso de alguna central nuclear que arrase con la salud y tranquilidad de generaciones por décadas. Parece impensable, pero decididamente no es imposible.

Aunque la Genbaku bungaku llegaría a ser censurada en Estados Unidos y también marginada en los propios círculos literarios japoneses, ante la ruptura de acuerdos y relaciones que han costado décadas construir, ante la incertidumbre de ciertos egos presidenciales y la existencia amenazas de “destrucción total”, tiene sentido acudir a los testimonios de quienes sí entendieron y vivieron personalmente las consecuencias de las armas nucleares.  

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Una niña participa en una demostración por la paz en Mumbay, India, en conmemoración del 73 aniversario del bombardeo atómico en Hiroshima. | Foto: FRANCIS MASCARENHAS | Reuters.

En la literatura estos testimonios se organizaron luego de la muerte de 246 mil personas entre el 6 y el 9 de agosto en Japón. Una lírica estremecedora e ineludible denominada como Genbaku bungaku o literatura de la bomba atómica. Un intento de los hibakusha -como se conoce a los supervivientes de las bombas atómicas-  por renunciar al silencio y narrar sus experiencias en palabras que catalizan a una sociedad naturalmente hermética en su intento por darle sentido a lo absurdo.

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Flores de Verano de Hara Tamiki

Publicado en 1947 y censurado durante años por la prohibición a los japoneses de divulgar escritos sobre la guerra, Flores de Verano es el testimonio de Hara Tamiki en Hiroshima. Tamiki se suicidó en 1951 y perdió a su familia durante el bombardeo.

Cuando el 6 de agosto de 1945 estalló la bomba que mataría de forma instantánea a unas 140 mil personas, Tamiki Hara se hallaba en una casa construida por su padre lejos de la zona de impacto. En el libro este relata con la crudeza inevitable de los acontecimientos lo que vivió, vio y oyó durante aquellas horas. No hay decoraciones que valgan ni mesuras para la muerte. Tamiki relata en un antes, un ahora y un después cada uno de los minutos asociados a aquél resplandor mortal que acabó con su presente.

 

Cuadernos de Hiroshima de Kenzaburo Oé  

El Premio Nobel de Literatura recoge los testimonios y la condena de los sobrevivientes de Hiroshima 18 años luego de la tragedia. Aunque en un principio su visita era con la finalidad de hacer un reportaje sobre la novena conferencia mundial contra las armas nucleares, Oé terminó recopilando el andar de los que perdieron su familia y su resistencia aquél 6 de agosto.

Lluvia negra de Masuji Ibose

Basada en documentos históricos sobre la devastación causada por la bomba atómica y en entrevistas y diarios de víctimas de la masacre, Lluvia negra se enfrenta a las consecuencias de la explosión atómica en Hiroshima a través de Yasuko, una joven que se cuestiona sobre las posibles consecuencias de su contacto con la radiación y cómo esto afecta las relaciones con sus pretendientes y su familia.

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Ciudad de cadáveres, Harapos humanos y Medio humano de Ôta Yôko

“Las reverberaciones continúan hasta hoy. Traté de escribir otros trabajos sin relación con la bomba atómica. Pero la imagen de mi pueblo de Hiroshima borra de mi mente otras cosas”.

Yoko es otra de las sobrevivientes que intentó escribir sobre la bomba a pesar de la censura y el desasosiego. La amenaza de las enfermedades producto de la radiación se asentó en su vida como un monstruo en el closet, llevándola a los límites de sus capacidades mentales y literarias. Su obra completa, aunque escasa, recopila ese miedo y desesperación de los sobrevivientes ante la incertidumbre de un futuro en donde la radiación lanza los dados y decide hacia donde caminan.

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«No puedo entender por qué el mundo no entiende la agonía que provocan las bombas atómicas. ¿Cómo pueden seguir desarrollando estas armas?» I Imagen vía NPR.

La vida regalada de Tsutomu Yamaguchi

El último superviviente oficial y única víctima reconocida que vivió ambos ataques, primero en Hiroshima y tres días después en Nagasaki, su ciudad natal, escribe sobre la misma tragedia en dos ciudades distintas, sobre las probabilidades de resistir y volver a nacer varias veces.  «He muerto dos veces y nací dos veces en esta vida, tengo que contar ese hecho de la historia antes de morirme», expresó en una entrevista antes de su muerte. Murió en 2010 a los 93 años.

 

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Poemas de la bomba atómica de Tôge Sankichi

Este poeta japonés sobrevivió a la explosión de Hiroshima para ofrecer un testimonial lírico invaluable. Su primera colección de trabajos acerca de la bomba atómica Genbaku shishu («Poemas de la bomba atómica») fue publicado en 1951. Falleció a los 36 años de una hemorragia pulmonar gracias a la radiación a la que estuvo expuesto al estallar la bomba.

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Hiroshima de John Hersey

En 1946 el entonces corresponsal de guerra para la revista Time escribió la historia de seis supervivientes en una cronología que relata minuto a minutos los instantes previos e inmediatamente siguientes de la explosión. Cuarenta años más tarde, el autor regresó a Japón para recopilar un último testimonio de vida de estas seis personas y sus recuerdos de Hiroshim

Voces de Chernóbil de Svetlana Alexiévich

El accidente nuclear más grave de la historia sucedió el 26 de abril de 1986 cuando en la central nuclear de Chernóbil una prueba de simulación provocó el sobrecalentamiento y posterior explosión de un reactor nuclear. Como consecuencia la atmósfera recibió 200 toneladas de material fisible con una radiactividad equivalente a entre 100 y 500 bombas atómicas como la que fue lanzada sobre Hiroshima.

El Premio Nobel de Literatura 2016 Svetlana Alexiévich reúne, como ya es usual en sus trabajos, los testimonios de aquellos sobrevivientes y afectados por la explosión del reactor. En la humanidad de sus voces reproduce la reacción del pueblo ruso ante aquella emergencia que el Estado falló en contener. También expone la carencia de protocolo y seguridad de los trabajadores en las plantas, así como la desesperación de los familiares de los afectados que se exponían a la radiación que estos emanaban sin estar enteramente instruidos sobre las consecuencias.

 

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Actualmente el número de armas nucleares en el mundo ha descendido debido a la reducción de arsenales por parte de Estados Unidos y Rusia. El descenso es lento, de 14.935 armas en 2017 se ha pasado a 14.465 en el 2018; sin embargo, según el informe anual del Instituto de Investigación Internacional de Paz de Estocolmo (SIPRI),  tanto Estados Unidos como Rusia continúan en posesión del mayor porcentaje de armas nucleares en el mundo, además de continuar con la marcha de programas a largo plazo para sustituir y modernizar sus cabezas nucleares, misiles y sistemas aéreos de lanzamiento.

 

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