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¿Y si eligiéramos a nuestros políticos por sorteo?

La gran mayoría de los ciudadanos occidentales coinciden en que la democracia representativa es el mejor sistema que tenemos para gobernarnos. Sin embargo, muy poca gente considera que este sistema funcione como debería. Es, por así decirlo, el menos malo de los males. ¿O no? Trump, Orban, Erdogan o Bolsonaro son algunos de los nombres propios que hacen tambalear esta idea. La democracia y sus instituciones están atravesando una crisis de credibilidad. En medio de este torbellino de noticias falsas, injerencias, nuevas tramas de corrupción, el auge de la extrema derecha, etc. la gente se está empezando a preguntar: “¿de verdad esto es todo a lo que podemos aspirar?”.

¿Y si eligiéramos a nuestros políticos por sorteo?

En Irlanda, un grupo de ciudadanos elegidos por sorteo ha logrado despenalizar el aborto. En Australia, han sido personas elegidas al azar las que han decidido dónde poner un cementerio nuclear. En Canadá han logrado reformar la ley electoral. En España, la iniciativa SenadoxSorteo propone un sistema en el que la composición de la Cámara alta sea elegida por sorteo. La idea es que el azar, unido a la estadística, cree muestras (más) representativas de la sociedad —ahora mismo, todos nuestros políticos comparten un perfil muy similar de clase media-alta y con estudios universitarios— y que estas entren en los órganos de poder. Además, la elección por sorteo permitiría que nuestros representantes no estuvieran tan atados a los intereses del partido y que pudieran debatir de forma más libre. Aunque suene a idea pasajera de barra de bar, utilizar el sorteo como herramienta política tiene más ventajas de las que podría parecer a simple vista.

En 2013, el autor e historiador belga Van Reybrouck escribió el libro Contra las elecciones. Por qué votar no es democrático, en el que sostiene la idea de que las elecciones no son estrictamente necesarias en un sistema democrático. Es más, afirma que suponen un problema y, si no queremos que la democracia se hunda por completo, debemos terminar con ellas y buscar otros métodos de participación política como el sorteo.

En un artículo en The Guardian, el autor afirma que “las elecciones son el petróleo de la política. Si bien dieron un gran empuje a la democracia en su momento, al igual que el petróleo se lo dio a nuestra economía, hemos llegado a un punto en el que (las elecciones) crean problemas colosales”. Su libro es un texto provocador porque pretende persuadir con la idea del sorteo a un público que es, en sus propias palabras, “fundamentalista electoral”, es decir, que no entiende las elecciones como un medio para participar en democracia, sino como un fin en sí mismas.

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Elecciones autonómicas catalanas, 2017. | Foto: Bernat Armangue | AP

Van Reybrouck no es el único que se ha unido a esta cruzada. Existe un, cada vez menos, reducido grupo de gente, intelectuales y pensadores, que está planteando la alternativa del sorteo para sacar a las democracias representativas de la crisis de confianza en la que están sumidas. En español, el uso de esta herramienta recibe nombres como “estococracia”, “sorteísmo” o “insaculación”, aunque algunos prefieren llamarlo democracia a secas, pues consideran que los sistemas en los que vivimos ahora no son verdaderas democracias, sino su opuesto: gobiernos representativos. 

 

Resulta que, aunque siempre hemos pensado que la democracia tal y como la conocemos proviene de Atenas, las elecciones no son un mecanismo ateniense. Allí nadie se postulaba para ser elegido representante del pueblo, sino que se utilizaba el método de sorteo para que fuese el azar el que escogiese a los ciudadanos que ocuparían cargos y gobernarían durante un corto periodo de tiempo. Los atenienses que salían escogidos en el klerotenion, la máquina utilizada para llevar a cabo el sorteo, eran meros administradores y no atesoraban el poder político, ya que este residía en todo momento en la asamblea de ciudadanos, que podía proponer y desechar leyes, así como apartar del poder a cargos que no estuviesen cumpliendo con su deber. Con este sistema, Atenas estaba mucho más cerca de la igualdad política de los ciudadanos de lo que lo estamos nosotros actualmente, según sostienen los defensores de esta herramienta.

El sorteo podría ser una forma de recuperar el ideal aristotélico de que todos seamos a la vez gobernantes y gobernados. Pero más allá de cuestiones filosóficas sobre igualdad política, el hecho es que las elecciones arrastran diversos problemas que se han convertido en fallos endémicos de los sistemas democráticos. Uno de ellos es la necesidad del sistema de partidos, que no promueve al mejor político, sino al mejor candidato para ganar las elecciones. Esto es: el que mejor habla, el que se desenvuelve con más soltura ante los medios, el que queda mejor en televisión, etc. Es por eso por lo que muchos opinan que los partidos son una máquina de seleccionar mediocres.

Otra gran lacra del sistema de partidos es el hecho de que polariza a la sociedad, lo cual hace que el Parlamento deje de ser un lugar para deliberar (parlar) y llegar a consensos y pase a ser un medidor de fuerzas en el que nadie está dispuesto a hacer concesiones o a llegar a acuerdos con el contrario, algo que se da especialmente cuando se crean mayorías absolutas. Pensadores como Habermas o Fishkin afirman que la deliberación ayuda a reducir esta polarización. He aquí la clave del sorteo: se trata de una herramienta que hace posible una democracia deliberativa. En una población relativamente grande, donde la democracia directa es imposible, el sorteo es un buen mecanismo para, con una muestra representativa de la sociedad, crear una especie de asamblea ciudadana que pueda sentarse a deliberar para tratar de llegar a acuerdos.

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Sesión plenaria del Congreso de los Diputados. | Foto: Congreso

Según Étienne Chouard, profesor de Derecho y Economía, una de las críticas más recurrentes que se hacen a este sistema es de corte elitista y afirma que no todo el mundo tiene la capacidad de tomar las decisiones que exige hacer política. Si pensamos esto, deberíamos, en primer lugar, tener en cuenta el hecho de que este era el mismo argumento paternalista que se utilizaba antaño para denegar el voto a las mujeres o a los negros. A continuación, afirma, cabría preguntarse si no todos los ciudadanos estamos capacitados para gobernarnos, ¿por qué sí lo estamos para elegir a nuestros gobernantes? 

Por otro lado, hay que recordar que los políticos actuales no son, ni mucho menos, expertos en todos los temas sobre los que toman decisiones. Los ministros cambian de un día para otro de cartera y son capaces de hacerlo porque están continuamente aconsejados por expertos en las materias que tienen que tratar. Lo mismo ocurriría con un grupo sorteado, con la gran ventaja de que serían libres de tomar las decisiones que considerasen mejores porque no se deberían ni un partido ni a intereses a largo plazo propios o de otros.

“Atenas es un referente, no un modelo a importar. Los atenienses no conocían dos cosas que nosotros, en el siglo XXI, sí: la estadística y la idea de diversidad cognitiva”- Tomás Mancebo.

La profesionalización de los políticos es otra de las cosas que los atenienses evitaban con su sistema de sorteo, pues consideraban que los hacía mucho más propensos a la corrupción, a legislar pensando en su propio beneficio y a sucumbir a las presiones de grupos de poder que pueden ser muy importantes para su carrera política. En este sentido, los partidarios del sorteo, proponen que los ciudadanos que hayan sido elegidos por azar para ocupar un cargo o formar parte de una asamblea, lo hagan por un tiempo limitado, que varía según los modelos propuestos por diferentes autores.

Los “sorteístas” abogan por el sistema del sorteo como un modo de terminar con todos estos problemas. Afirman que las elecciones suponen confiar en que los políticos serán buena gente y harán bien su trabajo y que, en cambio, este otro sistema parte de la premisa contraria: los humanos somos corrompibles, avariciosos, etc. y por ello está diseñado sobre la base de la desconfianza y pone en marcha muchos mecanismos de control. Por todo ello, el ateniense era, según Chouard, un sistema mucho más protector que hoy.

Sin embargo, Tomás Mancebo de IgualdadxSorteo, subraya a The Objective que “Atenas es un referente, no un modelo a importar. Lo importante de Atenas es que cumplía con el principio de la igualdad política, pero los atenienses no conocían dos cosas que nosotros, en el siglo XXI, sí: la estadística y la idea de diversidad cognitiva”.

La estadística nos ayuda a extraer muestras de la sociedad que sean representativas de esta. Hoy en día los políticos que nos gobiernan, sean del partido del que sean, comparten un perfil muy similar: clase media-alta, con estudios universitarios en derecho, economía, política, sociología… En un grupo sorteado, habría personas que vienen de ámbitos muy diferentes, con distintos niveles de estudios, de salario, etc.; lo cual no sólo sería positivo en cuanto a igualdad política sino que enriquecería mucho los debates con puntos de vista muy diferentes. ¿Cuántos de nuestros políticos actuales han estado en el paro?, ¿cuántos han trabajado en un sector distinto del terciario?, ¿cuántos provienen de ámbitos no universitarios?, ¿cuántos han estudiado algo diferente a política, derecho, sociología o economía?

Además de la diversidad en cuanto a raza, género, profesión, clase, etc. sería beneficioso que las muestras para el sorteo tuviesen una alta diversidad cognitiva (diferencias de perspectiva y del modo en que uno procesa la información), pues está demostrado que los grupos con alta diversidad cognitiva son más productivos a la hora de resolver problemas.

Como toda idea revolucionaria, el sorteo suele sonar descabellado o, en el mejor de los casos, a utopía lejana. Sin embargo, se trata de algo que se está introduciendo poco a poco en la sociedad. “Cuando yo empecé con todo esto del sorteo, en el 15M, no había más que cuatro artículos en español escritos sobre ello”, afirma Tomás Mancebo. Ahora hay decenas. El movimiento por el sorteo ha crecido de forma exponencial. Y no sólo en el ámbito de la literatura académica sino que también ha crecido el número de experiencias reales que incorporan el sorteo como herramienta democrática.

En Irlanda, el Gobierno creó una Convención Constitucional en 2012 que, formada por ciudadanos elegidos por sorteo, debía debatir sobre ciertos temas y proponer cambios constitucionales. La legalización del matrimonio homosexual y la derogación del delito de blasfemia son dos de los éxitos, que no los únicos, de esta convención. En 2016 se creó la Asamblea Ciudadana para debatir sobre otra remesa de asuntos. El cambio visible hasta ahora es la despenalización del aborto aprobada por referéndum el pasado mayo. No estamos hablando de pequeños cambios a nivel local. En Irlanda se han cambiado leyes constitucionales con este sistema.

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Jóvenes celebrando el triunfo del «sí» a la despenalización del aborto en Irlanda, 2018. | Foto: Peter Morrison | AP

En las presidenciales francesas de 2017 tanto Hamon como Mélenchon y Macron incluían de algún modo el sorteo en sus programas electorales. En Reino Unido hay una propuesta para sustituir la Cámara de los Lores por una cámara de ciudadanos elegidos por sorteo.

El Gobierno australiano encargó a un grupo elegido al azar decidir la localización de un cementerio nuclear. Este es un caso en el que el sorteo puede servir para encontrar soluciones a problemas complejos y polémicos. En Canadá, fueron también ciudadanos elegidos por sorteo los que hicieron la base de la reforma de la ley electoral.

El caso de España

Por su parte, el Ayuntamiento de Madrid ha creado un Observatorio Ciudadano formado por 57 ciudadanos elegidos por sorteo. Se trata de un proyecto que se votará en el pleno en enero de 2019. Los ciudadanos que formen el Observatorio, participarán de forma voluntaria y cobrarán únicamente las dietas. Una de sus funciones será la de deliberar sobre temas derivados del pleno y la ciudadanía o por su propia propuesta y hacer recomendaciones sobre ellos al ayuntamiento. Los temas que tratará serán, principalmente, los propuestos por el Pleno y salidos de las propuestas más votadas en Decide Madrid. No obstante, en la última sesión del año, el Observatorio podrá proponer temas al ayuntamiento.

“Este proyecto no será del Gobierno sino del ayuntamiento porque también va a ser una herramienta de la oposición”- Pablo Soto.

En la capital ya existía un órgano llamado Observatorio de la Ciudad con un cometido similar: vigilar la acción política del Gobierno. Sin embargo, estaba formado por concejales responsables de áreas. Es decir, hasta el momento eran las mismas personas que trabajaban en el Gobierno las que se vigilaban. El ayuntamiento lo ha disuelto ahora para que sea la ciudadanía quien supervise al Gobierno mediante el Observatorio de la Ciudad. La principal novedad de esta propuesta es que, a diferencia de otras experiencias similares en otros países, esta se ha planteado como un órgano estable e independiente de quién gobierne. Pablo Soto, concejal de Ahora Madrid y Delegado de Participación Ciudadana, Transparencia y Gobierno Abierto, asegura a The Objective que “este proyecto no será del Gobierno sino del ayuntamiento porque también va a ser una herramienta de la oposición”.

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Imagen de archivo de la G1000, una cumbre de participación ciudadana, celebrada en 2017 en Madrid. | Foto: Diario de Madrid | Archivo

El proyecto del Observatorio nació a raíz de una convocatoria en MediaLab Prado sobre inteligencia colectiva. Esta entidad acoge también a grupos como IgualdaxSorteo, cuya principal propuesta es SenadoxSorteo. Lo que plantea es un sistema bicameral en el que el Congreso es escogido mediante elecciones y el Senado, por sorteo. Se trata, según Tomás Mancebo, de una de las ideas que mejor acepta la gente debido a la fama de inutilidad que tiene esta última cámara. Pablo Segundo, miembro de IgualdadxSorteo, explica que la propuesta de SenadoxSorteo «nos ayudaría a acercarnos a la democracia, pero antes hay que usar el sorteo en sitios más pequeños». 

El politólogo Pablo Simón afirma a The Objective: “Las experiencias (con el sorteo) son en general positivas, pero no concluyentes ni sustitutivas de los mecanismos tradicionales”. Una de las debilidades principales que encuentra en el sorteo es que no permite discriminar entre proyectos políticos porque el azar es ciego a los apoyos de cada idea. Por otro lado, explica, la rendición de cuentas es problemática porque ha sido el azar y no los votantes los que han elegido. No obstante, considera que “todo lo que sea mecanismos de sorteo para órganos consultivos o deliberativos me parece que puede ser un complemento interesante a estudiar”.

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