¡Un Óscar para Amy Adams ya! (aunque tampoco lo ganará este año)
Es hora de que la Academia haga su trabajo. Amy Adams lleva años mereciendo un Óscar y otra vez este año no se lo llevará… ¡Queremos un Óscar para Amy ya! Se lo merece.
Amy Adams ha estado nominada 6 veces, Amy Adams es el talento personificado, Amy Adams se merece un Óscar y queremos que se lo den ya. Te contamos por qué.
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Es de esas actrices que la gente ama unánimemente. Es cercana, intensa, dulce, agria… es todo lo que su papel pida de ella. Su cara, con rasgos que tantas veces hemos visto iluminarse con esperanza y otras hemos visto resignarse al dolor, se adapta a sensaciones internas de seres ficticios de tal manera que ella misma desaparece, aunque sea un rostro altamente conocido. Amy Adams es de esas actrices que la gente ama unánimemente, sí, y seis nominaciones después aún no se ha ganado un Óscar. Y ese hecho (solo respiren y piensen en ello por un momento, piensen en todas las Emma Stones, las Jennifer Lawrences, las Sandra Bullocks, las Brie Larsons…) es, por decirlo levemente y sin violencia, una enorme injusticia.
Amy Adams es de esas actrices que se merece tener una narrativa como la que acompañó al Óscar de Leonardo DiCaprio por El lobo de Wall Street (este artículo de i-D subraya esta injusticia) . Es de esas actrices que se merece el discurso que acompañó a Kate Winslet cuando por fin, tras cinco nominaciones, se llevó una estatuilla como Mejor Actriz Secundaria por El lector. La diferencia entre la narrativa DiCaprio y la Winslet, sin embargo, es que la de Winslet la construyó en gran manera ella misma: quería un Óscar y se dedicó a decirlo, con encanto, hasta que se subió a ese escenario a recoger uno. En el caso de Leo el discurso era de indignación general por un talento no reconocido (como señala i-D Adams ha tenido más nominaciones en menos años) y fue tal la presión que Leo terminó por llevarse un Óscar otorgado por una Academia que, ciertamente, había pasado de reconocer su trabajo en muchas ocasiones.
En el caso de Adams esa campaña por fin llegó hace unos pocos años. El hashtag #GiveAnOscarToAmyAdams (o variaciones) se ha hecho omnipresente. De hecho en 2017, cuando la Academia descaradamente ignoró su excelente papel en La Llegada (que muchos daban por hecho que le ganaría la estatuilla finalmente), la indignación y sorpresa fueron públicas y notables.
Adams comenzó tarde su carrera. Tarde para los estándares de un Hollywood que adora a las jóvenes hermosas y tiene poco aprecio por las mujeres en su adultez. Adams había trabajado un poco –durante su temprana juventud quiso ser bailarina y al darse cuenta de que no tenía el talento suficiente optó por el teatro musical – en televisión (papeles de un episodio en Buffy, Providence, That 70’s Show, Smallville) y en cine (Muérete, bonita, Pyscho Beach Party) antes de que un rol en Atrápame si puedes, como la pareja del protagonista interpretado por Leonardo DiCaprio, le diese esperanzas de que su carrera podía despegar. Pero Adams, que había trabajado como camarera en Hooters y como dependienta en Gap, no encontró trabajo durante un año tras esta cinta, incluso cuando su actuación fue destacada en algunas críticas.
Adams cumplió 30 años, esa edad que Hollywood trata como si fueses una soltera en una serie de los noventa (como si estuvieses vieja y sin valor, vamos), y se planteó abandonar su frustrante carrera. Lo hizo en el set de Junebug, una película independiente en que interpretó a una joven esposa embarazada, habladora y optimista. El papel era uno que resonaba con ella: la chica tenía creencias religiosas firmes pero nada excluyentes (Adams fue criada como mormona hasta que sus padres se divorciaron en su infancia y aunque no mantiene la fe siempre habla de los valores que aprendió de aquello) y era positiva y optimista, algo que Adams también es.
Tanto llamó la atención este papel (es francamente espectacular, busquen la película) que Adams, a sus 30, pensando retirarse y desconocida, obtuvo una nominación al Óscar como Mejor Actriz de Reparto por una indie que había pasado completamente desapercibida.
Tras esto Adams encantó (guiño) como la ingenua princesa alla Disney que es sacada de su reino a una ajena Nueva York en Encantada: la historia de Giselle. Adams no solo se ganó el amor de la crítica en esta película –que fue muy bien recibida- sino que cantó las canciones, una de ellas sobre el escenario del Óscar cuando nominaron la pista a Mejor Canción Original. Antes de eso apareció en varias películas de menor importancia, pero siempre llamando la atención. Parecía que sus roles serían los de chica ingenua y adorable, pero probó que era mucho más.
Brilló en Sunshine Cleaning, Charlie Wilson’s War y Un gran día para ellas, antes de ganarse otra nominación por La duda, esa seria película basada en una obra de teatro en que interpretó a una monja en medio de un escándalo de pederastia (mantuvo el tipo junto a Philip Seymour-Hoffman y Meryl Streep, que es decir mucho).
Llegaron luego vinieron roles más ligeros como Julie y Julia y Tenías que ser tú, antes de que llegase su tercera nominación por The Fighter, la primera de varias veces que trabajaría con David O. Russell. The Muppets fue un homenaje a su pasado musical y a esos peludos personajes de su infancia, antes de otra vez brillar dramáticamente en The Master, de Paul Thomas Anderson, con la que se ganó su cuarta postulación (el director la ha descrito como “el mayor de los fuegos artificiales” cuando la cámara la enfoca, “se puede decir que es mi favorita”, afirmó).
Adams optó por género con El hombre de acero, por indies con Her (de Spike Jonze) y se ganó otra nominación con La gran estafa americana (otra vez con David O. Russell).
Un año después, tras trabajar con Tim Burton en Big Eyes, protagonizó la excelente La llamada y su no nominación generó revuelo, lo mismo pasó con su papel en Animales nocturnos (ese mismo año) de Tom Ford.
En 2018 hizo de Heridas abiertas la mejor serie del año en HBO (#GiveAllThAawardsToAmyAdams) y ha estado en la conversación del Óscar gracias a Vice, de Adam McKay. Sin embargo, la probabilidad de que gane es casi nula: la película ha tenido malísimas críticas y las apuestas favorecen a otras de sus compañeras de categoría.
Es difícil decir qué más tiene que hacer Amy Adams para ganar un Óscar: ha cantado, ha llorado, ha interpretado personajes reales, ha sido dramática y ha sido dulce, ha visto extraterrestres, ha cocinado con Meryl Streep y ha sido un personaje de cómic… ¿Para cuándo ese Óscar, Academia? Ya es hora.
PD: ¡Amy, ojalá ganes este año!