Jorge Ruiz (Maldita Nerea): "No creo en la lucha feminista. La confrontación genera resistencia y la resistencia te debilita"
Hablamos con Jorgue Ruiz, vocalista de Maldita Nerea, sobre su nuevo trabajo, Maldita Sinfónica, el modelo actual de educación y la lucha feminista.
La primera canción que compuso fue «horrible, realmente mala». Era el año 1997, Jorge Ruiz tenía unos 19 años y trabajaba de camarero. Por entonces nada hacía presagiar que años después se convertiría en el vocalista de uno de los grupos de pop más conocidos de nuestro país, que sus canciones serían cantadas por todos y que, sobre su caparazón de tortuga, llevaría los premios musicales más importantes.
Entre pizzas, quesos y olor a orégano, se forjó Maldita Nerea. «En la pizzería donde trabajaba había un chico que tocaba el bajo el mismo año en el que yo me decidí a grabar mi maqueta. Él buscó un batería y luego buscamos un guitarrista», cuenta a The Objective en las instalaciones de Sony Music España el cantante, que también es terapeuta del lenguaje y da frecuentes charlas educacionales.
–¿Y quién es esa Nerea que le valió llevar el nombre del grupo? ¿Existe? –pregunto esperando que me diga que se trata de una exnovia o un amor platónico–.
–(Risas) ¡Qué va! Nerea no existe. Es el nombre que le di a la música de forma aleatoria. Y lo de maldita es porque la música es esa pasión de la que no te puedes desprender y te crea circunstancias muy complejas. Como, por ejemplo, estar con un grupo de amigos y que de repente te venga una melodía y tengas que salir corriendo para grabarla. Eso a veces crea ese inconveniente en la vida diaria. Pero no es ninguna exnovia –matiza el vocalista, que en sus ratos libres practica ciclismo y adora la montaña y la soledad–.
Ahora Jorge Ruiz se encuentra de promoción de su noveno álbum, ‘Maldita Sinfónica’, con el cual ha decidido salir de su zona de confort y adentrarse en un «lenguaje desconocido», el del mundo sinfónico. El resultado, 16 canciones junto con la Orquesta Sinfónica de Murcia, dirigida por Virginia Martínez y orquestados por la también murciana Alicia Morote, que ha tenido su réplica en directo con tres conciertos que colgaron el sold out en Murcia, Madrid y Barcelona.
En la era del reguetón y el trap, te atreves a sacar este trabajo junto a la sinfónica retando a vuestro público que es, a priori, gente joven alejada del mundo sinfónico. ¿Un poco arriesgado, no? ¿Te costó dar el paso?
Mucho, porque era un lenguaje que me venía grande o ajeno, pero ha sido todo un acierto. Los tres conciertos se han llenado y el recibimiento ha sido muy positivo. Nuestro público joven ha estado ahí. Es una de las cosas curiosas. Porque había público de todas las edades, pero en general era publico muy muy joven que se acercó a nosotros con el último disco, Bailarina, que nos bajó la media de edad. Y eso es muy difícil que pase en la música pop, es rarísimo. Así que toco madera porque eso significa que el proceso de actualización que tenemos que llevar a cabo en cada trabajo está funcionando.
¿Tu papel cambia cuando interpretas con la orquesta a cuando interpretas con el grupo?
Sí, cambia todo porque mi intención con las canciones es que siempre sean cantadas, y en un concierto sinfónico el público está mucho más a la escucha. Como vocalista soy un instrumento más de la orquesta, y es algo a lo que no estoy acostumbrado. A la gente le resulta extraño que diga esto pero yo estoy acostumbrado a que mientras canto, o dejo de cantar o canto junto al público. Y en estos últimos tres conciertos no ha sido así, porque el público no cantaba o cantaba muy bajito para respetar la sonoridad de la orquesta. Ha sido muy diferente a lo que he hecho en mi vida.
Una vez ya vivida la experiencia, ¿con que sensación te quedas y hasta qué punto esta aventura sinfónica puede influir de aquí en adelante en Maldita Nerea?
Me quedo con ese haber salido de manera valiente de donde estábamos, además, es un paso previo al siguiente proyecto. Nos está dando mucha información de cara al siguiente trabajo en el que ya estoy metido. Nuestra primera canción saldrá antes de verano y el disco a lo largo de este año. No puedo contar nada más porque estoy trabando ahora en ello. Yo me dejo sorprender mucho y no quiero condicionarme. Tengo una intención pero no sé si la conseguiré.
Estás muy comprometido con la educación, realizas charlas y conferencias educacionales, como cantante ¿qué puedes aportar al mundo de la educación?
Los músicos tenemos un atril privilegiado, se nos escucha mucho y con mucha atención. Desde ahí tenemos la oportunidad de decir cosas interesantes y es responsabilidad nuestra decirlas. Hablar de educación siempre suma. Nosotros ofrecemos y ponemos toda la atención en el niño para escucharle y acompañarle hacia donde se dirija. Eso está en nuestras canciones, hacemos canciones al amor propio, siempre decimos que la vida no es complicada, que es fácil, que yendo más despacio te irá bien seguro, que escuches tu lado femenino o que mires dentro cuando te pierdas. Son mensajes universales que llevan con nosotros miles y miles de años. Está contrastado en nuestra tradición. Por lo tanto, creemos que estamos en la línea más humanista que se puede hacer e intentamos cumplir con esa oportunidad y esa responsabilidad que se nos brinda como músicos de recordarlo todo el tiempo.
¿Y crees que el público entiende vuestros mensajes?
Muchas veces de primeras no, pero sí lo presiente. Entenderlo, yo tampoco lo entendería, pero lo presientes y lo recibes como sincero. Con el tiempo vas analizando la frase y entendiendo lo que dice. Eso pasa porque el mensaje es real, como ese cantante que quizá no canta ni en tu idioma, pero lo tomas como algo respetuoso, honesto, sincero. Si eso lo mantienes serás fan toda la vida. Yo quiero pensar que nosotros hemos mantenido una línea clara, sincera, plena y la vamos actualizando. La verdad es cada día, no me vale la verdad de hace 20 años.
Como comentábamos estás muy implicado en el ámbito educativo. ¿Qué te parece el modelo actual de educación?
Es un milagro en mucho sentidos, aunque la gente lo critica con demasiada facilidad. Sin embargo, sí es verdad que creo que no es capaz de aprovechar todas las oportunidades que le brinda cada talento potencial de un niño. Cada niño tiene un talento potencial que ha de ser capaz de descubrir, y ese talento no está al principio sino al final de la educación. El proceso educativo debe dar las oportunidades para que salga, para eso hay que escuchar, y ahora la educación no escucha tanto como debería.
Ahora el valor lo da el sistema. El sistema te dice ve por aquí y yo te lo evalúo con un examen, y el valor nunca debería ser un examen. A la gente que le cuesta ver esto piensa que cómo se hace esto sin exámenes. Hay muchos modelos, como el que ofrecemos nosotros en la Fundación Promete, que es muy riguroso, muy empírico, y funciona. Se llama ‘La Educación del Ser’.
¿Y en qué cosiste ese modelo educativo?
Se le pregunta al niño hacia dónde quiere ir, qué quiere hacer, y en función de esa respuesta, que muchas veces no está tan clara, se crean unas referencias alrededor del niño para poder crear su propio camino y acompañarlo hacia donde se dirige. En definitiva, conseguir que el niño sea feliz, que es el objetivo, y no se sienta frustrado.
España es el segundo país de la Unión Europea con mayor tasa de abandono escolar. ¿Puede ser la frustración el motivo?
Es multifactorial. Pero yo te devuelvo la pregunta y te diría, ¿cuando estás en un entorno social, ya sea con familiares o amigos, y no te hacen caso, tú que haces? Te vas, ¿no? Mientras que si te sientes escuchado y que aportas, te quedas. A eso, por supuesto, hay que sumar toda la carga social, circunstancial, local, socioeconómica del chico… Yo crecí pensando hasta más allá de los 20 que no tenía ningún tipo de talento, porque era lo que había escuchado.
Tienes tres hijos, ¿siguen ese modelo educativo?
Sí, aunque la fundación no tiene un colegio físico. Pero sí que van cada año al campus donde ponemos en práctica todo esto. Además, busqué un modelo educativo que no alterara su confianza interior y no pasara por encima los talentos potenciales que ellos tiene. Los llevo a un colegio Montessori puro, que eso lo respetan.
¿Qué importancia tiene lo que cantáis en la educación de los jóvenes?
Si la pregunta va por lo que está pasando con determinados géneros que hablan de algo muy concreto, esos géneros no existirían si no hubiera una fuerte demanda por parte de la audiencia. Yo no disparo contra la emisores, lo que sí me hago es una pregunta de por qué surge esa necesidad de evadirse con esos temas, porque al final, el tan manido reguetón, de lo que habla es de sexo, y la gente se evade por ahí, y me parece estupendo. Pero la pregunta es: ¿sólo está eso, a la gente joven sólo le interesa eso? Para mí la respuesta categórica es no, aunque creo que hay mucha falta de amor propio. Si todo el rato necesitas evadirte y huir… ¿de qué huyes? Si tú te quieres no huyes de ningún sitio.
¿Crees que hay algún genero musical que interprete mejor la palabra que otros?
Creo que el pop está bastante centrado en la falta, en el amor y desamor; y otros géneros trabajan más la palabra porque los intérpretes no son tan buenos vocalistas. Yo me refugio en la palabra porque no soy un gran cantante, no tengo una gran emisión, el consonantismo es mi refugio. Cada vez es más raro ver un gran escritor.
Se aproxima el 8 de marzo, ‘Bailarina’ fue un homenaje al universo femenino, ¿a cuánta distancia nos encontramos nosotras de vosotros en los tiempos que corren?
No creo en la confrontación de género. ‘Bailarina’ habla de integración del lado femenino con el masculino. Es cierto que existe un desbalanceo de los intereses del lado masculino, que no de los hombres, y que necesitamos una gran ola de bailarinas. Si el lado femenino, para conseguir ese balanceo, utiliza todo el tiempo dinámicas masculinas es cuando yo me pierdo. La feminidad es feminidad. Como el mercado es tan agresivo y tan poco pausado hay parte de este mundo feminista que emplea la misma fórmula y se produce ese choque.