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Julian Barnes: “No sabes nada del amor hasta que lo experimentas”

El escritor inglés hilvana amor y memoria en su última novela, La única historia, que nos invita a preguntarnos: ¿Preferirías amar más y sufrir más o amar menos y sufrir menos? Él sí lo tiene claro…

Julian Barnes: “No sabes nada del amor hasta que lo experimentas”

El escritor inglés hilvana amor y memoria en su última novela, La única historia, que nos invita a preguntarnos: ¿Preferirías amar más y sufrir más o amar menos y sufrir menos? Él sí lo tiene claro…

 

A Julian Barnes le preocupa la degradación de su propia memoria. Cuando era joven le parecía que los recuerdos eran sólidos, estancos, como si pudiera guardarlos en una taquilla y recuperarlos intactos al cabo del tiempo. Ahora que tiene 73 años cree que su hermano Jonathan tenía razón cuando le dijo: “Julian, yo ya no me fío de mis recuerdos excepto si hay alguien que pueda corroborarlos”. Cree que cuanto más hablamos y rememoramos el pasado, menos fidedigna es esa escena, hasta que acaba convirtiéndose en un ejercicio de imaginación activa. Solo las cosas que nos importan poco o sobre las que no queremos pensar se mantienen fieles a los hechos, y le entristece que sea así.

Ha viajado a Barcelona para presentar en el Festival Kosmopolis su última novela, La única historia (ed. Anagrama); lleva en la solapa un pin de la Unión Europea que siempre se pone cuando viaja por Europa y cada vez que enseña el pasaporte en el aeropuerto piensa: “El año que viene ya no podré hacerlo”, y eso todavía le entristece más. Le gusta Barcelona porque puede fingir que no existe Londres, bromea. Piensa que los gobiernos –el suyo sobre todo-, deberían ocuparse del bienestar emocional de sus ciudadanos, pero “hoy en día aporta más esperanza alguien como Leo Messi”. Es pesimista. También irónico. Y melancólico. Es muy francés y muy inglés. Si acaso como su admirado Flaubert él también pudiera decir: “La melancolía es un recuerdo que se ignora…”.

Julian Barnes: “No sabes nada del amor hasta que lo experimentas” 1

 

“Escribo lo que quiero leer, porque escribir es una forma de leer y a la inversa” – Julian Barnes

En La única historia, el escritor hilvana, como en otras de sus novelas, amor y memoria, y vuelve a la Metroland de los años sesenta, al barrio residencial con parterres ajardinados y aburridos matrimonios con 2,4 hijos de media, donde los rubios “Hugos” y “Carolines” practican su saque en el club de tenis y un universitario melenudo llamado Paul se dedica a tirar pelotas fuera al enamorarse de una mujer 30 años mayor e infelizmente casada, Susan Macleod.

Y sin embargo, no es el típico idilio entre un joven y una sofisticada madura que le inicia sexual y emocionalmente en la vida, ambos son personas tan inocentes que la diferencia de edad es un detalle más, algo con lo que Paul solivianta a sus padres y a los escandalizados miembros del club de tenis; lo importante, lo realmente esencial para comprender su relación, es que todo el mundo tiene una “primera y única” historia de amor y te cambia hasta el punto de que ya no volverás a enamorarte de la misma manera.

Julian Barnes: “No sabes nada del amor hasta que lo experimentas” 2
Barnes a su paso por Kosmopolis | Foto: Beatriz García | The Objective

Da comienzo con una pregunta: ¿Preferirías amar más y sufrir más o amar menos y sufrir menos? “No sabes nada del amor hasta que no lo experimentas”, resuelve Barnes, quizás por eso su literatura se acerca a la experiencia de entender la vida. “Escribo lo que quiero leer, porque escribir es una forma de leer y a la inversa”, apunta. Por eso esta hermosa y desoladora historia de amor que de alguna forma responde a esa eterna cuestión, la única, convierte al lector en el protagonista de la misma, enamorándose sin importar lo más mínimo la diferencia de edad, tratando de hacer “más soportable” la vida a otra persona, aprendiendo de los ciclos que se viven y padecen en una relación que solo se puede “comprender”, como dice Paul, su protagonista, “cuando el corazón se ha enfriado”.

“Chejov dijo una vez que cuanto más quieras emocionar a alguien más frío tienes que ser. No me gusta dirigir al lector, quiero que ellos construyan los sentimientos y las vidas para que acaben percibiéndolas como suyas”, cuenta. Y él lo hace magistralmente a través de una estructura sencilla y elegante, jugando con la primera, segunda y tercera persona a lo largo del relato, desde el “yo” del enamorado para el que no existe más que la amante hasta la objetividad de quien rememora desde la madurez. Él. Paul. O Julian Barnes. Me hubiera gustado preguntarle si él también tuvo esa única historia y en cuyo caso cuál fue. Es probable que me hubiera contestado algo parecido a “tendrás que esperar a leerlo en mis memorias póstumas”.

“¿Alguna vez has visto en acción un cortador eléctrico de troncos? Es impresionante. Cortas una determinada longitud de tronco, lo colocas encima de la máquina, aprietas el botón con el pie y ella lo empuja hacia una cuchilla con forma de la cabeza de un hacha. Acto seguido corta el tronco en dos, limpio y recto a lo largo de la veta. Es lo que estoy intentando decir. La vida es una sección transversal, la memoria es un corte a lo largo de la veta y lo prosigue hasta el final”. — La única historia.

 

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