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Juan Insua, director de Kosmopolis: "La literatura está detrás de cada una de las manifestaciones artísticas"

“Es un festival hecho con cariño y pasión”, me dice Juan Insua sobre Kosmopolis, el festival que creó en 2002 en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), de la mano del en aquel entonces director del centro, Josep Ramoneda.

Juan Insua, director de Kosmopolis: «La literatura está detrás de cada una de las manifestaciones artísticas»

“Es un festival hecho con cariño y pasión”, me dice Juan Insua sobre Kosmopolis, el festival que creó en 2002 en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), de la mano del en aquel entonces director del centro, Josep Ramoneda, para vislumbrar cómo la literatura lo ilumina todo y dialoga con temas que pueden parecer tan distantes como la botánica, la física cuántica o la inteligencia artificial[contexto id=»381729″].

Kosmopolis, en su bianualidad y su investigación continua, se ha mantenido durante 17 años a pesar de la crisis económica que afectó a todos y que hizo estragos en el mundo de la cultura.

Este año, el festival vuelve con su décima edición del 20 al 24 de marzo para reflexionar sobre los relatos que mueven al mundo, narraciones que se generan en la intimidad y que son compartidos al mundo en infinitud de soportes. Esto último es en lo que Insua hace hincapié durante toda la conversación: el soporte no hace al relato y es por eso que siempre la selección de escritores, artistas, expertos digitales y científicos que viene al festival es tan variada, porque cada uno expone su relato en diferentes soportes pero todos tienen un punto de conexión en la investigación de esa construcción narrativa.

En una larga conversación llena de referentes y reflexiones propias, Insua relata cómo se ha forjado el festival durante el transcurso de los años no solo son conferencias y actividades, sino en exposiciones y proyecciones con la participación de premios Nobel como Gao Xingjian, Mario Vargas Llosa, Svetlana Aleksiévitx, J. M. Coetzee, o premios Herralde como Juan Villoro o Roberto Bolaño.

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Parte del cartel de invitados para esta edición de Kosmopolis | Imagen vía CCCB

¿Cómo se crea el festival Kosmopolis?

Fue un pedido del director del CCCB de ese momento, Josep Ramoneda, que me propuso pensar en un festival de literatura, y la idea era hacer algo diferente a las ferias del libro que ya existían; había que crear algo nuevo partiendo del propio concepto de literatura con todo lo que se estaba transformando. Uno de los aciertos del festival está en el concepto de literatura amplificada que, escuchado por primera vez, puede parecer snob pero el tiempo nos ha dado la razón.

¿Cuáles fueron las líneas de estudio para la conceptualización del festival?

La literatura había que ponerla en el centro de la escena pero en conexión con las artes y las ciencias. La literatura tiene una variable oral y en ese momento había un resurgimiento de la oralidad con el spoken world y los cuentos a través de las narrativas orales. Por otro lado, desde finales de los años ochenta, empieza la interacción de la literatura con lo electrónico, con el hipertexto, la palabra electrónica estaba cogiendo cada vez más relevancia y, en tercer lugar, evidentemente la palabra impresa, que es lo que podríamos llamar la galaxia Gutenberg, con los 400 años de hegemonía textual. Esas tres variables: oral, impresa y electrónica eran el eje para decir que la literatura se maneja a través de esos tres grandes cambios y, si a eso le agregas la palabra filmada y la palabra pintada, te das cuenta de que la literatura al final está detrás de cada una de las manifestaciones artísticas. La literatura tiene muchas puertas de entrada y el panorama que se abría era precisamente en esa amplificación. La literatura por sí misma ya ha sido una amplificación de la realidad pero si a eso le sumas lo que las nuevas tecnologías permitían y todo lo que estaba sucediendo en el mundo, el concepto de literatura amplificada o expandida era bastante apropiado para un festival.

¿Cómo se llevó a cabo el proceso de trabajo para hacer de esa abstracción un evento?

Comenzamos a trabajar en todos los ámbitos; siempre hubo la preocupación de tener una visión abierta, cosmopolita, de vincular literaturas nacionales con literatura global. Por otro lado, trabajar en distintos tipos de formatos y distintas puertas de entrada que podían ser el cine o la imagen en movimiento, por eso creamos una sección que se llamaba Canal Alfa.

Inicialmente había una zona que la llamábamos Hall Proteo, que eran todas las formaciones desde el punto de vista de la escena. En las primeras ediciones Kosmopolis estuvo asociado a exposiciones, la primera fue sobre Borges y en la segunda sobre Cortázar, Gao Xingjian o Hiperiment. En esta última ya trabajábamos toda la genealogía del hipertexto. También se estaban transformando las maneras de leer, así que en 2005 hicimos la exposición Lector Mundi: 10000 maneras de leer, donde quedaba claro que la transformación modificaba a los lectores, con lo cual situábamos lo que estaba pasando pero también creábamos un poco de genealogía, porque si lo piensas bien, todos los grandes escritores son heterodoxos y más creativos y han visto, por ejemplo cómo Macedonio Fernández, uno de los maestros de Borges, en forma irónica y entre filosofía, metafísica y algo de dadaísmo, ya había clasificado a los lectores en lector distraído, lector en pausa, lector de prólogos y lector de desenlaces, por lo tanto, toda esa transformación en torno a la literatura eran el centro de la escena pero vinculándolo con las artes y las ciencias. Eso es lo que ha creado el modelo de Kosmopolis, que de alguna manera es de lo que nos sentimos orgullosos, porque eso adelantó una serie de festivales posteriores.

Es una evolución que tiene que ver con la potencia que sigue teniendo la industria del libro y la galaxia Gutenberg, pero en esto que algunos teóricos definen como el paréntesis de Gutenberg, es decir, con un pie en la galaxia Gutenberg de la imprenta y otro pie que se ha introducido en la misma industria editorial pero que tiene que ver con todo lo que tratamos en las distintas ediciones del festival: cómo se narra con la realidad virtual, qué pasa con los podcast y audiolibros, con la literatura inmersiva, etc.

Kosmopolis es la visualización de los diferentes tipos de literatura y su inmensidad. Esa forma de fluctuación de la literatura hecha festival.

Kosmopolis es un proyecto muy bonito como modelo y apertura de la literatura. Aunque muchos no estén de acuerdo y les parezca una blasfemia, que al propio Dylan le hayan dado el Premio Nobel de Literatura también reafirma esa idea.

La eterna pregunta de si hay gran literatura o baja literatura…

Como anécdota personal, aunque ahora es mainstream, cuando comenzó esta edad de oro de las series me sorprendía la calidad de los guiones de las series, que era igual o superior a muchas novelas. Eso es literatura. El tema sería a la inversa a cuando los políticos dicen “el resto es literatura”, despreciándola, cuando en realidad es un gran elogio, porque todo es literatura. La pregunta sería la contraria: ¿qué no es literatura? ¿Qué no es construcción? Por eso vinculamos el tema a esta nueva edición del festival: “Los relatos que mueven el mundo”, pensando sobre todo en que el término relato, si lo ves desde el punto de vista mediático, se ha popularizado y todo es susceptible a convertirse en relato, entonces qué hay detrás de eso.

Vivimos en un mundo donde más allá de las verdades fundamentales, absolutas, con todos los fundamentalismos que nos quieren imponer, en realidad, la que siempre nos ayuda a ver las cosas de una manera y establecer dudas de fondo es la literatura. Es más, uno de los temas de esta edición vinculado a una de las exposiciones que vendrán en el CCCB es la física cuántica. El relato cuántico, curiosamente muy diferente a lo que a veces se piensa, es un relato sobre la humildad de lo que conocemos, porque la física cuántica en realidad lo que está diciendo es que no estábamos hablando de la realidad última, sino de la información que recibimos de la realidad, por lo tanto, si la propia ciencia, que es sinónimo de verdad, nos está diciendo cómo conocemos las cosas, no cómo son las cosas.

Citando a César Aira, ese es el gran triunfo de la literatura porque la literatura tiene plegada sobre sí misma lo que el resto de las artes hace mejor. Por ejemplo, Kubrick: no hay ni una de sus películas que no tenga un libro detrás.

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Catálogo de la exposición Archivo Bolaño en K13 | Imagen vía CCCB

Kosmopolis se ha amplificado al igual que lo indica su nombre. ¿Cómo ha cambiado el festival en el transcurso de los años?

Nuestra intención es cabalgar las transformaciones e ir adaptándonos, haciendo modificaciones para afinarlo. Aprendemos con el público y con lo que está sucediendo, pero yo creo que las bases son interesantes. Si ves los principios generales en los que se fundó el festival, aunque puedan parecer un poco pomposos, más o menos responden a lo mismo: a una comprensión de lo que significan todos estos intercambios y estos puentes de fondo, de lo que significan las literaturas del mundo. Eso es un trabajo por hacer y eso quizá bien podría ayudar si se utiliza bien el big data.

¿Cuánto tienen que ver los lectores con cómo se jerarquizan los espacios entre los autores de la galaxia Gutenberg y los autores de lo digital que se presentan en el festival?

Kosmopolis es una máquina semiótica compleja y traducir esta ambición es difícil, pero siempre complementamos todos los niveles. No podemos olvidarnos de qué es mainstream, pero una de las funciones de un festival es descubrir nuevos autores.

Pienso en Han Kang, que tiene un espacio de cierre de esta edición del festival; ella pertenece a la galaxia Gutemberg, versus autores como Libby Heaney o Taller Estampa que no tienen su obra en formato libro. ¿Hay visitantes que quieren descubrir autores más allá del formato impreso?

Esa una gran discusión que está totalmente abierta en todas las ediciones de Kosmópolis. El festival siempre estuvo unido a esa parte, tuvo exposiciones —Hiperiment, Domótica I y II— y luego creamos el Bookcamp, que también era una manera de abrir y trabajar todo el tema digital, y es parte sustancial del festival. La decisión que tomamos ahora con el laboratorio historias es hacer un test para ver qué está pasando en cada contexto. En el contexto audiolibros, hace cinco años la situación era que eran muy caros y a nadie le interesaban, mientras en el contexto anglosajón se vendían en las gasolineras. ¿Qué pasó ahora? Se han abaratado los costes y se ha disparado el audiolibro. Yo no sé si la realidad virtual o los relatos inmersivos vinculados a la literatura tienen un futuro o si se estabilizarán; creo que estamos en medio de una coexistencia: por un lado se publican más libros que nunca pero nadie sabe hasta qué punto cómo se sostiene eso y qué va a pasar con el papel; y por otro lado, está todo lo que apuntas tú con la literatura digital y todos los experimentos que se están haciendo con bots. Y que cada vez son más complejos; por ejemplo, en esta edición, en el Laboratorio historias el Taller Estampa hace una reflexión sobre cómo es la manera literaria, crítica, humorística de ir asumiendo la dictadura de los datos.

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Conferencia entre Pierre Lemaitre y John Banville durante en el K17 | Foto Carlos Carruzo vía CCCB

Pensando en los visitantes, ¿ellos entienden la importancia de ese diálogo con lo virtual? ¿Hasta qué punto los festivales de literatura no se han convertido en un espectáculo para venir a ver a un escritor más allá de leer el libro?

Yo creo que eso tiene muchas vertientes de respuestas. Una de las respuestas es pensar que esto es algo que está sucediendo y que le afecta a todos. Hay un tema aplicado al conocimiento de los públicos. En el mundo de la cultura trabajar con objetivos, con indicadores, es bastante reciente. Eso es un aprendizaje que es muy útil, desde hace siete años empezó la preocupación por los públicos. Es fundamental conocer tu público y es fundamental conocer sus necesidades.

La paradoja que se da dentro de todo ese tipo de cosas es que, por ejemplo, pensemos en las críticas que se le hacen a los millennials; ellos serían los que conocen las nuevas herramientas, y ahora voy a satirizar, pero son incultos. Lo relaciono con un libro de Stephen Pinker sobre el estilo, donde en las primeras páginas hace una enumeración de quejas acerca de la degradación de la cultura desde 1700 hasta ahora y de cómo en todas las épocas están diciendo lo mismo.

El problema es la reactividad y no contemplarlo como un fenómeno de transformación donde hay que tomar cierta distancia y no volverse fanático. Todo nace de una cuestión bastante personal; a mí me emociona Nick Cave y Joyce. Al final es la vieja historia de alta y baja cultura, esa paradoja de que los grandes de alta cultura sabían mucho de cultura popular son los grandes apropiacionistas de la cultura popular. Ese es el problema del arte, cuando se habla de los formatos no hay que defender el formato, hay que defender los contenidos porque en el fondo de todo eso hay literatura. Si no somos puristas o fanáticos, vivimos este momento como una oportunidad de riqueza, más allá de las crisis evidentes que tendrían las distintas industrias.

Las tecnologías condicionan, por eso en Kosmopolis traemos a Julian Barnes y por eso está Manuel Bartual. En realidad son partes del mismo arco voltaico; uno dignifica en profundidad a lo que se llamaría Tuiteratura, y otro sigue siendo un escritor de alta literatura pero con un tipo de gracia y de encanto que puede ser accesible a todo el mundo. Lo que sí creo que el modelo de Kosmopolis defiende está en transformación y sigue mezclándose de una manera coherente, amable y lo más abierta posible. Para cerrar tu pregunta, hay un tema importante con relación a los festivales; cuando presenté el proyecto Kosmopolis tenía asociada la Plataforma Kosmopolis, porque un festival por sí mismo no crea poso, un festival aparece o desaparece.

Para mí lo más importante es que hemos creado la programación continua entre la bianualidad del festival. Porque sino creas una cantidad de contenidos impresionantes y de pronto no los procesas y la gente se olvida, no pones en contacto a los distintos ecosistemas; por eso Kosmopolis nació con una plataforma que es cómo deberían estar asociados todos los festivales. La muestra es una plataforma de literatura amplificada donde se investiga permanentemente el tema de la literatura en todas sus manifestaciones, y de ahí es de donde sale el trabajo para el festival. Lo que no debería existir es la “festivalitis”, lo que debe existir son plataformas de trabajo con distintos grupos y niveles. Siempre se antepone el formato a la investigación. Lo primero son los temas, y luego veremos si esos temas resisten o no a un festival, una exposición, una conferencia. La gente está obsesionada con los formatos.

¿Por eso se crearon plataformas como CCCBLab?

Entre 2006 y 2010 creamos a parte de Kosmopolis; yo dirigía el departamento de actividades culturales y aplicamos la idea de por qué en el mundo de la empresa y de las ciencias existen departamentos de innovación y en el mundo de la cultura no. La primera respuesta es que el mundo de la cultura ya es un laboratorio, pero no, no es así. El mundo de la cultura necesita reflexionar sobre los formatos, a parte de los contenidos. Por ejemplo, podríamos pensar por qué el cambio climático no estaba en la agenda cultural, porque era un tema arduo y ahora está en la agenda cultural.

Pasa lo mismo con el feminismo, que ahora ha estallado. No solo hay que adelantarse a las temáticas en el punto de vista de la innovación, sino a los formatos y a la reflexión profunda de los formatos, desde una conferencia hasta los formatos híbridos como el performance, tienen que ser materia de estudio de las instituciones culturales. No anteponer el formato al tema. El concepto de plataforma, aunque está muy manido, es una herramienta de trabajo sobre la literatura amplificada, ese es el concepto de fondo.

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Martin Caparrós y John Lee Anderson dialogando sobre periodismo y literatura durante el K15| Foto Carlos Cazurro vía CCCB

¿Cómo se mantiene una plataforma cultural en un mundo de constante cambio?

Es muy difícil si piensas que los tres grandes espacios de conocimiento metafórico del siglo XX —aula, laboratorio y biblioteca— están en permanente transformación, y quizás es porque estamos en una sociedad experimental, de prueba y error. Hay incertidumbres por todos lados. En esta edición traemos a uno de los responsables de la British Library que está pensando en qué hacemos con toda la literatura que se está haciendo en formato digital; ¿cómo se archiva esto? Vivimos un momento distópico y fascinante, además tiene que existir un diálogo entre los jóvenes dotados de talentos y herramientas que son considerados incultos por aquellos cultos que no saben cómo utilizar las herramientas. Ahí hay una brecha y se ve en todas las instituciones culturales, pero tiene que existir un puente de hermandad intergeneracional.

¿Qué grupos de trabajo se implementaron en esta edición del festival?

Esta edición está profundamente ligada a la edición anterior. Curiosamente ahora publicaremos la primera colección de libros Kosmopolis que está basada en la edición K17 y se llama Todo cambia. El esquema para este material fue un mapa que definía en que qué tipo de cultura estamos. Humanismo, posthumanismo y transhumanismo, esas eran las grandes etapas de la cultura en nuestra tesis y que a su vez deben dialogar con las sofisticadas inteligencias no humanas con las que compartimos este planeta: el mundo animal, las inteligencias vegetales y las maquinas no humanas. Y en esta edición, con relación a los relatos, el tema es muy sencillo, pensemos de lo más intelectual a lo más personal: modernidad, postmodernidad y en qué estamos ahora.

En la actualidad hay varias vertientes: hay grandes relatos que no se presentan como tal pero que son grandes relatos que están dominando al mundo, por ejemplo, la ideología de Sillicon Valley o los feminismos[contexto id=»381722″], el relato de la cuántica que está ahí por todos lados; por eso China y Estados Unidos están invirtiendo tanto en computación cuántica y Europa se está quedando fuera de eso y es decisivo que la gente lo conozca. Hay muchos tipos de relatos; cuando abres la última página de la última novela de Julian Barnes dice: “hay muchos tipos de relatos pero el que te voy a contar es el mío”. Es muy bello, porque al final es cómo con libertad y profundidad te narras a ti mismo, a la hora de la verdad te cuentas un relato de tu vida.

En este festival científicos y artistas trabajan sobre lo mismo, están haciendo la misma clase de preguntas en el fondo y cada uno lo responde a su manera. La ciencia es fascinante, el arte es fascinante y la literatura engloba todo eso que es un combustible esencial; tenemos literatura para eso, es una herramienta increíble.

***

Insua quiere seguir acelerando el Kosmopolis y su literatura amplificada. Este año, entre el 20 y el 24 de marzo, se celebrará la décima edición con la presencia de figuras tan importantes como Dave Eggers, Blixa Bargeld, Susan Orleans, Mona Eltahawy, Julian Barnes, Han Kang, Enrique Vila-Matas o Agustín Fernández Mallo, entre otros

 

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