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Christina Rosenvinge: “Las letras de las canciones no están lo suficientemente valoradas como forma cultural”

Christina Rosenvinge en ‘Debut’ muestra la dificultad artística que esconde el componer y reivindica las letras de las canciones como forma literaria. 

Christina Rosenvinge: “Las letras de las canciones no están lo suficientemente valoradas como forma cultural”

En Debut (Literatura Random House), Christina Rosenvinge no solo recupera 25 años de carrera musical y reúne las letras de sus canciones, sino que narra su propia trayectoria, 25 años de su vida personal y profesional, descubriendo que hay detrás de cada canción y de cada disco, y revelando los altibajos de una carrera de éxito. Debut, además, concluye con un breve ensayo sobre qué es la escritura de canciones, qué significa componer y cuál es la técnica. Se trata de un ensayo en el que Rosenvinge no solo muestra la dificultad artística que esconde el componer, sino que reivindica las letras de las canciones como forma literaria. 

 

Debut no solo es un libro de letras de canciones, es también un texto autobiográfico, una especie de diario de 25 años de carrera.

Este libro es un poco como enseñar la ropa interior. Yo siempre he escrito y el calentamiento para escribir letras es escribir lo que sea, diarios, relatos, lo que sea. Hace poco encontré el manuscrito de Chas y es muy divertido porque, en una de las caras del folio, hay unas anotaciones, casi en forma de relato, sobre un espectro que viene a visitarte cuando lo necesitas y, en la otra cara, está la letra de la canción, compuesta en parte por algunas de las frases del relato. Yo no recordaba haber escrito de esta manera la canción, si bien es un método que utilicé después para componer muchas otras canciones. 

¿Recuerda cuando comenzó a escribir?

Empecé a escribir en la adolescencia, primero, diarios y, luego, poemas. Escribía, un poco, por imitar a mi hermana mayor que también escribía y tenía una gran biblioteca. Para mi ella fue, en cierta manera, mi camino de iniciación, a través de ella comencé a leer y, luego, a escribir. No puedo entender la escritura sin la lectura. Necesitas referentes para construirte a ti mismo, tanto en el arte como en la vida.

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Imagen vía Literatura Random House.

Si no me equivoco, diría que la poesía ha jugado un papel más importante que la prosa en su formación como compositora.

Sí, la poesía ha sido mucho más importante que la prosa, principalmente porque la poesía está mucho más cerca del formato canción, si bien no son lo mismo. Esto no significa que la prosa no sea importante; de hecho, a mí me gusta mucho narrar un relato a través de las canciones me gusta a mí y le gusta al público. Como letrista, la literatura es esencial para refrescar, para hacer cosas nuevas; hay muchos letristas que escriben sin ambición literaria, pero no es mi caso, para mi la literatura es un referente ineludible.

¿El Nobel a Bob Dylan fue un reconocimiento a los letristas, para considerar las letras de canciones una forma de literatura?

Sin duda. Detrás de mi empeño en publicar las letras en tapas está mi convicción de que las letras de las canciones son una forma de literatura y no son una forma menor, sino una forma más que se rige bajo unas reglas muy precisas, siendo una forma de escritura muy difícil. Escribir canciones no es algo fácil y creo que las letras de las canciones no están lo suficientemente valoradas como forma cultural. De ahí mi empeño en poner tapas duras y dignificar las letras, defender su carácter literario. Por esto, también, decidí escribir el ensayo con el que concluye el libro, a través de éste quería explicar cuáles son los mimbres con los que se hacen las letras: escribir obedeciendo a las reglas de la música, no de la literatura.

Escribe: “Se puede ser artesano sin ser artista, pero no se puede ser artista sin ser artesano”, subrayando la importancia de conocer las herramientas y las técnicas para enfrentarse a la escritura de una canción.

Y, sobre todo, lo que se necesita es mucha disciplina y mucho rigor. Hay distintas maneras de tener talento; yo, por ejemplo, no tengo un talento innato para la escritura ni para la música, lo único que me sale sin esfuerzo alguno son las melodías, pero escribir me cuesta muchísimo. Sí creo que tengo la capacidad de edición, algo que es muy importante. De hecho, muchos escritores que admiro hablan de la importancia de la edición y de la corrección. Normalmente, el primer texto que escribo no vale para nada, pero trabajándolo, rehaciéndolo, cortando partes,  tirando fragmentos enteros a la basura y reescribiéndolos es como consigo llegar a la canción en su formato definitivo. La inspiración como tal no existe, lo único que existe es el trabajo.

En otras palabras, el talento y el trabajo residen en la reescritura.

Además, reescribir es maravilloso, porque, la reescritura te permite reelaborar tu pensamiento, llegando a ser muy útil desde un punto de vista emocional. A propósito de esto, en un congreso de psiquiatría en el que se hablaba del camino que va del trauma a la creatividad, conté que, el proceso de edición y reescritura de la canción Romance de la plata, fui cambiando frases y, en la medida que las cambiaba, fue modificándose mi percepción sobre mi padre y sobre su historia. No digo con esto que se pueda reescribir el pasado, pero sí que creo que con la reescritura se puede cambiar la percepción que se tiene de las cosas.

Al revisar las canciones para este libro, ¿tuvo el deseo de modificarlas o, por lo menos, pensó que si las escribiera hoy serían diferentes?

No quise modificarlas, pero, evidentemente, hoy no las escribiría igual. Todo el mundo sufre mutaciones a lo largo de su vida y ahora, releyendo canciones del principio, me encuentro con cosas muy ingenuas, pero, en esa ingenuidad, encuentro también una frescura que puede conectar muy bien con el público de hoy. No creo que haya que juzgarse demasiado severamente, lo que hemos hecho en el pasado tiene y ha tenido su valor.

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Foto: Pablo Zamora vía Literatura Random House.

En el libro, narra su “problemática” relación con el éxito de Chas, su lucha por no ser encasillada tras ese éxito y su deseo de tomar nuevos caminos musicales.

Escribir un libro cuesta el tiempo del escritor, pero hacer un disco cuesta mucho dinero, no tanto como hacer una película, pero no es poco, puesto que cuesta no solo tu tiempo, sino el tiempo de todo un equipo. Por tanto, para tener un apoyo económico tienes que asegurar una cierta rentabilidad y es aquí donde te puedes pillar los dedos: dependiendo de lo que se te exija, empiezas a tomar decisiones artísticas en función de la rentabilidad, falseando tu visión pura de la música. Alex y Christina no era un invento discográfico, era una banda genuina; Alex y yo nos reuníamos a componer en un cuartucho hasta que una compañía nos escuchó y el disco se convirtió en un éxito. En ese momento, me vi imbuída en una industria musical que tenía exigencias comerciales conmigo y que quería que yo cumpliera un papel e hiciera las cosas de una determinada manera: miles de actuaciones en televisión en playback, tocar en innumerables lugares… Sin embargo, mi educación musical había sido underground, por lo que hubo una colisión de intereses, una crisis, que me llevó a dejar la banda, puesto que no veía la manera de reencaminar la situación y sentía la necesidad de volver a iniciar mi carrera en solitario. No quiero decir con esto que no me gustara lo que hacía: yo componía las melodías y las letras y la idea de disfrazarme era mía. Con lo que yo no estaba de acuerdo era con presentar todo aquello como si fuera un producto cuando, en realidad, no lo era. En las compañías musicales se habla de jefe de producto y de producto; el producto eres tú, te convierten en un activo que tiene que gustar a todo el mundo.

Buscar agradar al público, repetir la misma fórmula con tal de gustar y conseguir el éxito, ¿suena muy perverso?

Normalmente las discográficas grandes tienen la fijación de elegir como single una canción corta, rápida y alegre, aunque no sea la mejor canción del libro, porque creen que es lo que va a gustar más al público. Sin embargo, con los años, he comprobado que las canciones más densas y más dramáticas son las que perduran, puesto que tiene las historias más potentes. Lo bonito de todo esto es que no hay reglas; es muy difícil, casi imposible, predecir lo que le va a gustar a la gente. Esto de conquistar un país entero es una ambición que artísticamente es muy difícil de satisfacer. Desde el inicio he sido consciente de que la música que quería hacer no le iba a gustar a todo el mundo, pero sí que le iba a gustar a un número significativo.

¿Qué responsabilidad tiene las radios y, en concreto, la radiofórmula a la hora de encumbrar siempre el mismo tipo de canción, la canción-fórmula?

La situación ha ido cambiando a lo largo de estas décadas. Durante algunos años, la música se repartía entre programas de radiofórmula y entre programas independientes donde había especialistas que te recomendabas determinados discos, pero estando siempre muy apegados a la actualidad. El problema de la radiofórmula es que funciona por la repetición: te ponen una misma canción cinco veces y, al final, esa canción termina por gustarte. Lo que creo es que los prescriptores juegan o deben jugar un papel muy importante como también la crítica, porque, aunque refleje la opinión personal de un crítico, ejerce de filtro y determina lo que la gente va a escuchar o no.

¿Es lectora de crítica musical?

No, la verdad es que leo muy poca crítica. Hago caso a las recomendaciones cuando todos dicen que un disco es muy bueno, entonces lo escucho, pero funciono más por recomendaciones personales que me hacen. Hay gente con sensibilidad musical parecida a la mía de la que me fío. En todos estos años, he visto resbalones importantes a la hora de juzgar determinados discos, los críticos no están libres de errores ni de emitir juicios equivocados.

Usted pasó varios años en Estados Unidos tras dejar la multinacional que la representaba tras el éxito de Chas.

Yo pasé de estar en una compañía multinacional, bajo cuyas reglas yo no quería jugar, a estar en el mundo indie puro y duro, en un sello muy pequeño formado por dos personas. Es cierto que ahí se podía hacer cualquier cosa, pero no hay que olvidar que el underground es un mundo en el que es muy difícil ganarse la vida, puesto que funciona bajo parámetros económicos muy distintos a los de las multinacionales. Fue un lujo que me pude permitir en ese momento por haber estado durante varios años en el otro lado y tener una hucha importante. Si me hubiera metido directamente en el underground, no sé cuánto habría durado.

¿Era muy diferente el mundo underground estadounidense al español?

No sabría decirte. Por entonces yo tenía un niño pequeño así que no pude vivir el underground por completo, pero lo que sí vi es que, por entonces, la escena de Nueva York era maravillosa para ser músico, porque convergían músicos y gente de todas partes, se formaban bandas así de repente para hacer tres o cuatro actuaciones y poco más… había una fluidez increíble. Cualquiera que estuviera allí con una idea original podía subir al escenario y tocar con sus héroes.

En el libro habla del mito anglosajón o de la música en inglés. ¿Ha habido un exceso de fascinación por lo inglés que ha llevado a muchos artistas a optar por el inglés como lengua de sus canciones?

La gente que canta en inglés lo hace por distintos motivos. Muchos lo hacen porque quieren hacer carrera fuera, otros lo hacen porque creen que si cantan en inglés se quitan el problema de las letras, pero, en líneas generales, se opta por el inglés porque adaptar la música que escuchas al castellano es muy difícil. Para hacerlo con éxito, necesitas referencias de música pop y folk escrita en español y tienes que adaptar tu folklore y tu identidad a los sonidos que te gustan. Cuando cantas a la gente en su idioma, llegas muchísimo más. Cuando yo hice la gira cantando en inglés me di cuenta que era muy artificial cantar en inglés, pero dirigirme al público en castellano, así que me puse a escribir en castellano otra vez.

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Foto: Pablo Zamora vía Literatura Random House.

Uno de los temas del libro es el difícil equilibrio entre el ser madre, el querer estar con tu hijo y los deseos de trabajar, de seguir con tu carrera como siempre.

Las artistas y las mujeres que tenemos un trabajo vocacional, el conflicto de lealtades es muy agudo. Una mujer que tiene un trabajo que va de tal hora a tal hora sabe que durante esas horas trabaja en algo que le gusta más o menos y que gana dinero para proveer a su familia; pero el caso de las artistas es completamente diferente en cuanto tanto la maternidad como la creatividad requieren de 24 horas. Y esto te lleva a que, hagas lo que hagas, te vas a sentir culpable y es muy difícil combatir estos sentimientos de culpa.

Por ser mujer y no querer aceptar el “papel” que le imponían, ¿le ha sido más difícil llegar donde ha llegado?

De una persona con mi físico, las multinacionales esperaban que hiciera música feliz y agradable, pero mi naturaleza interior no era esa. Soy una persona muy feliz y, precisamente por esto, mi mundo artístico puede ser un mundo oscuro; como objeto artístico, la oscuridad me interesa mucho más que la alegría. Reclamar la legitimidad para hacer de la oscuridad mi objeto artístico ha sido complicado, pero afortunadamente los años me han dado la razón.

¿Han cambiado las cosas desde que empezó o la estructura de poder sigue copada por hombres y por una lógica machista?

Las cosas han cambiado, sin duda. Estuve hace poco en la gala de los premios Min, donde me dieron el premio al mejor álbum de pop, y entre los nominados, había muchísimos proyectos de grupos y bandas liderados por mujeres. Esto refleja que algo ha cambiado; ahora bien, el cuerpo de la banda está casi siempre formado por músicos hombres, hay muy pocas mujeres instrumentistas, a pesar de que en las escuelas de música las estudiantes representan más  del 50% del alumnado. A esto se añade que en los festivales y en las discográficas, las mujeres hacen que la nave se mueva, son la fuerza de trabajo, pero el jefe casi siempre es un hombre. Todavía sigue siendo excepcional que la persona que maneja el presupuesto y toma las decisiones sea una mujer. Si bien el concepto de “techo de cristal” sea un poco pijo y parece que solo se pueda utilizar para empresarias que quieren llegar todavía más arriba en sus carreras, tenemos que pensar que el verdadero techo de cristal es aquel que impide a las mujeres tomar decisiones.

¿Qué piensa de la polémica en torno a las letras machistas tan frecuente en el reguetón, pero no exclusivas del género?

Estoy totalmente en contra de toda forma de censura y estoy totalmente a favor del análisis. Yo no he escuchado muchas de estas canciones, pero sí sé que no se puede juzgar por un estribillo, es necesario escuchar no solo toda la canción, sino todo el disco para saber quién es el artista y por qué dice lo que dice. Te pongo un ejemplo: la canción Felices los 4 de Maluma. El análisis que hago de esta canción es que cuenta la fantasía de un hombre con una vida sexual muy pobre que se dedica a fantasear con cuatro mujeres; en el reino de las fantasías, todos somos libres de imaginar las cosas más humillantes y más chocantes que haya. Si lo piensas así, la canción es la fantasía de un hombre masturbándose y a los hombres que les pirra esta canción serán ese mismo tipo de personas. En el análisis que haces de las cosas es donde hay que ejercer la ideología, más que en la obra en sí. No se puede imponer a los creadores que creen a partir de consignas positivas, porque los buenos materiales para el arte son la visceralidad, la oscuridad, las cosas más retorcidas y perversas. No se le puede exigir al arte que sea didáctico. 

 


 

Foto de portada: Pablo Zamora vía Literatura Random House.

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