THE OBJECTIVE
Cultura

David Jiménez: “Los medios de comunicación sobreviven si han sabido resistir la tentación de entregarse al poder”

El periodista publica ‘El Director’, un polémico relato sobre la profesión y su traumática salida de ‘El Mundo’

David Jiménez: “Los medios de comunicación sobreviven si han sabido resistir la tentación de entregarse al poder”

El libro que acaba de publicar David Jiménez, ex director del periódico El Mundo, ha creado un revuelo notable en la profesión periodística que, en palabras del autor, “es poco dada a criticarse a ella misma”. El Director es una obra de no ficción que se lee como un adictivo thriller político y periodístico.

La editorial Libros del K.O. acaba de sacar la tercera edición de este libro que no supone el debut en la literatura de Jiménez, pues antes ya había publicado Hijos del monzón (Kailas, 2007), El botones de Kabul (La Esfera, 2010) y El lugar más feliz del mundo (Kailas, 2013). Jiménez me atiende por teléfono justo antes de iniciar la Semana Santa, días para descansar y afrontar una semana muy especial para él: la presentación de El Director en Madrid, rodeado de compañeros de profesión y amigos que Jiménez sigue conservando tras sus dos décadas en el periódico.

¿Sigues pensando que a los periodistas no nos gusta hablar de nuestra profesión en términos negativos, no somos capaces de criticarnos?

Yo creo que los periodistas estamos más acostumbrados a hablar de otros, desvelar secretos de otros y a criticar políticos, empresarios, deportistas o cualquier persona que se dedique a una actividad que a mirarnos a nosotros mismos, a hablar de nuestras propias miserias y defectos. Durante mucho tiempo ha existido una especie de ley del silencio sobre los periodistas que yo creo nos ha perjudicado mucho, porque al final cuando un armario lleva mucho tiempo cerrado y no pasa el aire, normalmente se va pudriendo. Yo creo que es bueno y sano que hablemos de nuestras cosas y que las mismas normas de fiscalidad, supervisión, de ética que les exigimos a los demás nos las apliquemos también nosotros.

El libro puede leerse de esta manera que cuentas, una radiografía minuciosa de las relaciones entre el poder y la prensa, pero también tiene una lectura más personal: el arco narrativo de quien lo cuenta, desde ser reportero de guerra a acabar despedido de un periódico. Y ese protagonista, creo yo, acaba desencantado con todo lo que ha visto.

Hay gente que me dice que ha leído el libro que le ha gustado mucho, pero que le ha parecido un libro triste, en el sentido de que es verdad que es un viaje personal de un periodista que llega con la visión romántica de lo que es el oficio. Porque cuando eres corresponsal, estás muy alejado de los despachos y las intrigas y del lado un poco menos amable del periodismo. Cuando llegas a un centro de poder como es el despacho del director de El Mundo, pues empiezas a entrar en contacto con este otro lado, y sí que hay en el relato un desencanto hacia el oficio. En parte decidí escribir el libro y dedicarlo a futuros periodistas también con la esperanza de que los que vienen detrás cambien mucho las cosas que los de mi generación hemos hecho mal.

«Durante mucho tiempo ha existido una especie de ley del silencio sobre los periodistas que yo creo nos ha perjudicado mucho».

Pero también yo creo que el libro deja una puerta a la esperanza. Por ejemplo se ha hablado mucho de que se dicen cosas muy positivas y se habla con mucha admiración de otros compañeros. Al final, en una redacción hay grandes periodistas honestos que buscan la verdad. Siempre te vas a encontrar gente que no es del todo un modelo en su trabajo, eso ocurre en una redacción, en un despacho de abogados, en un estudio de arquitectura, en cualquier sitio. Al contarlo no pasa nada, es absolutamente natural y sí que es verdad que para que el relato tuviera fuerza y la denuncia tuviera fuerza, a mí me apetecía también contar mi historia. Entiendo que pueda haber gente que lo haya vivido de otras maneras y está en su legítimo derecho de contar que las cosas pasaran de otra manera. Yo he tratado de ser brutalmente honesto con todo lo que me ocurrió ese año y también honesto conmigo, porque el libro tiene su dosis de autocrítica.

Me pasó que estaba leyendo tu libro a la vez que estaba viendo la serie británica Press que tiene puntos en común: son dos periódicos británicos ficticios -el Post y el Herald– en los que se juega también esa tensión entre poder e información. Hace unas semanas también se ha estrenado el documental del HBO, Breslin y Hamill, que recoge los años dorados del periodismo. No sé si crees que hay algo de melancolía de aquellos tiempos en los que parece que todo era pasión, de verdad se destapaban los casos, y ahora algunos periodistas viven con miedo.

El periodismo ha vivido la mayor crisis de su historia en los últimos años, primero porque se produce un cambio de modelo con la llegada de internet. A eso se le suma la crisis económica, descenso en publicidad, la debacle en los periódicos impresos, los despidos en las redacciones. La mayor parte de las redacciones de este país y de muchos otros lugares tienen la mitad de los periodistas que solían tener. Entonces cierto pesimismo es normal. Entonces los que hemos vivido la época dorada cuando los periódicos ganaban una fortuna y te pagaban viajes sin poner pegas y uno podía dedicarle una semana para hacer un reportaje en un país lejano, pues vemos con cierta nostalgia esa época. Pero también es cierto que lo nuevo, lo que ha llegado, tiene muchísimas posibilidades. Es decir, hoy podemos llegar a más gente en rincones insospechados con nuestro periodismo. Cuatro amigos se pueden juntar y crear una web y un proyecto digital. Esto antes era impensable porque para levantar un periódico necesitabas una inversión grandísima sólo para ponerlo en circulación. La época dorada tuvo momentos muy buenos y se pudo hacer un periodismo más pausado, mas profundo. Ahora vivimos un momento en el que la rapidez y la cantidad muchas veces están por encima de la calidad, pero creo que esto está empezando a corregirse y uno empieza a ver proyectos periodísticos que van a sobrevivir, van a ser claramente los que se diferencien del resto. Y en este pozo sin fondo que es internet es posible que apuesten por mantener las esencias del mejor periodismo, del mejor reporterismo, aprovechando las herramientas que nos ofrece la tecnología. Creo que esa es la combinación ideal y hay gente que lo está desarrollando pero va a costar algún tiempo el que lleguemos ahí.

 

David Jiménez: “Los medios de comunicación sobreviven si han sabido resistir la tentación de entregarse al poder” 1
David Jiménez cuenta, entre otras coas, su traumática salida de ‘El Mundo’. | Foto: Álvaro Barrientos | AP archivo

Hay un momento en el libro en el que escribes: “¿Cuando había empezado a joderse el periodismo? Seguramente el día en el que los gestores empezaron hacer de periodistas y los periodistas de gestores”. Y me acordaba de las memorias de Katharine Graham – Una historia personal, también publicadas en Libros del K.O. -, editora del Washington Post que se mantuvo siempre a una distancia prudente de los directores del periódico. ¿Sigue habiendo editores como aquellos o ya está totalmente corrompido el sistema periodístico español?

Hubo un director del New York Times hace algunos años que decía que antes el director del periódico dedicaba el 80% hacer periodismo y el 20% hacer gestión, y cuando él llegó al puesto se había invertido completamente, es decir, se dedicaba el 20% hacer periodismo y el 80% a gestión, a apagar fuegos que no tenían nada que ver con el oficio. Así que sí, creo que ahí ha habido una mezcla que ha equivocado los roles en cierto modo, y que los empresarios y los directivos se han creído capaces de hacer periodismo cuando no tenían ni idea, que muchos periodistas han agravado la crisis de los medios por convertirse en gestores y tomar decisiones para las que no estaban preparados. Al final yo creo que el periodismo requiere una serie de habilidades, una formación, unos principios que no todo el mundo. Yo cuando llegué a la dirección de El Mundo sí que sentía cierta impotencia ante el tiempo que perdía en reuniones interminables, en hablar con los de marketing, los de publicidad, en apagar incendios que muchas veces nada tenían que ver con el periodismo. En el libro se ve reflejado que yo no estaba preparado para ese aspecto de cargo de director de El Mundo y lo viví con un poco de frustración, no poder dedicar todo el tiempo que quería al periodismo y las coberturas. Y ahí es donde yo disfruté más del cargo, cuando había una crisis, cuando estábamos hablando de cómo cubrir una revolución o como podíamos dar la mejor información sobre las elecciones.

¿De verdad te sorprendiste tanto de todo lo que estaba sucediendo en el periódico? Algunos te han achacado algo de ingenuidad en tu posición.

Una de las críticas que menos comprendo es la de periodistas que en su cinismo te dicen: “¡Uy, vaya sorpresa hay presiones, se despide a periodistas con llamadas a despachos, vaya sorpresa!”. Hay unos acuerdos por los cuales la prensa trata bien a directivos del Ibex a cambio de recibir más dinero en publicidad que el que le corresponde. Al periodismo le ha pasado exactamente lo mismo que a la política, ha terminado por normalizar cosas que no son normales. Entonces yo venía de 20 años fuera de España. Es normal que me sorprenda más de lo que me encontré que alguien que a lo mejor lleva esos 20 años en esa redacción y ha acabado considerándolo parte del oficio, pero cuando uno va fuera y ve la relación entre poder y la prensa en países como Estados Unidos, Alemania, se da cuenta de que todo eso no es normal.

Sí, precisamente te quería preguntar por esto, si esa corrupción de la que tú hablas con casos como López Lamadrid o Bárcenas no es extrapolable a otros países. Tenemos el caso del Post con Jeff Bezos y Amazon. El periódico ha denunciado acciones irregulares de la empresa de Bezos. ¿Eso sería impensable aquí?

En el libro se menciona una entrevista que le hacen a Jeff Bezos en la que le dicen si alguna vez interfiere en el contenido del Washington Post y en una respuesta muy reveladora dice: “eso es absurdo, sería como si yo cojo un vuelo y en un momento dado le digo al piloto que se aparte, que ya llevo yo el avión”. Yo creo que en culturas democráticas con más tradición de libertad de prensa esa separación está mucho más clara. En España están convencidos los directivos de que el periódico lo tienen que hacer ellos y es una de las cosas que se denuncia en este relato personal del que tú hablabas. Claro, si yo llego como director del periódico y quiero tener el control absoluto sobre el contenido periodístico y me encuentro que hay unos directivos que no, que ellos creen que la decisión final sobre lo que se publica y lo que no se publica debe ser suya, ahí se produce una batalla interna que termina con mi despido.

«España tiene un periodismo que está excesivamente atado al poder económico y al poder político».

Pero yo sí creo que España tiene un periodismo que está excesivamente atado al poder económico y al poder político y esto viene desde hace muchísimo tiempo. Y al final, cuando se producen situaciones como la que viví yo en el diario El Mundo en el que aquel poder político y poder económico confluyen por un interés en controlar la prensa, a lo mejor no existe la fortaleza moral o los principios suficientes para hacer frente. En otros lugares yo creo que tienen mucho más claro que al final el periodismo tiene que resistir porque una de las cosas que al final se concluyen en El Director, es que el periodismo tiene el tiempo a su favor, que los políticos vienen y van, pero los grandes medios de comunicación se quedan y sobreviven sólo si tiene credibilidad, si han sabido resistir la tentación de entregarse al poder.

El Director no es un libro de ficción y eso está muy claro, pero la tensión narrativa es absoluta a través técnicas de thriller. ¿Vas a seguir escribiendo?

Sí, durante el año que estuve en Harvard y luego el año que estuve como director de El Mundo tuve que abandonar la literatura. Tengo tres libros publicados antes de El Director. Escribir ha sido algo que siempre me ha gustado, lo que no sé es si lo próximo será novela o no ficción, lo que es seguro es que será menos polémico que este libro, porque está bien esto de hacer ruido y crearse enemigos pero todo tiene un límite y la verdad es que éste ha sido un libro muy difícil de escribir para mí, porque afecta a gente y porque al final yo tenía un vinculo emocional con el diario El Mundo. Fueron muchos años. Empecé de becario, fui reportero, corresponsal, cubrí guerras para ese diario, acabé como director y al final fue, en cierto modo, traumático. Yo me he quedado con lo bueno y se dice al final en el libro: me he quedado con los veinte grandes años que me dio El Mundo, un periódico que tiene cosas buenísimas y periodistas con enorme coraje. Y el libro es un poco un cierre de etapa, a partir de aquí para mí esa etapa está cerrada y me apetece hacer otras cosas.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D