Cómo abordar (y prevenir) el suicidio adolescente
En España los suicidios son la mayor causa de muerte no natural, delante de los accidentes de tráfico. 7% de las muertes son de jóvenes entre 10 y 19 años.
Un reciente estudio relaciona el estreno de la serie de Netflix Por 13 razones con un aumento en la tasa de suicidio entre los jóvenes estadounidenses. Hablamos con dos psicólogos sobre los aciertos y los errores de esta serie, que trata la violencia sexual y el bulling además del suicidio adolescente, y la necesaria visibilización de este fenómeno desde la prevención.
Por 13 razones se ha visto envuelta en multitud de polémicas, pero por primera vez una revista científica ha denunciado el peligroso efecto contagio que la serie puede ejercer. La Revista de la Academia Americana de Psiquiatría Infantil y Adolescente, en inglés Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, afirma que los suicidios entre los adolescentes estadounidenses de 10 a 17 años aumentaron tras el estreno del drama en Netflix el 31 de marzo de 2017.
El estudio, financiado por el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos (National Institute of Health), sostiene que en abril de 2017 se produjeron más suicidios que en ningún otro mes de abril en los nueve años precedentes. Según informa la revista Variety, también aseguran que en los nueve meses posteriores al estreno de la serie se produjeron 195 suicidios más de los esperados. Y aunque las tasas no variaron entre las chicas, en el caso de los chicos crecieron un 28,9%. Aunque esta investigación no afirma que exista una relación causal entre ver Por 13 razones y que los jóvenes traten de quitarse la vida, sí concluye que la serie está relacionada con el incremento de suicidios.
En Por 13 razones, adaptación televisiva de la novela homónima de Jay Asher, la joven de 17 años Hannah Baker se quita la vida dejando tras de sí varias cintas de casete donde explica sus motivos y señala a las personas a las que considera responsables de su decisión. Además de mostrar el suicidio de la protagonista de manera particularmente gráfica, la serie aborda otros temas sensibles como la violencia sexual o el bullying. Convertida en un fenómeno en redes sociales, la plataforma de streaming renovó Por 13 razones por una segunda entrega –a pesar de haber superado el material en el que se inspiraba– y una tercera, actualmente en desarrollo.
Asociaciones de padres y profesionales han alertado de los peligros que podría suponer la serie en jóvenes vulnerables, especialmente aquellos que tengan ideas suicidas: su absorbente narración puede llevar a espectadores impresionables a romantizar las decisiones que toman los personajes, identificarse con sus experiencias y desarrollar fantasías de venganza. Pero Por 13 razones también ha sido elogiada por visibilizar los problemas que sufren en su día a día los adolescentes, la influencia de las redes sociales en sus vidas y la presión del grupo o la incomprensión de los padres. La pregunta entonces es, ¿cómo visibilizar sin banalizar, normalizar sin glorificar, mostrar que el horror del suicidio no es la única salida?
En España los suicidios son la mayor causa de muerte no natural, por delante de los accidentes de tráfico
“Es evidente que hay una necesidad imperiosa en este momento de hablar de una manera rigurosa del suicidio a la sociedad”, afirma José Antonio Luengo, psicólogo especialista en psicología educativa y sanitaria y miembro del equipo para la prevención del acoso escolar en la Comunidad de Madrid, que, por cierto, ha elaborado una guía para el profesorado y las familias sobre este tema. “En España los suicidios son la mayor causa de muerte no natural, por delante de los accidentes de tráfico, según el INE”, de acuerdo con los últimos datos disponibles, correspondientes a 2017, 3.679 muertes por suicidio frente a 1.943 fallecimientos en accidentes de tráfico. “Un 7% de las muertes por suicidio son de jóvenes entre 10 y 19 años. Entonces hay que hablar de ello, sí, pero desde una perspectiva preventiva, explicando la cantidad de ciencia, documentación y programas que hay ya para prevenir cuadros depresivos en nuestros adolescentes y, por tanto, prevenir también situaciones de posible suicidio”, añade.
Tanto Luengo como Javier Jiménez, psicólogo clínico y presidente de AIPIS (Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio), desconfían de los conclusiones obtenidas por el citado estudio y, por tanto, la influencia que pueda tener la emisión de una serie en la tasa de suicidio, pero Jiménez hace otro apunte: más allá de los comentados datos del INE, en España no existen estudios serios a nivel nacional sobre el suicidio y, quizá más importante, por qué se quita la vida la gente. “No se investigan las posibles causas desencadenantes, que suelen ser múltiples. De manera que, para poder prevenirlos, lo primero sería saber por qué se suicida la gente. Después, es necesario dar formación a todos los niveles: campañas publicitarias para psicólogos, médicos, policías, profesores, educadores y familiares, que no saben identificar las señales de alerta: necesitamos profesionales preparados que atiendan a estas personas y a los familiares. Y en definitiva, hacer un programa de prevención a nivel nacional e invertir en él”, afirma.
Los aciertos y los errores de Por 13 razones
Volviendo a Por 13 razones, Luengo ha visto las dos entregas y las ha comentado ampliamente con muchos jóvenes. “La primera temporada fue vista por 9 de cada 10 adolescentes españoles y en la mayor parte de los casos sin que los padres lo supieran: ni que existía, ni de qué trataba, ni qué contenidos abordaba”, denuncia el psicólogo, que considera que la serie acierta retratando la realidad de los adolescentes tanto en Estados Unidos como en nuestro país.
“Se aproxima de una manera bastante razonable al clima del insulto, el desprecio, las vejaciones de unos compañeros, los populares o los que tienen más poder, hacia otros, los diferentes”, explica. “Muestra bien todo lo que tiene que ver con el acceso a las relaciones sexuales en los adolescentes y verdaderamente hay cosas que tenemos que saber, como que nuestros hijos acceden con cierta frecuencia a pornografía y eso tiene una influencia muy nociva en cómo se conciben las relaciones de pareja y sexuales”, continúa diciendo. “Y me gusta, sobre todo, porque da pistas sobre cómo en los centros educativos a veces no estamos al tanto y, cuando ocurre una situación traumática y empezamos a revisar los protocolos, nos damos cuenta de que tenemos una responsabilidad muy grande porque nuestros alumnos pasan con nosotros seis o siete horas 180 días al año”, asegura.
“La hiperconectividad, la nomofobia o adicción móvil, la imposibilidad de dejar de estar en la red o el acoso también aparecen”, aunque aclara que no considera que formen parte de la vida de todos los jóvenes. “Lo que nosotros sabemos, con evidencia científica, es que entre el 1 y el 1,5% de los jóvenes españoles sufren un acoso escolar frecuente, no ocasional. Estos datos coinciden con lo que dice Save the Children. Pero con cinco millones de chicos entre 10 y 19 años, son muchos en números absolutos”, añade.
“En lo negativo, me parece que la serie explota poco las ventajas que supone para los chicos el buen trato entre ellos. En esta línea, también me parece mal que dé la imagen de que todos tratan mal a sus compañeros, de que el adolescente es un descerebrado, cuando lo que pasa es que están mucho tiempo solos, influidos por contenidos inadecuados. En el momento en que tenemos la oportunidad de trabajar con ellos dan mucho más la talla”, sostiene Luengo.
Visibilización sí, pero siempre desde la prevención
Más allá de tomar como referencia la recomendación por edades dada por Netflix, mayores de 16 años, Luengo considera que los jóvenes no deberían ver la serie sin control y gestión de un adulto, aunque él mismo utiliza fragmentos como material de trabajo. “Los padres deberían verla, preferentemente antes. Aunque yo particularmente no recomendaría verla entera como si fuera una serie familiar en el salón de casa. Nosotros las acciones educativas que recomendamos es coger píldoras, nunca la escena del suicidio, para hablar de las relaciones interpersonales, los conflictos, el maltrato”, señala para concluir: “Es evidente que no vamos a prevenir el suicidio si estas series son vistas por los chicos sin gestión por parte de profesionales de la educación y la salud. Tienen un riesgo de lo contrario”.
Jiménez, que también ha visto la serie, está de acuerdo en que las preocupaciones de los personajes son “totalmente extrapolables a las de los jóvenes de España”. El problema, en su opinión, es de enfoque más que de contenido. “La protagonista es una heroína y los chavales que sufren acoso pueden pensar que siguiendo su ejemplo pueden convertirse, como ella, en héroes, de manera que serán recordados, les pondrán flores y hablarán de ellos en las redes sociales, cuando la realidad no es esa”. Asimismo, y como se mencionaba al inicio: “se plantea el suicidio como una forma de vengarse: en la serie las otras personas son las culpables de la muerte de Hannah”.
Estas y otras críticas llegaron en su día a Netflix, que en la segunda temporada reforzó los avisos sobre el contenido antes de cada capítulo y grabó mensajes donde los actores animan a los espectadores que puedan sufrir problemas parecidos a pedir ayuda. Más allá de sus buenas intenciones, Jiménez profundiza en esta cuestión diciendo: “En España esos vídeos te redirigen al teléfono de la esperanza, que lleva gente voluntaria. Entonces, ¿en manos de quién queda la atención de las personas que piensan en suicidarse? Independientemente de la buena intención, en voluntarios. Algo tan importante como es la vida de las personas no puede quedar en manos del esfuerzo y la buena fe de las personas, no es de recibo que las instituciones públicas no asuman la responsabilidad de 11 muertos al día por suicidio en España”. Y en referencia a la plataforma, sentencia: “Se quedan muy cortos a la hora de concienciar o ayudar a los adolescentes que estén en riesgo. Para mí hubiera sido más práctico si hubieran puesto un enlace a una guía: cómo hablar con tu hijo del suicidio, qué tienes que saber como padre y como docente, cuáles son los signos para prevenirlo”. Desde AIPIS, ofrecen este tipo de recursos como guías de ayuda para familiares o allegados, afectados de ideación suicida y docentes.
A modo de conclusión, Jiménez insiste en la necesidad de financiar realmente todos los esfuerzos encaminados a la prevención. “A mí me parece estupendo visibilizar el suicidio adolescente si hay unos profesionales detrás que sepan intervenir. Porque si no se habla de ello, por qué vamos a invertir o hacer nada. Pero hay que articular más medios. Te dicen, deberías ir a un psicólogo, pero luego no te dan cita hasta dentro de tres o nueve meses. Hoy en día vamos a la cola de Europa en el ratio de psicólogos respecto a pacientes”. Según los datos del Consejo General de Psicología, la sanidad española tiene 4,3 psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes, frente a los 18 por cada 100.000 que tiene, como media, la Unión Europea.