Oficios de la muerte: “Siempre hemos vivido en conexión con los muertos"
Hablamos con Gorka López y Ander Gondra, editores de Sans Soleil, sobre cómo la cultura atraviesa la vida, la muerte y las creencias, y sobre el festival Zakatumba, el festival de cultura de la muerte de Álava.
Si hay un tema recurrente en toda la historia del arte es la muerte, que en sus facetas más poéticas, optimistas u horribles nos revela qué relación tenía cada pueblo y época con la única gran certeza que tenemos. ¿Por qué morimos? ¿Hay algo más allá de nosotros mismos? ¿Qué extraña belleza tiene la muerte que nos espanta y nos conmueve a la vez? Para Gorka López de Munain, cofundador de la editorial Sans Soleil junto a Ander Gondra, existe una estrecha relación entre nuestra cultura visual y mortuoria, de la misma forma que no puedes preguntarte sobre la vida sin acabar cuestionándote el fin de ella.
En sus seis años de trayectoria, la editorial alavesa creada por estos dos historiadores del arte no solo ha llenado un espacio que no existía en nuestro país sobre estudios de la imagen, sino que ha ido conformando un catálogo donde la cultura de la muerte tiene un papel capital, tanto que ha sobrepasado los márgenes del libro para salir a la calle.
Hablamos con Gorka y Ander sobre cómo la cultura atraviesa la vida, la muerte y las creencias, y sobre Zakatumba, el primer festival de Cultura de la Muerte de Álava, que celebrará su tercera edición a finales de octubre de este año.
¿Qué es lo que más os interesa de la muerte como tema?
A: A veces nos hemos preguntamos por qué estamos tan interesados en ella y llegamos a la conclusión de que es en el vínculo entre la imagen y la muerte donde se produce el campo más fructífero para reflexionar sobre la representación, la imagen y la ausencia. Lo que ocurre es que en Historia del Arte no se explicita, nadie te habla en la carrera de cuestiones ligadas a la muerte.
G: Si estudias el sepulcro del cardenal Tavera en Toledo, te dicen que estaba hecho de mármol y que lo trajeron de Génova, pero no te explican qué sentido tenía ese túmulo ni los ritos funerarios relacionados. Yo hice mi tesis sobre las máscaras funerarias porque me interesaban como fenómeno cultural y síntoma de cómo se utilizan las imágenes en los contextos fúnebres. Hubo todo un boom en el siglo XIX que iba más allá de la simple representación, sobre todo cuando eran máscaras de personajes famosos como Beethoven, de la que se hicieron multitud copias y hubo colecciones inmensas.
¿Quién puede querer tener el molde del rostro de un muerto en su casa?
G: Bueno, los escultores las utilizaban para hacer bustos conmemorativos, pero llegaron a ser casi reliquias por su contacto directo con el difunto. También depende mucho de la época, no siempre la imagen tiene una voluntad de crear legado; en el Románico los rostros no eran reconocibles, mientras que en la Antigua Roma se sacaban moldes de cera de las que solo conservamos testimonios escritos.
Para mí las más interesantes son las máscaras mortuorias que han tenido un éxito tremendo a pesar de que nadie sepa si son auténticas, como la de Napoleón o la de La Desconocida del Sena, que se convirtieron en fetiches de la época. De hecho, La desconocida es una imagen preciosa de una niña parisina que se ahogó en el Sena y como nadie la identificó –antes las morgues eran de acceso público–, se sacó una máscara mortuoria antes de que empezase a descomponerse. De repente, todos los artistas y poetas del momento tenían una copia y escribían sobre ella, como Rilke o Blanchot; Man Ray también hizo una serie de fotografías en las que le abría o cerraba los ojos, etc. Y nadie sabe por qué despertó tanta fascinación ni quién era, pero hoy en día su cara es el modelo de los muñecos de reanimación, lo que no deja de ser paradójico.
¿Puede la cultura hacernos volver la mirada a la muerte desde un lugar que no sea el miedo?
A: Esto es lo que intentamos conseguir con la organización del festival Zakatumba. Nos dimos cuenta de que la muerte había estado presente de forma no intencionada en los libros que publicábamos en Sans Soleil y quisimos abordarla desde otras muchas disciplinas, sacar estos temas del ámbito académico a la calle y hacerlo de una forma amable, a través del cine, el teatro, la música… O incluso, en un futuro, el ámbito médico.
En Vitoria, sin ir más lejos, hace años que un grupo de profesionales socio-sanitarios dedicados casi todos al acompañamiento en los últimos momentos de vida organiza death cafes y el año pasado estuve en uno que llegó a reunir a una veintena de personas del barrio. Son gente muy conectada con movimientos de cuidados paliativos europeos que están promoviendo Vitoria como ciudad de la compasión y los cuidados. Ojalá podamos ir incluyendo este tipo de cosas.
Veinte personas en un Death Cafe no me parece un mal número…
G: No creo que sea un tema de los que apetezca hablar, sobre todo cuando entras en la esfera de lo privado, pero estos grupos están muy sensibilizados. En general, es difícil hablar de la muerte sin cortapisas; por eso el festival propone abordarla de forma más abierta a través de la cultura y hacernos conscientes de que a lo largo de la historia hemos vivido en conexión con los muertos, reivindicarlo.
Lo que me llama la atención es que exista una convivencia entre vivos y muertos en las propias ciudades y que, sin embargo, lo vivamos de forma tan ajena.
G: Estamos permanentemente pisando antiguos cementerios pero pasan inadvertidos, cuando conocer el pasado de un lugar nos hace conscientes de que vivimos la muerte de manera muy distinta y lejana; antes se vivía de una forma más directa y en las iglesias los reclinatorios estaban sobre la tumba de los familiares, en contacto con la muerte y la memoria de los muertos. En el momento en que los cementerios se sacaron de las iglesias y las ciudades, esta relación cambia pero luego ocurre la paradoja de que la ciudad crece y acaban regresando.
¿Os asusta la muerte? ¿Pensáis en ella?
A: La verdad que no pienso mucho en ella, todavía estoy en ese momento un poco estúpido en que no se han sufrido grandes pérdidas y la veo con distancia. Lo que sí me interesan son cuestiones como las reliquias en tanto que fenómeno cultural y cómo ha ido cambiando a lo largo del tiempo. Me resulta fascinante pensar en gente peregrinando por toda Europa para ver los restos óseos de un santo, esa magia o potencia que hoy está venida a menos. En Álava hace poco hubo muchas disputas entre instituciones por conseguir reliquias de San Prudencio, que es el patrón, y hace unas semanas descubrimos en Internet una reliquia bastante grande del santo por unos 600 euros. Para que veas el grado de degeneración al que ha llegado el tema.
G: Yo tengo una relación de amor y odio con la muerte: siempre acabo trabajando temas mortuorios y siempre intento evitarlo. No soy de esas personas que visitan los cementerios de las ciudades cuando viajan, pero encuentro que alrededor de la muerte es donde podemos hacernos las preguntas más importantes: si te interrogas, por ejemplo, por el valor de la presencia que pueden tener las imágenes más allá de una mera representación o cuál es el testamento visual de una persona. Cuando te haces preguntas sobre las imágenes es en la muerte donde encuentras las respuestas más interesantes.
El año pasado en Zakatumba se habló de mediumnidad y fotografía espírita. ¿Creéis en fantasmas?
A: Creo que nuestra sociedad ha perdido la capacidad de dar una lectura un poco compleja al respecto de estos fenómenos como la tenían nuestros abuelos con alguna teoría ligada al hecho religioso, o como la tienen otros pueblos del planeta. En nuestro caso, la pregunta es cómo estamos explicando esas presencias incómodas, aunque hoy no sepamos muy bien cómo gestionarlo más allá de programas tipo Cuarto Milenio, sin ningún fundamento de fondo.
G: A mí el tema de los fantasmas es de los que más me gustan, sobre todo la posibilidad de comunicarnos con ese hipotético otro mundo. A lo largo de la historia, los seres humanos hemos intentado comunicarnos con algo, o al revés, pero ha sido imposible discernirlo de una manera cabal o razonada; nunca se resuelve. Uno de los libros de Sans Soleil de los que estamos más orgullosos es el de Fantasmas, apariciones y regresados del Más Allá, de Alejandra Guzmán Almagro, y allí se ve claramente cómo la relación con los espíritus atraviesa la historia y llega hasta nuestros días. Está tan presente hoy como lo ha estado antes, por algo será…
Zakatumba, el Festival de Cultura de la Muerte de Álava, celebrará su tercera edición del 25 de octubre al 4 de noviembre. Recuerda: Ars longa, vita brevis.
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Imagen de portada: Vida y muerte. Pintura al óleo (fragmento). Wellcome Collection bajo Licencia Creative Commons.