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Cultura

Deborah Levy y el ejercicio de escribir desde la voz propia

La escritora británica pasó por Barcelona para demostrar que una mujer que escribe es una mujer que alza la voz.

Deborah Levy y el ejercicio de escribir desde la voz propia

Cosas que no quiero saber y El coste de vivir son dos de los libros del manifiesto autobiográfico en construcción que Deborah Levy ha venido a promocionar a Barcelona.

Levy ha dictado una conferencia en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) dentro del marco del #DíaOrwell donde fue intercalando la lectura de Por qué escribo de George Orwell y los dos libros de su autobiografía. Aunque la presentación casi se hace pesada por la lectura y la pausada voz de Levy, en la ronda de preguntas se rompe el sopor de la lectura cuando un chico se atreve a preguntar, en un auditorio mayoritariamente lleno de mujeres, «¿usted cree que es posible que el feminismo[contexto id=»381722″] vaya demasiado lejos?» Algunas pegan el grito en el cielo, otras ríen y Levy, tan británica como sudafricana, responde: “Espero que lo haga. Esta noche al dormir piensa en esa pregunta y recuerda que nosotras somos también la otra mitad de personas en el mundo”.

Por su puesto, Levy es feminista, su autobiografía desvela no solo una postura como mujer, también esa visión impregna otros temas como la migración, el imperialismo, el racismo o el amor. Estos textos según Levy tenían que narrar dos aspectos que nunca coexisten: el poder de los hombres y la vulnerabilidad que se permite la mujer al escribir.

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Imagen vía Literatura Random House

Cosas que no quiero saber (Literatura Random House, 2019) es una respuesta con voz feminista al ensayo de George Orwell Por qué escribo. En esta primera parte de su autobiografía, Levy aborda los desafíos de encontrar una voz propia en un mundo «engendrado por la conciencia masculina». Comienza en su natal Sudáfrica donde revisita su infancia, un momento que se recuerda desde el trauma por el encarcelamiento de su padre debido a su trabajo contra el apartheid en África y la violencia sexual que vivía cuando el director de su escuela la tocaba a muy temprana edad. A los nueve años, Levy se exilia en Inglaterra y es ahí donde confirma que para convertirse en escritora tiene que “aprender a interrumpir, a hablar en voz alta, a elevar un poco la voz y luego un poco más, y luego hablar sencillamente con mi voz, que no es para nada fuerte».

Pude constatar en el CCCB que la voz de Levy no es ruidosa, es pausada pero firme, segura. Con los años se ha vuelto más clara y franca en sus libros, obras de teatro y ensayos. Sus dos novelas más recientes, Swimming Home y Leche caliente (Anagrama, 2018), fueron nominadas para el Man Booker Prize. Mientras que El coste de vivir (Literatura Random House, 2019), ese segundo volumen de su manifiesto autobiográfico, confirma que Levy ha encontrado en su propia voz una grieta temática que encaja en tiempos donde las mujeres escriben en primera persona, contando, quizás, todo eso que se le ha censurado.

En Cosas que no quiero saber, Levy se pregunta sobre su estado como mujer en la sociedad, sobre el rol de madre y la cárcel que pueden llegar a ser los roles de género cuando se anteponen a la palabra amor. “Como todo lo relacionado con el amor, nuestros hijos nos hacían inmensamente felices –e infelices–, pero nunca tan desgraciadas como nos hacía sentir el neopatriarcado del siglo XXI. Se nos exigía ser pasivas pero ambiciosas, maternales pero eróticamente enérgicas, abnegadas pero realizadas”.

“¿Qué hacemos con el conocimiento que no podemos soportar para vivir?”. Una respuesta fue canalizarlo hacia la literatura. De ahí el título del siguiente, El coste de vivir, donde Levy comienza con un epígrafe de Marguerite Duras: «Siempre te resultas más irreal que los demás”.

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Imagen vía Literatura Random House

El coste de vivir parece una entrevista a sí misma donde la pregunta siempre intenta darle libertad a la autora, a las lectoras y a las escritoras que hablan en su libro. Tanto Duras como Simone de Beauvoir, Louise Bourgeois, Emily Dickinson, Adrienne Rich, Doris Lessing, Virginia Woolf o Elena Ferrante son parte de las interlocutoras esenciales en ambos libros de la autobiografía, que aunque muchas de ellas están muertas, aún viven en sus palabras, desde la libertad y la revisión de autoras como Levy.

Para la autora es necesario liberarse de intentar «complacer a todos todo el tiempo en una solicitud de aprobación, hogar, hijos y amor». Levy retoma su historia personal poco después de su divorcio, ese doloroso «naufragio» de un matrimonio de 20 años, cuando se mudó con sus dos hijas de una gran casa victoriana a un destartalado departamento en la cima de una colina del norte de Londres.

Su decisión de comenzar de nuevo a los 50 años fue costosa, pero valió la pena para liberarse y encontrar su voz: «Era inútil tratar de encajar una vida vieja en una vida nueva… Escribía donde podía y me concentraba en crear un hogar para mis hijas”. En el caso de Levy, esa concentración para crear un hogar incluía dificultades para pagar facturas y reparar tuberías bloqueadas, pero también incluyó el deleite de un escándalo escrito por un amigo o la euforia de ir a citas y a fiestas en una bicicleta eléctrica.

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Deborah Levy desgrana sus dos libros en el Día Orwell en el CCCB | Imagen vía CCCB

A Levy no solo le sobrevino el divorcio escribiendo este libro, también falleció su madre, con quien tuvo una relación entrecortada debido a las expectativas como inmigrantes y la nostalgia propia del exilio. En las páginas de El coste de vivir señala que Duras sostuvo que las madres representan la locura, siempre son “la persona más extraña y más loca que uno haya conocido jamás». La escritora le habla a su madre, la imagina presente, la nombra, nombra el dolor del duelo y también agradece: “Gracias por enseñarme a nadar y a remar. Gracias por los trabajos de mecanografía que llenaron la nevera. En cuanto a mí, tengo cosas que hacer en el mundo y tengo que ponerme a ellas y ser más despiadada que tú”.

Levy cautiva en la lectura y a los presentes en el CCCB tanto como la primera frase de El coste de vivir: «Tal y como nos dijo Orson Welles, si queremos un final feliz, depende de dónde acabemos la historia». La autora comienza y termina su historia y su conferencia con los puntos correctos: un montón de observaciones astutas en el medio y consejos para las preguntas de las mujeres más jóvenes. En esta segunda parte de su autobiografía en construcción dice que «cuando el amor se comienza a romper, llega la noche» y aunque vivir sin amor puede ser tentadoramente libre de riesgos, ella pregunta: «¿Cuál es el punto de ese tipo de vida?». Quizás la respuesta la encontraremos en el último libro de este tríptico.

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