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Gaming Sounds: Sayonara Wild Hearts, reivindicando el 'vaporwave'

Sayonara Wild Hearts, exclusivo de Nintendo Switch y Apple Arcade es una experiencia musical única, en un viaje en el nos recomponernos a nosotros mismos

Gaming Sounds: Sayonara Wild Hearts, reivindicando el ‘vaporwave’

¿Necesita el videojuego buscar siempre la validación externa? Eso de “parecer una película”, o tener una historia “como la de un libro”. A menudo leemos estas comparaciones, casi siempre bienintencionadas, con la voluntad de otorgar fuerza a un título destacable. Pero el mensaje que subyace, por desgracia, no es muy alentador: a menudo sentimos que los videojuegos solo pueden ser aceptados al completo cuando tienen esos vínculos.

Pero ¿y si ocurre a la inversa? ¿Y si es el videojuego el que se utiliza para reivindicar el valor de algo, incluso para otorgarle entidad?

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Imagen vía Simogo.

Esto es lo que sucede con el último juego de la ecléctica compañía sueca Simogo, lanzado, por el momento, para Nintendo Switch y para la plataforma de suscripción Apple Arcade: Sayonara Wild Hearts. No se puede hablar de él sin mencionar, inevitablemente, la estética vaporwave. Si has enarcado una ceja al leer este término, no te preocupes: no es precisamente el concepto más popular del mundo. Ni mucho menos el más fácil de describir. Y es aquí cuando regresamos a la idea anterior: Sayonara Wild Hearts es, más que un juego, la experiencia definitiva para definir el vaporwave. Y para despojarlo de su condición peyorativa, por cierto.

Vayamos por partes. Ese “vapor” del término nos da alguna pista sobre él. El vaporwave es, dicho de modo muy sencillo, algo que nunca llega a existir. Un proyecto que se anuncia y jamás llega a lanzarse, desvaneciéndose sin que nos demos cuenta. Esfumándose como lo haría el vapor, claro.

Gaming Sounds: Sayonara Wild Hearts, reivindicando el vaporware
Imagen de Sayonara Wild Hearts vía Simogo.

De la idea general pasamos a algo más específico cuando hablamos de “música vaporwave”. Porque sí, existe, aunque suene a una paradoja en sí misma. Comenzó a popularizarse hace muy poco, en la década de 2010 (¡ni diez años tiene todavía!), y en sus orígenes no fue más que una de tantas bromas de Internet. Una especie de recuperación del pasado pop, de las pistas de baile enloquecidas, de las luces de néon que auguraban un futuro bladerunniano a la vuelta de la esquina. Decenas de referentes y ninguno a la vez.

Hay quien ve en el vaporwave una crítica a los tiempos frenéticos y al consumismo que tantas veces se evapora sin dejar huella; un intento de transitar la frontera entre la nostalgia por el pasado y el anhelo de ese futuro prometido a través de la cultura pop. Ese que nunca termina de llegar y es sustituido por amarga distopía.

Por extraño que suene la música vaporwave consigue condensar este crisol de sentimientos confusos.

¿Suena familiar? Seguro que sí. A decenas de películas, vídeos antiguos, anuncios de televisión. Música que no conseguimos identificar pero que estamos seguros de haber escuchado más de una vez, que resuena en nuestra cabeza. El vídeo que acompaña a este tema, por cierto, tampoco está elegido al azar. Lo psicodélico es otro elemento característico de este género esquivo y difuso.

Sayonara Wild Hearts es un vídeo musical vaporwave. Pero, por encima de todo, es un videojuego. Es importante destacar esto, porque el título de Simogo no traiciona su identidad en ningún momento. No sacrifica sus mecánicas para favorecer a la música, ni se diluye en favor de convertirse en una experiencia interactiva sin más. Es muy consciente de que debe ser juego y al mismo tiempo fiel a otra de esas condiciones del vaporwave: partir de lo genérico, lo que cualquiera puede identificar, aunque sea gracias a mil y un referentes mezclados en la parte trasera de nuestra mente.

Si hemos jugado a videojuegos alguna vez, de cualquier modo o en cualquier plataforma, reconoceremos las mecánicas que nos plantea Sayonara Wild Hearts y sabremos dominarlas enseguida: seguir el ritmo, disparar misiles, esquivar enemigos que nos persiguen por la pantalla o combatir pulsando un botón en el momento exacto. Todo lo que es el videojuego en su esencia se encuentra condensado de modo fugaz a lo largo de sus fases.

¿O habría que decir “de las pistas”? Recordemos, Sayonara Wild Hearts es un disco musical. Esto significa que, efectivamente, cada canción equivale a una fase, y la duración del conjunto es bastante similar a la de un álbum: una hora, hora y media a lo sumo. La música que nos acompañará, la verdadera protagonista de la historia, traerá a nuestros oídos reminiscencias de canciones pop, de shibuya-kei, de electrónica, de lo-fi  y por supuesto, de trance y la imprescindible psicodelia setentera. Es un viaje frenético por los sentidos que no nos da descanso, que nos invita a evadirnos a través de un caos maravilloso y colorido. En suma, una banda sonora que puede levantarnos el ánimo en el lunes más gris que podamos imaginar.

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Imagen de Sayonara Wild Hearts vía Simogo.

Daniel Olsén es el compositor de la banda sonora, y ha participado en otros trabajos previos de Simogo como Device 6 o Year Walk. Títulos, por cierto, centrados en el misterio y el terror, con poco que ver con el energizante y atípico Sayonara Wild Hearts. Ha contado con la ayuda de Jonathan Eng para la escritura de las canciones, y con un cameo sorprendente: la voz de Queen Latifah, quien ejerce de narradora en ciertos momentos del juego.

Aunque Sayonara Wild Hearts coloque todo el protagonismo en la música y en esos escenarios que recorremos sin descanso, a medio camino entre la travesía onírica y los estallidos de neón, no deja de existir una historia subyacente. Una que hay que interpretar a base de retazos. Somos una heroína improbable, con una misión encomendada por los astros y el destino, y subidos a nuestra motocicleta tendremos que enfrentarnos a otros moteros, los jefes de cada zona, cuya personalidad determina las condiciones del escenario y los peligros a nuestro alrededor. El objetivo final, sin embargo, resulta mucho menos evidente de interpretar. No es el mundo exterior el que intentamos enmendar, sino el que se encuentra resquebrajado en nuestro interior. El que necesita recuperarse para seguir adelante.

Es muy difícil categorizar a Sayonara Wild Hearts con alguna de las etiquetas a las que estamos habituados. No es juego de acción, no es un plataformas, no es tampoco un título musical al uso. ¿Estaremos, tal vez, ante el primer vaporgame? En realidad, poco importan aquí las clasificaciones, siempre imprecisas. Lo que está claro es que este tour de force de Simogo demuestra que hay historias, experiencias, viajes que solo se pueden expresar a través del videojuego.

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