Thierry Laget: “Proust es el premio Goncourt más glorioso que ha habido”
En ‘Proust, Premio Goncourt. Un motín literario’, el ensayista Thierry Laget reconstruye las peripecias que llevaron a Marcel Proust a ganar en 1919 a ganar el Goncourt.
En Proust, Premio Goncourt. Un motín literario (Ediciones del subsuelo), el ensayista Thierry Laget reconstruye las peripecias que llevaron a Marcel Proust a ganar en 1919 a ganar el Goncourt, uno de los premios más reconocidos de Francia. Tras intentar ser galardonado con Por el camino de Swann, Proust recibió el premio, entre encendidas críticas por parte de los medios, con A la sombra de las mujeres en flor. Laget cuenta la historia de ese premio, entra en las bambalinas del certamen y narra las respuestas que ese inesperado galardón suscitó.
¿Cómo describiría al Proust de 1919?
Proust era alguien que vivía muy solo, que trabajaba constantemente y que apenas salía de su casa. No es un hombre mundano o un dandy, sino un escritor que vive encerrado en su habitación en la casa que comparte solamente con su criada Céleste. Solamente, de vez en cuando, sale para ir al Ritz, pero su vida en 1919 nada tiene que ver con la que llevó antes de la Guerra: ya no es aquel que se va de vacaciones a un gran hotel junto al mar o que acude frecuentemente al teatro y a la ópera. En 1919, Proust es una persona muy encerrada y concentrada en su creación. Además, es muy enfermizo, vive con la certeza de que se morirá pronto, pero no parece importarle, pues no es alguien que se cuide en exceso. Proust vivía fuera de la realidad, inmerso en ese mundo que creaba a través de la escritura. Por esto, quizá, reaccionó con tan poco entusiasmo a la noticia del Goncourt, aunque, por algunas cartas que escribió, sabemos que se sintió muy halagado no solo por el premio, sino por el reconocimiento que vino después. Con los años, de hecho, en torno a la cama de Proust, se fue formando un círculo de amigos y admiradores.
El premio Goncourt fue creado por los hermanos Goncourt para asegurarse su posteridad.
Los hermanos Goncourt no confiaban mucho en su obra literaria y no se equivocaban en su desconfianza: hoy apenas nadie lee sus novelas o sus obras de teatro. Ellos son autores de un diario en el que critican con severidad a muchos de los autores de su época. No se retractaron de lo dicho, pero pensaron que su diario no era la manera de asegurarse su perduración, así que buscaron una manera más inteligente y la encontraron en la creación de un premio literario, que, efectivamente, ha perdurado hasta el presente. No solo seguimos hablando del Premio Goncourt anualmente, sino que, hoy en día, el premio es más conocido que sus fundadores: mucha gente familiarizada con el galardón desconoce que quienes lo crearon fueron dos hermanos escritores. Y, por lo que se refiere al diario, hoy es leído solamente por especialistas y estudiosos.
Si bien hoy no se leen sus novelas, no hay que olvidar que los Goncourt jugaron un papel importante en la defensa y consolidación de la novela naturalista.
Los dos hermanos, efectivamente, formaron parte del movimiento naturalista, algo bastante curioso si tenemos en cuenta que eran personas muy elitistas y refinadas que miraban con admiración y añoranza la Francia de Luis XV, es decir, una Francia elitista y desigual. La novela naturalista, por el contrario, implica la denuncia de las desigualdades sociales, de las paupérrimas condiciones de vida de la clase trabajadora. A pesar de todo, los Goncourt participaron del movimiento naturalista junto a Zola y a muchos otros escritores y fueron aplaudidos por sus obras teatrales. Formaban parte de un círculo de amigos literatos, entre los que estaba Flaubert o Zola, que quería presentarse a la Academia Francesa, si bien era una institución muy criticada por este grupo. De hecho, con el premio, lo que hicieron los Goncourt fue crear su propia academia, en la que -así estipularon los hermanos- nunca entraría ningún miembro de la Academia Francesa. Se podría decir que los Goncourt estaban en el núcleo del reactor nuclear de la literatura de la época. Cuando Edmond Goncourt fallece a finales del XIX, el movimiento naturalista ha perdido fuelle y nos encontramos con el movimiento simbolista, que estás cobrando mucha fuerza de la mano de la poesía, que le estaba quitando el protagonismo a la novela.
Hoy el premio Goncourt para Proust es uno de los más celebrados, pero en su día fue muy discutido.
Fue un premio muy justo en la medida en que recompensó de una manera totalmente imparcial la literatura. Sin embargo, para muchos fue un premio completamente injusto, pero se equivocaban y, de hecho, si repasas la lista de todos los ganadores del Goncourt, te darás cuenta de que no existe premiado más glorioso y merecedor de dicho reconocimiento que Proust. Y esto es algo que admite la propia academia Goncourt, que se ha sumado a la celebración de los 100 años de la premiación de A la sombra de las mujeres en flor. Dicho esto, es cierto que a Proust se le criticó mucho, tanto como al jurado del Goncourt por premiarlo. La principal crítica que se le hacía, además de que su Por el camino de Swann se hubiera publicado con una letra casi ilegible, es que no había párrafos y que las frases eran extremadamente largas. Mientras muchos consideraban que esta forma de escritura desalentaba a los escritores, Proust aspiraba a ser leído incluso en el metro.
Las críticas recibidas por Proust antes y en coincidencia con el premio fueron muy duras.
Hoy es inimaginable que se publiquen artículos tan violentos. A Proust lo atacaron no solo por cuestiones literarias, sino también personales. Lo atacaron por su edad, por su aspecto físico, por cómo vivía… Lo convirtieron en un ser siniestro y se inventaron muchas historias falsas en torno a su persona. Proust fue víctima de las “fake news” de su época. Hoy en día, al menos en la prensa francesa, sería imposible publicar artículos de este tipo, criticar con esa maldad un libro como ocurrió con las novelas de Proust. La prensa se ha dotado afortunadamente de una serie de principios éticos que le impiden publicar según qué cosas, así que esa maldad se ha trasladado a las redes sociales.
Esa violencia, ¿no refleja, al mismo tiempo, la centralidad del debate intelectual en la esfera pública?
Sí, es cierto y tengo que decir que, en cierta medida, en Francia el debate intelectual sigue teniendo un peso específico en la sociedad. Cada año, tenemos polémicas culturales que llenan páginas de periódico. Recientemente uno de los debates más encendidos ha sido en torno a la reconstrucción de Notre Dame o en torno al libro de Yann Moix, quien ha decidido contar cómo sus padres lo martirizaron durante su infancia. El libro ha suscitado una polémica muy grande en torno a su legitimidad, los malos tratos infantiles y el pasado antisemita del autor. Los escritores siguen estando presentes en el debate público, cada vez lo están menos, pero aún siguen teniendo una cierta importancia social.
A pesar de las críticas, tras el Goncourt Proust comenzó a ser más conocido y aplaudido.
Ante todo, el Goncourt hizo que las novelas de Proust se leyeran mucho más respecto a cuanto se leían antes. Si nos fijamos en las ventas y en las tiradas, vemos claramente que hay un antes y un después del premio. Y esto agradó mucho a Proust, pues era lo que buscaba: ser leído por muchos. Al mismo tiempo, el Goncourt permitió que A la sombra de las muchachas en flor trascendiera fronteras y fuera traducida más allá de Francia y que los siguientes libros –El mundo de Guermantes, Sodoma y Gomorra, La prisionera…- fueran recibidos con interés tanto por el público como por la crítica, que terminó por consagrar a Proust. De hecho, cuando falleció se le recordó como un gran escritor. Por tanto, puede decirse que el Goncourt fue esencial para Proust, que pasó de ser un desconocido a esnob a uno de los grandes escritores franceses.
Proust era enemigo de la prensa, pero sabía cómo utilizarla.
Proust sabe perfectamente cómo funciona la prensa; cierra las puertas a la mayoría de los periodistas, menos a uno: el reportero de Le Pétit Journal, periódico que se presentaba a los lectores como el diario más leído del mundo. Y era así. Vendía unos 2 millones de ejemplares, una cifra muy elevada para la época. Por tanto, es cierto que Proust no quiso recibir la prensa, pero también es cierto que se aseguró llegar a todo el mundo permitiendo que lo entrevistaran en el periódico más leído.
Además de saber cómo funcionaba la prensa, Proust osó escribir un libro Contra Sainte-Beuve, criticando a uno de los críticos más influyentes de Francia.
Y creo que se equivocó con este libro. Sainte-Beuve es un crítico muy interesante y ¡ya nos gustaría tener en la Francia de hoy críticos de ese calibre! La prueba de que Sainte-Beuve era un crítico para tener en cuenta es que Proust lo leyó con muchísima atención para, a continuación, reprocharle que se hubiera interesado por pensar más en el autor que en la obra y sostener que la obra depende de la biografía del autor. Lo paradójico es que Proust es el ejemplo paradigmático de cuan unida está una obra a la vida de un escritor. Desde una perspectiva estructuralista se podría hablar de En busca del tiempo perdido sin recurrir a la vida de su autor. Sin embargo, todas las biografías de Proust demuestras que su obra depende en buena parte de todo lo que ha vivido. Y creo, de hecho, que se pierde un poco de En busca del tiempo perdido si no se conoce en parte el contexto intelectual y moral de Proust.
¿Le interesaba a Proust la gloria literaria y el reconocimiento institucional?
Le interesaba, pero solo en parte. Él movió algún hilo para poder entrar en la Academia Francesa. Quería presentarse como candidato, pero nunca terminó de decidirse; eso sí, sabía que, de hacerlo, debía presentarse antes de publicar Sodoma y Gomorra. Era consciente de que, una vez publicado este libro, en el que se dedican muchas páginas al amor homosexual, nadie apostaría por él y las puertas de la Academia se cerrarían del todo. Por lo que se refiere al Nobel, unos amigos suyos que escribían en la prensa sueca le dijeron que la Academia Sueca pensaba en él como posible candidato y ganador. Sin embargo, por entonces, Proust todavía no había sido traducido al sueco y, si no me equivoco, para ganar el Nobel es necesario que el autor haya sido precedentemente traducido a dicha lengua. Lo que sí te puedo decir es que, más allá de lo que hiciera o dejara de hacer en busca de su gloria literaria, tras ganar el Goncourt su obra fue traducida y publicada, ante todo, en España, después en Inglaterra y con el tiempo en muchos otros países. Por tanto, no diría que Proust no hizo nada para conseguir su reconocimiento. La prueba más evidente es que, tras publicar Por el camino de Swann, movió todos los hilos posibles para conseguir el Goncourt, que ganaría cinco años más tarde y gracias al cual dejaría de ser una gloria nacional para ser conocido en muchos otros países.
Para muchos, el ser un autor leído solamente por unos pocos significa ser un gran autor, mientras que el tener muchos lectores implica ser un autor comercial. Proust no suscribía esta tesis y deseaba ser leído “incluso en el metro”.
En su época, el enfrentamiento entre autores con pocos lectores y autores de masas estaba también muy presente. Valery Larbaud, por ejemplo, no quería que se publicaran muchos ejemplares de su obra, pues no quería ser un autor de masas. Estaba convencido de que ser un autor muy leído significaba irremediablemente que tu obra fuera un fracaso en términos literarios. Proust creía justo lo contrario: estaba convencido de que si su obra era leída por mucha gente significaba que había conseguido escribir una obra universal. Creo que Proust tenía toda la razón, porque el libro de un genio que solo leen unos pocos es siempre menos interesante que el libro de un genio leído por miles de personas.
Leyendo su libro, una tiene la impresión de que, por lo que se refiere a los premios literarios, todo sigue igual.
Efectivamente, no ha cambiado nada en cuanto a tejemanejes y amiguismos. La única diferencia es que ahora los premios permiten vender mucho más que entonces: Proust vendió 20.000 ejemplares, mientras que hoy hay libros que alcanzan fácilmente los 500.000 o los 600.000 ejemplares vendidos. Sin embargo, como decía, el tráfico de influencias y el mangoneo sigue siendo el mismo, lo que pasa es que es fácil saber cómo funcionaban los premios por aquel entonces, pero no es nada fácil saber qué ocurre hoy en día entre las bambalinas de los premios literarios. Eso sí, confío que, antes o después, acabaremos sabiendo lo que pasa entre bambalinas. Hay que tener paciencia.
¿Cómo ve el premio Goncourt en la actualidad?
El premio Goncourt hace que se vendan muchos libros y, por tanto, es un premio muy conocido en Francia. Los lectores confían desmesuradamente en su criterio, sin embargo, si nos fijamos en los premiados de los últimos veinte o treinta años, nos daremos cuenta de que, excepto Pascal Quignard, ninguno de los más grandes escritores ha recibido el Goncourt. No lo han recibido Pierre Michon ni Pierre Bergounioux, por ejemplo.
Y las mujeres premiadas a lo largo de más de un siglo son muy pocas, siete u ocho, si no me equivoco.
Sí, hay muy pocas y eso que ahora en el jurado hay también mujeres. Es algo que no se entiende. Este año, en Francia, casi todos los premios literarios han recaído en hombres y si repasas la lista de ganadores de un premio como Femina encontrarás, incluso ahí, que la mayoría de los premiados son hombres.